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Abdalá, frente a los 'halcones'

El rey Fahd, el monarca que más años ha reinado en Arabia Saudí (23), ha muerto. La identidad del nuevo monarca es clara, pero no la de quién ostentará el poder. Los familiares del rey (que también son sus subordinados políticos) temen que la muerte de Fahd desencadene el caos, en un momento en que en Oriente Próximo se habla de cambio democrático. Desde Egipto a Líbano e Irán, la pasión política aumenta junto con un renovado optimismo. Incluso en los Estados de la península Arábiga se producen debates sobre mujeres ministras, la participación islamista e incluso sobre el futuro de sus monarquías gobernantes.

Arabia Saudí es una excepción, con su cuerpo político enfermo y debilitado. El país está encajonado entre dos alternativas: una reforma progresista o una continua parálisis. Las divisiones en el reino son más agudas que nunca, y la muerte del rey puede profundizarlas aún más. Dos campos rivales -el reformista y el de los halcones- se forman entre la familia Al Saud.

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Los reformistas tienen menos autoridad, pero representan la cara aceptable, desde el punto de vista internacional, de la dictadura saudí. El rey Abdalá parece tener legitimidad en la familia por su edad y experiencia. Los reformistas hablan de elecciones municipales parciales, diálogo nacional y derechos de la mujer.

Estos esfuerzos limitados son obstaculizados por los halcones del grupo de Wahabí, que controla las fuerzas de seguridad, el sistema judicial y las llaves del poder nacional. El príncipe Naif, ministro del Interior y líder de los halcones, ha silenciado o encarcelado a cientos de importantes reformistas.

Una de las razones que explican la debilidad de la facción de Abdalá es que tiene escaso apoyo dentro de la familia Al Saud, porque el centro del poder está en manos de los Al Fahds -los seis hermanos del rey fallecido, en particular el príncipe Sultán, ministro de Defensa, y el príncipe Naif-.

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En la superficie, la sucesión se ha producido como se esperaba, con Abdalá entronizado, a pesar de lo cual éste puede no ser capaz de configurar el futuro porque parece destinado a perder cualquier disputa con las fuerzas de Naif. Una prueba de su liderazgo será si puede lograr la liberación de cientos de reformistas políticos actualmente en prisión.

Abdalá tendrá que determinar el apoyo con que cuenta entre los numerosos hermanos del rey fallecido, sin mencionar los miles de príncipes de la siguiente generación, en la cual no se pueden poner las esperanzas, porque no es necesariamente joven y progresista. La tercera y cuarta generación del clan Al Saud están divididas no sólo por afiliación política y religiosa, sino que además sus edades van de los 20 a los 90 años. Y todos esperan una oportunidad para gobernar.

Arabia Saudí se enfrenta a una pregunta clave: ¿puede surgir un gobernante con autoridad que una al país en la tradición progresista del difunto rey Faysal? La dirección que tome el país a largo plazo puede ser evaluada por la persona a quien Abdalá escoja para suceder al príncipe Sultán, el principal aliado de Naif y sucesor oficial de Abdalá.

Si Abdalá puede saltarse una generación y designar a un joven abierto, habrá esperanza. Pero Naif, sus hermanos y sus seguidores parecen poco dispuestos a permitirlo.

© Proyect Syndicate

Mai Yamani es escritora y miembro del Royal Institute for International Affairs.

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