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Columna
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La discreta fusión de la 'nueva Europa'

Andrés Ortega

Lo que Rumsfeld llamara la nueva Europa, en contraposición a la franco-alemana, se está fundiendo a medida que sus integrantes aprenden la vida en común y se percatan de los problemas de la guerra de Irak, de la que sólo han sacado desilusión. La presencia de tropas polacas en Irak, y la propia guerra, se han vuelto abrumadoramente impopulares en Polonia o en el corazón de la Administración húngara. La retirada militar de Irak o de Afganistán, o al menos una reducción drástica de los efectivos de estos países, incluida de la muy americana Holanda, está a la orden del día. Los nuevos miembros de la UE ven crecer su temor ante una Rusia que, con Putin, está recuperando su carácter imperial, y frente a la cual ven ahora útil y necesaria no sólo esta OTAN que se ha vuelto global, sino la propia integración europea. Pero también la vieja Europa está cambiando. Para llegar a una unión más estrecha queda mucho, pero los 25 están menos desunidos que hace un año, aunque con cierta tristeza. De ahí la importancia de no pinchar en la ratificación de la Constitución europea (sin la cual no tomarán a Europa en serio en Washington).

Dicho esto, tras la reelección de Bush, hay ganas de tender puentes hacia Washington, pero no pueden ser de dirección única. También Bush deberá hacer algo más que gestos. Las etapas y los mensajes de su anunciado viaje a Europa en febrero serán significativos. Los europeos quieren hacer algo para compartir la carga de Irak. Hoy se reúne la Conferencia de Donantes. Es más fácil perdonar deudas que nunca se van a cobrar y dar dinero que aportar esfuerzos. Tras las elecciones del 30 de enero -si llegan a celebrarse- se verá si la resistencia armada y el terrorismo en Irak son algo endémico o estructural. Y las respuestas irán en consonancia. Ideas hay muchas. El problema principal sigue siendo que si se envía ayuda allí o cerca -para formar jueces, policías u otros- hay que protegerlos, lo que implicaría mandar tropas, lo que parece descartado pese a que lo pueda pedir Bush-2. Es decir, que a los europeos les gustaría poder hacer algo, pero no saben muy bien qué ni cómo. Les gustaría hacer algo blando sin tener que hacer nada duro (militar). Una reciente conferencia organizada en París por el Instituto de Estudios de Seguridad de la UE sólo entre expertos europeos, huérfanos, dejó estas dudas bastante a las claras. Tampoco quieren todos los europeos ver involucrarse cada vez más a la OTAN en Irak por la puerta trasera.

Una vez más, Europa está financiando esta guerra, y otros desajustes de la economía de EE UU, a través de la sobrevaloración del euro respecto al dólar, una cuestión que puede llegar a ser tormentosa. Pero hoy nadie quiere agitar las aguas, aunque Chirac se mantiene en sus críticas sobre la guerra de Irak y en su visión de un mundo más peligroso por este conflicto. No le falta razón. Servicios europeos de inteligencia, citados por el Financial Times, han detectado ya la ida y venida entre la UE e Irak de radicales islamistas que han logrado allí experiencia militar. Se confirma así el temor a ver aquel conflicto convertido en nueva escuela de terrorismo.

La salida de Powell no ha agradado, pero tampoco sorprendido, a los europeos. Lo más importante es si el mayor responsable de todo el desastre de Irak, Donald Rumsfeld y su equipo neoconservador, seguirá o no, y, por tanto, si los políticos (no los militares) del Pentágono seguirán fijando la agenda exterior de EE UU. Si Rumsfeld sigue, incluso con Rice en el Departamento de Estado, la diplomacia no recuperará su debido peso. Con Rice, varios Gobiernos europeos piensan que tendrán acceso a la Casa Blanca. Será lo inverso, pero al menos representará la voz del presidente. Pues no se sabía bien qué representaba Powell. aortega@elpais.es

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