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Europa intenta cerrar sus heridas en Bosnia con la reconstrucción del puente de Mostar

Musulmanes y croatas inauguran el emblemático monumento destruido en la guerra

Hay pocas obras más simbólicas que un puente. Lo sabía el general croata que en 1993 ordenó volar el puente viejo de Mostar, construido por los turcos en 1566 y que cruzaba el río Neretva por la parte musulmana. Lo saben los representantes de más de treinta países que ayer, bajo un calor sofocante, celebraron en la capital de Herzegovina su reinauguración como si fuera el inicio de la amistad entre musulmanes, croatas y serbios. Pero la reconciliación está lejos de ser sincera y real. Los croatas dieron la espalda al acto y los musulmanes temen que la nueva estructura suponga el fin de la memoria.

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El presidente de Bosnia-Herzegovina, Suleiman Tihic, afirmó: "Con este puente queremos sentar las bases de un Estado multicultural, multirreligioso y multiétnico, como siempre fue Bosnia". La ceremonia de inauguración incluyó fuegos artificiales, bailes de toda Europa (hasta flamenco) y tuvo su momento más emotivo cuando el ballet simuló sufrir un bombardeo mientras una pantalla mostraba imágenes de la guerra en Mostar y del bombardeo del puente. El alto representante de Naciones Unidas en Bosnia-Herzegovina, Paddy Aschdown, dijo por su parte: "La historia de este puente no habla de ladrillos, cemento y arquitectura, sino de Europa con sus civilizaciones y sus miserias".

"Nuestra presencia aquí simboliza la reconciliación", señaló por su parte Paul Klein, representante del secretario general de la ONU, Kofi Annan. Klein añadió: "No podemos modificar el pasado, pero, como demuestra este magnífico puente, tenemos cierto poder para controlar el futuro". El comisario europeo de Asuntos Exteriores, Cris Patten, aseguró que la diferencias culturales "nunca pueden ser el origen de una guerra".

El puente es de piedra blanca, mide 27 metros de alto y 30 de largo, tiene un arco apuntado único en el mundo. Fue defendido del asedio serbio en 1992 por croatas y musulmanes, aliados entonces y mayoritarios en la zona. En 1993, los serbios desistieron de la conquista de la ciudad y se replegaron en el monte Vélez. Entonces estalló una segunda guerra entre croatas y musulmanes. El 9 de noviembre de 1993, un general croata ordenó volar el puente. Alegó que se trataba de una infraestructura militar, aunque por él no cabe ni un coche. Era mucho más que eso, se trataba de un símbolo. La ciudad debe su nombre a los mostari, los constructores del puente.

Las piedras quedaron sumergidas durante años en el el río Neretva. Algunas tienen marcada la expresión Don't forget (No olvidéis), grabada por los musulmanes de Mostar. Muchos temen que la reconstrucción del puente suponga un velo sobre la memoria. "La gente ve a los políticos aquí reunidos y teme que sea el fin de la ayuda, que Europa piense que está todo arreglado, pero no es así. Esto es el principio del camino de la reconciliación. Europa no nos ayudó en la guerra y tiene que hacerlo en la paz", dice Sead Hadzibeganovic, un arquitecto de 26 años, y que es de los más entusiastas con la obra. Afirma que podría estar todo el día admirando el puente.

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La mayoría de los bosniomusulmanes de Mostar ve con una mezcla de desdén y curiosidad la nueva estructura, dicen que no es idéntica a la antigua. Uno de los pocos croatas que se han interesado por la inauguración apunta: "Todas las comunidades sufrieron; tenemos que superarlo". Ayer junto al Stari Most había pocos ciudadanos de Mostar, tal vez porque no era fácil acercarse. El acceso fue cortado en la noche del jueves y la ciudad fue tomada por 1.900 policías. Cerca del lugar de las celebraciones había más periodistas, policías, guardaespaldas y políticos que ciudadanos de ambos lados de Mostar.

Anto Sain, uno de los tres ingenieros que ha dirigido el proyecto, se defiende de las críticas: "Es una copia del original. Lo hemos construido con piedras de la misma cantera. Si no parece igual es porque es imposible que un puente nuevo luzca igual que uno de 600 años".

La reconstrucción ha sido financiada por el Banco Mundial, la Unesco y la UE, y ha costado 15 millones de euros. A la inauguración acudieron representantes de los Gobiernos y la realeza europea: el príncipe Carlos de Inglaterra, los ministros de Exteriores de Italia y Francia, entre otros. España, que mantiene un destacamento militar en Mostar desde hace más de 10 años, estuvo representada por la secretaria de Estado de Cooperación, Leire Pajín.

Fiesta de reinauguración del viejo puente, en Mostar.
Fiesta de reinauguración del viejo puente, en Mostar.REUTERS
El Viejo Puente de Mostar, tras su reconstrucción 11 años después de su voladura por la artillería croata.
El Viejo Puente de Mostar, tras su reconstrucción 11 años después de su voladura por la artillería croata.AP

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