La tierra del deseo
Para Andrés Sánchez Robayna, el de Mallarmé es "el proyecto poético -no puede negarse- de mayor gravitación en la lírica del siglo XX". Tan taxativa afirmación delimita su territorio estético, y la determinación mallarmeana de llevar la poesía a la frontera de lo indecible hace de ella un objeto resistente contra el utilitarismo, la tecnolatría y la adulteración social de la palabra, cuyo uso instrumental se habría infiltrado en los poetas sedicentemente realistas, a cuya obra niega Robayna toda dimensión espiritual. Para él, la poesía "no se aparta en ningún punto del sentimiento y la experiencia de lo sagrado". Pero cuando esta concepción se erige en espada que discrimina ortodoxia de heterodoxia -no importa si se invierten sus valores respectivos-, potencia un tipo de espiritualidad excluyente cuyos reclamos, tanto da si untuosos como cardenales romanos o ásperos como anacoretas, están más próximos a la cáscara de la liturgia que al meollo de la religión.
EN EL CUERPO DEL MUNDO. OBRA POÉTICA (1970-2002)
ANDRÉS SÁNCHEZ ROBAYNA
GALAXIA GUTENBERG/CÍRCULODE LECTORES.
BARCELONA 2004.
480 PÁGINAS. 20'50 EUROS
La presente obra es una ree-
dición ampliada de Poemas (1970-1999), del año 2000. A los títulos reunidos entonces se ha sumado El libro, tras la duna (2002), y un esclarecedor 'Epílogo'. Hasta ahí, su obra se desplegaba en dos bucles conectados. El primero lo forman Clima (1978), Tinta (1981) y La roca (1984), que diseñan un espacio insular de árboles y arena, médanos y rocas, mares y reverberos, cuya delgada densidad retiene la atención en el propio objeto, lo cual permite seguir hablando de sacralidad, dada la borrosidad del concepto, pero no de trascendencia. Al segundo bucle, constituido nuclearmente por Palmas sobre la losa fría (1989), Fuego blanco (1992) y Sobre una piedra extrema (1995), le pone broche Inscripciones (1999), donde se atenúa la anterior deflación minimalista.
mentos de un libro futuro, de Valente, algunos elogios dedicados a su último libro parecían ir soterradamente contra los anteriores, como si uno fuera una retractación implícita de los otros. Pero El libro, tras la duna no rompe con lo precedente, sino que lo contiene. A medio camino entre la summa vitæ y el camino de perfección, este espléndido y ambicioso poema, estructurado en 77 series que, en la línea de Wordsworth (The Prelude), conjugan narratividad e introspección, acoge en su seno injertos de los autores que configuran "la tierra del deseo". Sus fragmentos sucesivos refieren la formación del hombre, en la que se confunden la adquisición de una conciencia, la inserción del sujeto en la historia (ecos del Mayo Francés, muerte de Franco), la asimilación del paisaje, la consagración a la poesía, el nacimiento del amor. A la vista de sus calidades, bien estará que los más reticentes depongan las reservas y se dejen ganar por este libro, siempre tenso y en algún momento sobrecogedor (el horror de Manthausen, que "está casi en el límite / del decir"). Con él se cierra un volumen que recoge una aventura literaria merecedora de la consideración y el respeto que deben concederse también a quienes orientan su poesía por derroteros distintos. Después de todo, la bondad del poema no depende de la pretendida verdad de su credo estético, pues aun si alguna estética pudiera ser incompatible con los buenos poemas, cualquiera es compatible con los malos. Y dígase: una obra hermosa y acabada como ésta es atributo del poeta que la compone, no de la poética en que se inscribe.
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