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Columna
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El hombre que escuchaba silbando

Juan Cruz

Don Gonzalo era un géminis en estado puro; lo dice el catedrático Darío Villanueva, su amigo, para explicar la dualidad cervantina, y ferrolana, de su literatura; y la casualidad del destino hizo que otro amigo suyo, el pintor Felipe Criado, lo retratara en 1991 como si fuera un hombre duplicado: un Torrente inquisitivo contempla cómo un Torrente meditabundo se toma un café en un bar de Salamanca. José Saramago, el autor de El hombre duplicado, precisamente, que ayer acudió a rendir homenaje a Torrente, explicó que probablemente un Gonzalo le estaría diciendo al otro: "¿Qué haces ahí, tomando café, en lugar de estar trabajando en casa?". Villanueva le dio más sentido a la pregunta: "¿Qué haces que no estás escribiendo la segunda parte de La saga / fuga?".

Al otro Torrente, al meditabundo, le hubiera gustado que al menos se cantaran tangos en el acto de ayer. Ésa era la pasión de este hombre tan musical que silbaba para escuchar. Pero el protocolo es el protocolo, y, aunque seguro que al Rey y a la Reina no les hubiera importado que se rompiera la rigidez del reglamento, allí nadie cantó. Únicamente habló Fernanda Sánchez-Guisande, la viuda de Torrente, que reveló un dato poco conocido: en 1939 Torrente le dio clase a Fraga en la Facultad de Historia de Santiago, cerca de la fundación que ahora lleva el nombre del escritor de Ferrol, enfrente de un restaurante que, así son las cosas, entonces se llamaba El Comunista. Después el Rey descubrió la placa que recuerda que ayer nació un lugar para Torrente en una tierra que fue su primera naturaleza. Su segundo nacimiento fue la literatura. Saramago decía ayer: "Era un humanista escéptico, un espíritu volteriano, alguien que ha vivido como si ya conociera todo de la vida, como si la vida no le fuera a dar ninguna sorpresa". Hay dos fotos de Torrente: en una está con Borges, y escucha hablar al argentino. En la otra le habla Cela, su amigo gallego. Aquí también escucha Torrente; en ambos casos silba, muy seriamente.

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