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Reportaje:LA CARRERA HACIA LA CASA BLANCA | El primer debate electoral

En la fiesta de los Bush

El presidente de EE UU celebró con su esposa, hijas y amigos el primer debate al ritmo de "oye cómo va, mulata"

Después de la tensión del debate George W. Bush se explayó en plan campechano en una fiesta en su honor. El hombre que allí llegó no tenía nada que ver con el de los titulares que dan la vuelta al mundo; llegó un tipo simpático de esos que se toman cervezas con cualquiera y charlan sin parar. "¿Qué tal, has visto algo de interés esta noche en la tele?", dijo con esa risa a plazos que le caracteriza, refiriéndose al debate con John Kerry. El hombre más poderoso del mundo estaba sin duda en su elemento, conectando con la gente, algo que incluso sus enemigos le reconocen. Y él explota tal cualidad con maestría, mirando a los ojos cuando habla con alguien, abrazando, besando y sonriendo a los que le corresponden, e incluso a los que no tanto. Y además acompaña esos rasgos con expresiones sobre sus sentimientos personales o burlas sobre sus defectos.

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"Si me habéis visto algunos gestos y sonrisas en el debate es porque no podía dejar de mirar a Laura que la tenía enfrente, es que la adoro, y claro también quiero a mis hijas que estaban allí". Hizo el comentario mirando embelesado a su esposa, Laura, y a sus hijas Jenna y Bárbara que le acompañaron a la fiesta, ya tarde -cerca de la medianoche- para las costumbres de la familia Bush.

Bárbara y Jenna, que tienen fama de marchosas, bromearon sobre lo temprano que se acuestan sus padres. Primero Jenna: "Mi papá es estupendo, tiene un gran sentido del humor y es muy disciplinado en todo, a la hora que se levanta, a la que se acuesta" (tos y risas) y luego continuó Barbara "y mamá es como una estrella de rock, pero una estrella que se va a la cama ¡a las nueve y media!". En conjunto, la familia Bush mostró su lado humano y doméstico, hasta el punto de que el presidente respondió a sus hijas diciendo a los presentes "es que tenéis que entender que me estoy poniendo ya viejo y me tengo que ir a dormir prontito".

Después del aparte con un grupo reducido de invitados VIP, Bush salió al salón del Centro de Convenciones de Coconut Grove, donde le esperaban otros dos mil y pico invitados. Allí departió también con sus fans pero ya metiendo cuñas políticas. Como abundaban los exiliados cubanos, les dijo en español lo que querían oír: "Viva Cuba libre" , "Vamos a ganar en noviembre", "Cuatro más años".La fiesta era un "planeta Bush", con un toque tropical y a ratos surrealista. Al borde del puerto de yates, con la brisa ondeando las palmeras y la música de Tito Puente junior cantando "Oye cómo va, mi ritmo, mulata", se codeaban el clan Bush, encabezado a nivel local por el gobernador Jeb Bush, el ex alcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani, y el general que dirigió las guerras de Afganistán e Irak, Tommy Franks.

Y junto a ellos gente como Lucy Orlando, una haitiana que sigue a Bush por todo el país, vestida con un traje forrado de insignias, fotos y luces con Bush, que asegura que el presidente le guiña un ojo siempre que la ve. Y hasta un emigrante gallego, Dimas Domínguez, mecánico dentista, presidente del concejo republicano de Miami Beach, estaba convencido de que Bush había demostrado "ser más fuerte e ir al grano".

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Jeb sólo reiteraba lo "orgulloso" que estaba de su hermano, y Giuliani elogiaba el liderazgo y la sencillez: "Es el hombre que nos puede liderar en los días más oscuros, tiene convicción y no es nada pretencioso como ha podido usted comprobar esta noche". A Franks no hubo manera de arrancarle palabras, se fue pronto, seguido de Giuliani. La aparición de Bush fue intensa pero corta, unos 25 minutos, y se despidió repitiendo que se tenía que ir a dormir pronto para viajar temprano a Pensilvania y seguir haciendo campaña.

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