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Vivir con miedo en la antigua Constantinopla

Juan Carlos Sanz

Las 18 sinagogas de Estambul cerraron sus puertas ayer, en el Shabat sagrado para el judaísmo, por razones de seguridad. Una semana después de los atentados que destruyeron dos de sus templos y causaron 25 muertes, los 25.000 miembros de la comunidad judía de la antigua Constantinopla prefirieron celebrar sus ritos religiosos en lugares secretos. El terror desatado por la última ola de ataques ha hecho saltar en pedazos la vida cotidiana en la capital económica turca.

Alí Sahín, de 61 años, desgranaba ayer las cuentas de su rosario musulmán ante las ruinas de la sinagoga de Neve Shalom, situada a los pies de la histórica torre de Gálata. Su hijo Murat, un comerciante de 37 años, murió en la explosión de la semana pasada. Del negocio familiar apenas quedan los escombros. "Los atentados han golpeado a Turquía en el peor momento", musitaba Shaín con aire desconsolado, "cuando empezábamos a salir de la crisis económica. ¿Qué vamos a hacer ahora?".

La sinagoga se encuentra en Beyoglu, el antiguo barrio cristiano y diplomático donde el pasado jueves otro coche bomba estalló ante el Consulado británico. EE UU trasladó hace meses su representación consular fuera de este distrito al considerar que ya no podía garantizarse su seguridad.

En el extremo norte de Beyoglu se sitúa la sede del Instituto Cervantes, que suspendió sus clases durante tres días a finales del pasado octubre por una alerta de seguridad, según confirman fuentes del propio centro de enseñanza español, tras recibirse varias amenazas contra intereses occidentales en Beyoglu. Durante la guerra en Irak, el Instituto Cervantes permaneció abierto mientras instituciones culturales británicas y estadounidenses cerraban sus puertas.

El Consulado español se localiza en el distrito de Levent, donde explotó un segundo coche bomba el jueves ante las oficinas del banco londinense HSBC. Sus instalaciones permanecían ayer cerradas, con motivo del final del Ramadán, vigiladas por un guarda privado tras una verja, un agente turco uniformado en una garita y otro de paisano ante la puerta principal. "Esperamos que el Ayuntamiento nos autorice lo antes posible a colocar barreras para incrementar la seguridad", explicaba este último.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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