La eutanasia se vive sin escándalo en los pocos países que la toleran
Sólo Holanda, Bélgica, Suiza y Estonia admiten la muerte asistida
Morir "dignamente" sólo es posible hoy junto al mar del Norte. Holanda y Bélgica son los únicos países del mundo que han regulado la eutanasia activa. Estonia y Suiza sólo admiten el suicidio asistido. Tras años de polémicas, la promulgación de esas leyes ha desactivado cualquier escándalo social. Holanda, país pionero, registra sin sobresaltos 36 eutanasias cada semana, mientras que el primer año de la ley belga arroja aún una media de tres. En ambos países se sigue con lupa la aplicación correcta de la ley en cada uno de los casos.
Bruselas ha ido más lejos que La Haya al permitir casos de grave sufrimiento psicológico
Países de mayor envergadura, como Francia, Reino Unido y España, siguen sumidos en un debate público sobre la eutanasia que refleja una tolerancia creciente hacia la eutanasia activa y devuelve periódicamente el asunto a la actualidad, como la reciente encuesta oficial española que demuestra que seis de cada 10 médicos están a favor.
Pero los casos del territorio del Norte en Australia, obligado en 1996 a derogar su regulación legal de la eutanasia, y del Estado norteamericano de Oregón, que en 1999 vio anulada la suya por presiones políticas, demuestran las dificultades de un asunto ético que sólo se abre paso cuando el cambio social está maduro.
Como en Holanda y Bélgica. La primera empezó a registrar sus primeros casos de eutanasia, una vez despenalizada, en 1998. Pero la regulación no llegó hasta abril del año pasado, cuando entró en vigor la ley impulsada por el Gobierno laborista de Wim Kok. Curiosamente, el número de casos registrados el año pasado (1.882 en un país de 15 millones de habitantes) se redujo ligeramente (172 menos) respecto al año anterior. El 85% de la población apoya la nueva normativa, viene a considerar la eutanasia como un derecho adquirido y el Gobierno demócrata-cristiano no se plantea cambiar las cosas.
En Holanda, con 15 millones de habitantes, cinco comisiones regionales compuestas por médicos, juristas y especialistas en ética se encargan de comprobar que el proceso aplicado ha respetado la normativa. Sólo los casos de incumplimiento suscitan el recelo social. De hecho, la atención se centra ahora en los cinco casos que las comisiones han puesto en manos de la fiscalía por sospechar que no se han desarrollado de forma correcta. La pena por esta causa puede ser de hasta 12 años de cárcel.
Bélgica, donde viven 10 millones de personas, se ha estrenado mucho más tarde en la eutanasia activa. Su primer año de aplicación, iniciado en septiembre del año pasado, se ha vivido también sin ningún sobresalto. El comité nacional de expertos, que analiza a posteriori cada uno de los 170 casos oficialmente declarados en un año, no ha enviado ninguno de ellos a la fiscalía. Se considera que en este país de profunda tradición católica se ha realizado el doble de eutanasias activas de lo admitido. Pero el asunto, que generó ríos de tinta en el pasado, ha desaparecido de los medios, una vez que dejaron constancia con escándalo que la eutanasia activa era una práctica habitual que se desarrollaba sin control en la clandestinidad.
Y, sin embargo, la ley belga ha ido aún más lejos que la holandesa al permitir la eutanasia en casos de sufrimiento psicológico constante e insoportable y al no contemplar expresamente, como en el país vecino, que sólo los nacionales o residentes oficiales en el país tienen derecho a acogerse a la eutanasia.
Todos los expertos aseguran que no se ha producido el tan temido aflujo de extranjeros, porque la ley prevé un procedimiento que requiere estar previamente en manos de los servicios sanitarios del país. Mientras tanto, se espera que los médicos dejen de sortear las formalidades y que poco a poco se vayan registrando más casos oficialmente, en un acercamiento a la realidad cotidiana.
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