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Entrevista:Andrés Sánchez Robayna | POESÍA

"El poeta vive un drama entre su vocación y la escasez de lectores"

Javier Rodríguez Marcos

Mira de nuevo el mar, sonrisa innumerable, / aprende de su lengua la pobreza / en el verano de los girasoles / muertos, mira otra vez las olas, / saliva de los dioses, llénate de su luz, / que no podrá saciarte. Oh mundo, / en tus médanos gira todo aliento / a la búsqueda de un cuerpo: el tuyo, luz. / Nos cegaste. Seguimos caminando, / a tientas en lo oscuro, hasta encontrar / para siempre ese cuerpo al que abrazarnos, / la cascada de luz, y ahí está la eternidad". Dice Andrés Sánchez Robayna (Las Palmas de Gran Canaria, 1952) que si, "de forma apresuradísima", tuviera que elegir un solo poema que simbolizara el conjunto de su obra sería este que, precisamente, da título a su poesía reunida, En el cuerpo del mundo. En él se dan cita las constantes que el propio escritor señala en su obra: "el cuerpo, la muerte, el tiempo... lo que a mí me gusta llamar el eros de la memoria".

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PREGUNTA. ¿Al reunir más de 30 años de poesía ha encontrado un hilo conductor?

RESPUESTA. Podría decirse que toda mi escritura se concentra en dos planos: mirada hacia el mundo interior y junto a corporalidad y materialidad, es decir, mirada hacia el mundo exterior.

P. No obstante, en la poética que cierra el libro, los términos que más se repiten son "sagrado, espíritu, trascendencia, esencial, más allá...". ¿Cómo se concilia eso con el cuerpo?

R. Aspiro, como los orientales, a la no dualidad. Para mí la poesía es una aventura espiritual. Cuando empiezo a escribir un poema nunca sé cómo acabará.

P. ¿La poesía puede romper la dualidad?

R. Para mí la poesía es una religación. No hablo de un espíritu religioso en el sentido confesional, sino en el sentido más amplio de lo sagrado, de re-ligare. Lo sagrado es anterior a las religiones y las sobrevivirá a todas porque es connatural al hombre. Es una preocupación de toda la poesía occidental, sobre todo la de dimensión metafísica. Yo me siento parte de esa vieja estirpe. Pero también de la de poetas profundamente materialistas. No hay contradicción. Valéry decía que el misticismo es una forma de materialismo. Y san Juan de la Cruz es un poeta de la máxima carnalidad.

P. ¿Cómo conecta una poesía así con un tiempo como éste?

R. El poeta actual vive una situación dramática: por una parte tiene un público menos que simbólico, pero por otra no puede renunciar a su trabajo profundo. Y no tiene más remedio que trabajar en esa polaridad sin solución.

P. Me refería al sentido que puede tener esa poesía para un lector, digamos, poéticamente ateo. Porque la apelación a lo sagrado supone ya cierta fe.

R. Yo no presupongo ningún tipo de lector. El único es el lector abierto e inteligente. Un poema nos ofrece tanto como nosotros le ofrecemos a él. Depende de nuestra apertura a lo visible y a lo invisible para que nos entregue todo su sentido. Un lector carente de "fe" encontrará aquí una interrogación acerca de la condición profunda del ser y quizá pueda acceder a lo que Juan Ramón Jiménez llamó la realidad invisible.

P. ¿Esa realidad puede nombrarse con palabras?

R. Algunos psicólogos y algunos lingüistas creen que el lenguaje sabe más que nosotros, con lo cual todo queda dicho.

R. Así es. Yo tenía la impresión de haber escrito un texto al mismo tiempo de cierre y de apertura. En cierto modo todo poema lo es. Al fin y al cabo no tiene demasiado sentido preguntarse por el papel que un determinado poema desempeña en el interior de una obra. Me gusta la frase de Gracián que dice: "El curso de la vida es un discurso". En mi caso, los nuevos poemas lo que hacen es proseguir ese discurso. Podría así decir que sigo escribiendo, malgré moi, El libro, tras la duna.

Andrés Sánchez Robayna fue premio de la Crítica en 1984.
Andrés Sánchez Robayna fue premio de la Crítica en 1984.RICARDO GUTIÉRREZ

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Sobre la firma

Javier Rodríguez Marcos
Es subdirector de Opinión. Fue jefe de sección de 'Babelia', suplemento cultural de EL PAÍS. Antes trabajó en 'ABC'. Licenciado en Filología, es autor de la crónica 'Un torpe en un terremoto' y premio Ojo Crítico de Poesía por el libro 'Frágil'. También comisarió para el Museo Reina Sofía la exposición 'Minimalismos: un signo de los tiempos'.

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