Astucia y crueldad del rey de los hunos
José Luis Rodríguez del Corral muestra intrigas y batallas en la novela 'La cólera de Atila'
El recuerdo de Atila, rey de los hunos, ha llegado hasta hoy como símbolo de barbarie y terror. Los cronistas romanos lo consideraban un ser diabólico que sembraba la muerte a su paso. Sin embargo, sagas y cantares de pueblos bárbaros lo vieron como un rey justo. José Luis Rodríguez del Corral (Morón de la Frontera, Sevilla, 1959) acaba de publicar una novela centrada en este personaje. La colera de Atila (Rocaeditorial) se adentra en un tiempo de cambios extraordinarios, en el que la guerra y la destrucción se abatían sobre la civilización romana.
La novela cuenta cómo en la primavera del año 451 una embajada secreta salió de Italia en dirección a la Panonia -la actual Hungría- con el objeto de llegar a un acuerdo que, a primera vista, parecía casi imposible de prosperar. La embajada llevaba a Atila una carta y presentes de Augusta Honoria, hermana del emperador Valentiniano III. Augusta Honoria se ofrecía en matrimonio al monarca de los hunos y le anunciaba como dote la mitad del Imperio Romano de Occidente. Este atractivo planteamiento está en el inicio de una novela en la que hay intrigas, batallas y personajes marcados por la debilidad (el emperador Valentiniano), el valor (el general Aecio) o la energía (el papa León).
Saqueos y destrucción
"Atila es más conocido que Alejandro Magno. Produjo un gran impacto por la campaña de Italia, en la que saqueó y destruyó ciudades enteras. Atila llegó en un momento en el que el cristianismo hizo una apuesta como garante de la civilización. Desde el punto de vista del cristianismo Atila venía a castigar los pecados de los romanos. El Imperio Romano de Occidente ya no podía hacer nada", explica Rodríguez del Corral, que ganó en 2003 el Premio La Sonrisa Vertical con su otra novela, Llámalo deseo.
"¿De dónde viene el terror que causaba Atila? Quizás viene de que era un mogol, con unas facciones asiáticas acentuadas, unas facciones tan distintas a las europeas. Luego también influía la celeridad de los ataques de los hunos y la extrema virulencia con la que aterrorizaban a la gente", agrega el autor.
Pero Atila no sólo era el ser cruel y despiadado que repiten muchos libros. También era astuto y sabía ganarse a su causa a muchos de los reyes vencidos. "Los hunos que dirigía Atila quizás nunca pasaron de 50.000. Sin embargo, Atila llevaba un ejército mucho mayor. Supo ganarse a pueblos que sojuzgó. Atila era muy astuto. Tenía un servicio de espías muy eficientes. Comerciantes que no eran patricios formaban parte de ese servicio de espionaje. En Italia había una clase mercantil formada por libertos, hijos de esclavos y ciudadanos arruinados muy partidaria de hacerle favores a Atila, que estaba muy enterado de lo que pasaba en Occidente. Atila fue un gran político. Quiso fundar un imperio. Y ahí está su pretensión de casarse con Honoria. Había un deliberado propósito de crear una alianza con el Imperio Romano de Occidente para atacar a los pueblos bárbaros que no había sometido, sobre todo a los visigodos. Atila no pudo llevar esto a cabo por su muerte relativamente temprana", comenta Rodríguez del Corral.
Los visigodos, que constituyeron su reino en la península Ibérica, son "el único pueblo que venció a Atila en los Campos Cataláunicos". "Los visigodos eran el contingente principal de las tropas que comandaba Aecio", dice el autor. "Aecio, el último gran general romano, se crió con los hunos como rehén. La verdad es que perdió varios territorios. Pero logró salvar el imperio no una vez, sino varias. Tras su asesinato nadie pudo sustituirle", agrega.
Tras su derrota en los Campos Cataláunicos, Atila se retiró a Germania. Un año después invadió Italia con el objetivo de saquear Roma, pero el papa León logró disuadirle. "León fue muy dogmático. Perseguía denodadamente a los herejes, por ejemplo a los arrianos. Sentó las bases del papado. Fue, en parte, una roca fuerte frente a la destrucción generalizada de la época. Seguramente su entrevista con Atila no existió. Quizás fue una leyenda creada para magnificar el papel del papa como garante de la civilización grecolatina. Ese papel ya no era del emperador, sino del papa. La Iglesia aparecía así como salvaguarda de la civilización grecolatina", concluye Rodríguez del Corral.
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