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Reportaje:EL FUTURO DE EUROPA

La neura del euro

La crisis económica en Italia agudiza la desconfianza popular hacia la moneda europea

Enric González

Ningún Gobierno se ha visto tan beneficiado por el euro como el italiano. Pero ninguna industria se ha visto tan perjudicada por el euro como la italiana, y ningún ciudadano ha sido tan estafado con el euro como el italiano. Esa ambivalencia enmarca un debate apasionado que, simplificando mucho, alinea en el bando eurófilo a la mayoría de la clase política, los profesionales, los comerciantes, el centro-izquierda y el sur, y en el bando eurófobo a la mayoría de los pequeños empresarios, las clases populares, una franja apreciable de la derecha y el norte. Europa y su moneda serán temas centrales en una precampaña electoral que ya ha comenzado.

Los italianos aún no se han puesto de acuerdo sobre si la nueva moneda tiene el plural euri, utilizado por algunos, o si carece de él. Sí están de acuerdo en que el cambio de la lira al euro fue aprovechado para efectuar redondeos escandalosos en los precios, con aumentos del 30% o el 40% en un solo día, y en que les cuesta acostumbrarse a manejar monedas: la lira era de papel, y un café se pagaba con un billete de mil.

La Liga Norte ha encontrado en el rechazo al euro un rentable filón electoral

Las dificultades económicas y la caída en recesión han agudizado la desconfianza popular respecto al euro. Sólo faltaba la crisis desatada en la Unión Europea para justificar a quienes, como Giorgio Palma, propietario de varios quioscos en el centro de Roma, argumentan que "el milagro económico italiano se produjo con una Europa de pocos países y con la lira; el ingreso del Este y el euro, en cambio, conducen a la ruina".

No existe ningún sondeo actual y solvente sobre los italianos y el euro, pero algunos indicadores ayudan a hacerse una idea. El diario La Repubblica, romano y simpatizante del centro-izquierda, preguntó la semana pasada a los lectores de su edición electrónica si preferían seguir con el euro o volver a la lira, y ganó el euro con casi el 80% de las respuestas. También la semana pasada hizo la misma pregunta a sus lectores el diario Il Resto del Carlino, muy implantado en ciudades industriales como Bolonia y Módena y cercano al centro-derecha, y ganó por un pelo (50,1%) el retorno a la vieja lira.

"La economía italiana se basa en la pequeña empresa familiar del norte, y esa empresa está ahora mismo en una situación angustiosa, crítica; el encarecimiento del euro ha estrangulado las exportaciones y aunque no sea la principal causa del problema, la moneda europea resulta un buen chivo expiatorio", explica un portavoz de la patronal Confindustria. El argumento de Giuseppe Turani, uno de los más prestigiosos comentaristas económicos del país, colaborador de La Repubblica, va en la misma línea. Tras la campaña contra el euro (o "neuro", como prefieren llamarlo) lanzada por la Liga Norte se esconde "la situación de casi quiebra de una enorme cantidad de empresas pequeñas y medianas" que ven en la devaluación de la moneda "la única posibilidad de salvación". Y para devaluar no hay nada como la lira, plusmarquista europea de la depreciación durante medio siglo.

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La Liga Norte, un partido regional especializado en propuestas populistas más o menos groseras (pide la pena de muerte, la castración de los violadores y la expulsión de los inmigrantes, por ejemplo) pese a contar con tres ministros en el Gobierno, ha encontrado en el rechazo al euro un filón rentable. El propio Silvio Berlusconi, que cuando habla en serio rechaza como absurdo un retorno a la lira, se dispone a jugar la carta de la impopularidad del euro con toda la ambigua habilidad de que es capaz: en la campaña para las elecciones de 2006 tiene previsto acusar a Romano Prodi, ex presidente de la Comisión Europea y candidato del centro-izquierda, de ser "el culpable del euro". Con los matices necesarios: un tipo de cambio inadecuado, una implantación precipitada... Pero las tres palabras, "Prodi", "euro" y "culpable", irán siempre en la misma frase. Cuando Prodi, por coherencia, se declara "orgulloso del euro", no gana ningún voto y pierde unos cuantos.

Una muestra de esa estrategia escasamente euroentusiasta la ofreció ayer mismo el ministro de Economía, Domenico Siniscalco, al declarar que "en materia de crecimiento e innovación, Europa ha sido un fracaso". Lo cual es cierto. También es cierto que, en materia de crecimiento e innovación, Italia lleva años por debajo de la media europea. Eso, evidentemente, no lo dijo. "Bruselas", como ente abstracto, sirve para descargar las responsabilidades propias. Y cada vez que un rumano viola a una italiana, cosa que ha ocurrido varias veces en los últimos días, se alza un clamor contra la "inmigración salvaje" que, por una errática asociación de ideas, acaba salpicando al proyecto europeo.

En momentos de mayor franqueza, Siniscalco da gracias al cielo por la existencia de la UE y del euro, y tiende a usar el símil de la drogadicción para explicar las dificultades de la nueva moneda: la industria italiana estaba "enganchada" a las devaluaciones competitivas y ahora padece el síndrome de abstinencia. "El euro nos ha permitido controlar una deuda nacional gigantesca, reducir la inflación e importar petróleo sin arruinarnos; también ha provocado una gran transferencia de rentas y ha enriquecido a los comerciantes y a los rentistas, en detrimento de los industriales y los asalariados. Es inevitable", comenta otro alto cargo del Gobierno, "que eso genere tensiones sociales y políticas".

El primer ministro italiano, Silvio Berlusconi.
El primer ministro italiano, Silvio Berlusconi.AP

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