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El Museo Arqueológico Nacional rastrea el arte bizantino en España

La exposición presenta 165 piezas de manifestaciones artísticas a lo largo de mil años

Un mapa sobre el Imperio bizantino en el siglo VI señala los dominios sobre buena parte del Mediterráneo oriental y su capital, Constantinopla, centro espiritual y artístico. El Museo Arqueológico Nacional, en Madrid (Serrano, 13, www.man.es), presentó ayer, con la asistencia de la reina Sofía, la exposición Bizancio en España. De la antigüedad tardía a El Greco, dedicada a las obras bizantinas conservadas en España y a la influencia de un imperio de más de mil años, desde los comienzos de la Edad Media al inicio de la Edad Moderna, con el bizantinismo de El Greco.

"Es una propuesta científica, novedosa y atractiva", declaró el director del Museo Arqueológico Nacional, Miguel Ángel Elvira, al presentar la exposición Bizancio en España. De la antigüedad tardía a El Greco, que permanecerá abierta al público hasta el 6 de julio, con el patrocinio de la Caja de Ahorros del Mediterráneo.

La sala de exposiciones temporales del museo se ha convertido en una basílica paleocristiana, con juegos de luces y colores, en un montaje diseñado por Jesús Moreno & Asociados, que lleva al visitante a El Redentor, de El Greco, en la nave central, y a la dispersión en vitrinas de 165 piezas (91 en préstamo y 74 del Arqueológico Nacional), procedentes de 38 museos e instituciones, con unos seguros que alcanzan los 51 millones de euros.

La intención del comisario de la exposición, Miguel Cortés Arrese, catedrático de Historia del Arte de la Universidad de Castilla-La Mancha y miembro del comité español de estudios bizantinos, es prolongar el interés por el arte bizantino, que ha tenido desde los años noventa diversas exposiciones en Milán, Londres y París.

La exposición recoge las obras bizantinas conservadas en España -alguna ha terminado en el Metropolitan de Nueva York-, sobre todo procedentes de Cartagena, la ciudad más importante, junto con las factorías industriales de Málaga, Algeciras y Ceuta, en el control del Estrecho. El montaje representa, según Miguel Ángel Elvira, la actualidad de la bizantinística española, que en los últimos 15 años celebra unas jornadas y mantiene una revista, con la publicación de los textos clásicos y la difusión de los iconos. También se ha querido volver a la idea del bizantinismo de El Greco, desarrollada por los pensadores de la generación del 98 frente a los partidarios de la crítica del arte italianizante.

El Disco de Teodosio, de los siglos IV-V, en plata fundida y cincelada, descubierto en 1847 en Almendralejo (Badajoz), se identifica como la pieza central del arte bizantino en España y una de las joyas de la colección de la Real Academia de la Historia (que tras su restauración sólo presta una reproducción). El comisario, Miguel Cortés Arrese, invita a conocer otras piezas singulares y poco expuestas, como el manuscrito del Nuevo Testamento (del Monasterio de El Escorial, Patrimonio Nacional), del siglo XII, cuyas figuras de Judas y Pablo son la imagen de la exposición y portada del catálogo.

El comisario ha dividido el montaje en seis secciones temáticas, que arrancan con el descubrimiento de Bizancio en España a lo largo de los siglos XIX y XX, con el testimonio de eruditos, viajeros y diplomáticos, donde destaca la expedición científica de la fragata Arapiles y los estudios de Juan de Dios de la Rada y Delgado. El Disco de Teodosio es una de las imágenes del poder, junto a otros objetos de lujo, monedas y tejidos.

La vida cotidiana en Bizancio y en otras áreas del Mediterráneo oriental se ilustra con objetos de excavaciones, que recogen el tráfico comercial, los objetos de iluminación (lámparas de bronce y cerámica) y de liturgia, como la evolución del iconostasio, el muro de piedra y mármol que separaba el ábside y el resto de las iglesias. En una zona especial se han situado los manuscritos bizantinos, que se conservan en las bibliotecas de El Escorial y en la Nacional, en los que destaca el esplendor de las materias ricas y el color con fondos de oro. Otra sección está dedicada al arte para la liturgia, de espíritu monástico e inspiración oriental, que se pueden descubrir en una selección de iconos (como el de la catedral de Toledo), incensarios y cruces decoradas. El catálogo amplía las distintas secciones, con trabajos de Miguel Cortés Arrese, Marina Chinchilla, Pedro Bádenas, Darío Bernal y Margarita Vallejo, Inmaculada Pérez, Ángela Franco y Miguel Ángel Elvira.

La reina Sofía, con el diseñador del montaje, Jesús Moreno, ayer, durante el recorrido de la exposición.
La reina Sofía, con el diseñador del montaje, Jesús Moreno, ayer, durante el recorrido de la exposición.EFE

El bizantinismo de El Greco

El mundo bizantino no termina con la caída de Constantinopla en 1453 y la exposición prolonga la vigencia del imperio en el ejemplo de El Greco para demostrar el Bizancio después de Bizancio, en los patriarcados tradicionales, la república monacal del Monte Atos, los principados rumanos de Valaquia y Moldavia, en Chipre (hasta 1570) y en Creta (hasta 1669). Las raíces bizantinas de El Greco fueron reivindicadas por historiadores españoles (Cossío, Camón Aznar) y es uno de los argumentos de la exposición. El visitante puede contrastar la evolución de los iconos, e incluso la forma de construir estas imágenes sagradas sobre soportes de madera, con los cuadros de El Greco y de su taller. Destaca El Redentor, donde el comisario de la exposición descubre la tradición medieval, la forma de la mano al bendecir y la sustitución del libro por la esfera. En Alegoría de la orden de los camaldulenses tiene la novedad de la perspectiva invertida.

También están Santiago el Mayor peregrino, El expolio, sobre el tema del prendimiento en el arte bizantino; La Verónica, dentro de la misma tradición con sus variantes, y la parte baja de El entierro del conde de Orgaz, con la iconografía oriental de la Dormición de la Virgen. La influencia bizantina de El Greco se vio en la muestra Identidad y transformación, del historiador J. Álvarez Lopera, que recorrió Madrid, Roma y Atenas en 1999 y 2000.

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