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Las bebidas energéticas pierden sus efectos estimulantes cuando se mezclan con alcohol

El consumo de estos productos tampoco reduce las repercusiones de las intoxicaciones etílicas

Miquel Noguer

Tienen colores llamativos, envases de diseño y han logrado hacerse un hueco en todas las barras de bares y discotecas. Las bebidas energéticas, con elevadas dosis de cafeína, taurina y vitamina B, han hallado su hueco comercial entre un público que las consume para retardar los síntomas del cansancio y aguantar, bailando y sin bostezos, hasta altas horas de la madrugada. Pero un reciente estudio de la Universidad Federal de São Paulo (Brasil) podría obligar a muchos de sus consumidores a modificar el consumo que hacen de estas bebidas.

Y es que la mezcla de estos productos con bebidas alcohólicas no hace más que modificar sus propiedades originales hasta desactivar cualquier tipo de efecto estimulante o retardante del cansancio. O en otras palabras: la habitual mezcla de bebidas energéticas con whisky o vodka convierte el combinado en un simple brebaje alcohólico que en nada ayuda a mantenerse despierto o a prolongar la actividad física.

"Los voluntarios no lograron mejor rendimiento corporal tras consumir la mezcla"

Para llegar a esta conclusión, un grupo de investigadores del departamento de Psicobiología de la Universidad de São Paulo realizó un ensayo en diferentes clubes nocturnos con 136 jóvenes, a los que preguntaron qué tipo de bebidas suelen mezclar con alcohol. El 76% de éstos afirmaron consumir habitualmente bebidas energéticas. Muchos de ellos explicaron, además, que lo hacían para "reducir" los efectos depresivos del alcohol. Otros, sin embargo, atribuían a estas bebidas una supuesta amplificación de los efectos excitantes del alcohol.

Los principales efectos descritos por los jóvenes al combinar bebidas alcohólicas con otras de carácter energético fueron felicidad (37%), euforia (30%) y extroversión (26%).

Con estos resultados los investigadores reclutaron a 14 jóvenes voluntarios, todos ellos hombres, a los que sometieron a cuatro sesiones durante las cuales recibieron agua, alcohol (1,0 gramos por kilo), una bebida energética y alcohol mezclado con una bebida energética. Después de consumir cada una de estas sustancias o combinaciones los voluntarios pedalearon hasta que su corazón alcanzaba su máxima capacidad de bombeo. Una hora después de la prueba los investigadores midieron sus constantes corporales. Y los resultados fueron claros. Maria Lucía Formigoni, una de las investigadoras, explica que "del estudio sacamos la conclusión que los voluntarios no lograron un mejor rendimiento corporal ni una menor afectación por causa del alcohol cuando mezclaron una bebida energética con otra alcohólica".

Según Formigoni, "los jóvenes deberían tener cuidado al consumir estas bebidas porque, aunque no hemos detectado ningún efecto nocivo de las mismas, sí hemos visto que su consumo puede hacer creer que uno se encuentra en un estado de forma que realmente no tiene".

Aunque el ensayo se realizó con una marca concreta de bebida energética (Red Bull), "podemos extrapolar el resultado a todas las bebidas energéticas presentes en el mercado, puesto que todas ellas se componen básicamente de cafeína, taurina, glucolactone, vitamina B, inositol, glucosa y sacarosa", explicó Formigoni.

Los investigadores brasileños concluyen, asimismo, que se deben seguir investigando los efectos de las bebidas energéticas, sobre todo en mujeres. "Muchas campañas publicitarias sobre este tipo de productos se dirigen a chicas adolescentes y nuestro estudio no ha alcanzado a determinar si en ellas las bebidas energéticas mezcladas con alcohol puede afectar su memoria o percepción del tiempo".

De momento el equipo investigador de la Universidad Federal de São Paulo ha comenzado ensayos con ratones y, en principio, no han hallado ningún efecto que deba considerarse negativo.

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Sobre la firma

Miquel Noguer
Es director de la edición Cataluña de EL PAÍS, donde ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona, ha trabajado en la redacción de Barcelona en Sociedad y Política, posición desde la que ha cubierto buena parte de los acontecimientos del proceso soberanista.

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