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Bush recuerda el 11-S para justificar la guerra

George W. Bush intenta recuperar la confianza de la mayoría de los estadounidenses recurriendo al factor que le ayudó a ganar las elecciones, la lucha contra el terrorismo. El presidente, en su mensaje del martes, incluyó la guerra de Irak en ese combate y pidió a sus conciudadanos que recuerden "las lecciones del 11 de septiembre". Bush reconoció que el panorama es difícil, pero reiteró que no se enviarán más tropas porque los mandos creen que no hacen falta, y que no habrá un calendario de salida: "Estaremos en Irak tanto como sea necesario, ni un día más".

Según la primera reacción, a cargo de Gallup, tres de cada cuatro estadounidenses consideraron positiva o muy positivamente el mensaje. En la muestra del sondeo había tantos republicanos como independientes y demócratas. Para Nancy Pelosi, líder demócrata de la Cámara baja, Bush "explotó el sagrado territorio del 11-S, sabiendo que no hay conexiones entre el 11-S y la guerra de Irak". Tanto el portavoz demócrata en el Senado, Harry Reid, como el veterano Ted Kennedy, coincidieron en decir que la política iraquí del presidente "va a la deriva". Está desconectada de la realidad y necesita importantes correcciones", reiteró Reid. Joe Biden, que acaba de volver de su quinta visita a Irak, señaló en la cadena ABC que iba a mandar a Bush los números de teléfono de los generales que creen que "no hay fuerzas suficientes como para montar una auténtica contrainsurgencia".

El senador John McCain dijo en la CNN que Bush tiene razón al decir que en Irak está en juego la seguridad de EE UU -"los que actúan con violencia allí llegarían a Nueva York si no les vencemos en Irak"-, aunque discrepó de que no hacen falta más soldados. La guardia presidencial en el Congreso cerró filas: "El presidente tiene razón. No podemos permitir que los terroristas alteren nuestra voluntad", dijo Dennis Hastert, presidente de la Cámara. "Veinticinco millones de personas disfrutan ahora de libertad y autodeterminación; los demócratas llaman a esto 'un terrible error', pero yo creo que es un milagro humanitario, y agradezco el liderazgo del presidente en esta guerra", sentenció Tom DeLay, líder de la mayoría republicana en la Cámara.

El presidente, que trata de ganar tiempo y reconquistar a la opinión pública, habló durante 28 minutos ante 750 militares instruidos para no interrumpir con aplausos. Bush optó por delimitar un terreno de juego en el que hasta ahora le ha ido bien: "La guerra llegó a nuestras orillas el 11 de septiembre de 2001. Los terroristas que nos atacaron -y a los que nos enfrentamos ahora- asesinan en nombre de una ideología totalitaria que odia la libertad y rechaza la tolerancia (...) y que trata de instalar la tiranía y la opresión. Para conseguirlo, siguen matando: en Madrid, en Estambul, Yakarta, Casablanca, Riad y Bali". Irak, añadió, es "el último campo de batalla en esta guerra".

A pesar del habitual desprecio por ciertos factores básicos -la ausencia de vínculos explícitos entre Al Qaeda y Sadam Husein y la inexistencia de armas de destrucción masiva en el momento de la invasión-, Bush abordó esta vez con mayor realismo las enormes dificultades en Irak -"nuestros progresos han sido desiguales"- y dijo que el sacrificio -1.740 soldados estadounidenses y más de 12.000 civiles iraquíes muertos- "merece la pena, y es vital para nuestra seguridad". El presidente pidió una oleada de solidaridad con las Fuerzas Armadas en la próxima fiesta nacional del 4 de julio y reiteró que la estrategia es respaldar el proceso político iraquí -Constitución, referéndum, elecciones- e intensificar la formación de iraquíes -hay "más de 160.000 entrenados y equipados"- para que asuman las tareas de seguridad.

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