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Reportaje:CONTRASTES MOSCOVITAS / y 3

LOS RADICALES QUE AÑORAN UN PASADO TOTALITARIO

Su estética y su credo político mezclan el nacionalismo desatado con la nostalgia de los tiempos de Stalin. Con 9.000 seguidores, muchos de ellos muy jóvenes, el Partido Nacional Bolchevique es uno de los pilares del espectro radical ruso.

Pilar Bonet

Los lunes, a las siete de la tarde, el Partido Nacional Bolchevique (PNB) celebra su asamblea general. La cita es en el búnker, como llaman al laberíntico sótano moscovita, donde, entre tuberías de calefacción y carteles revolucionarios, se reúnen los seguidores ideológicos de Eduard Limónov, un provocativo escritor underground de la época soviética, que se consume hoy en una cárcel de la región del Volga.

En abril de 2001, Limónov, de 59 años, fue detenido en la región siberiana del Altái. A partir del 9 de septiembre, le juzgarán en la ciudad de Sarátov por unos exóticos delitos que pueden traducirse en más de 20 años de prisión. Le acusan de compra y tenencia ilícita de armas, de exhortación a la lucha armada y de conspiración contra el régimen del presidente de Kazajistán, Nursultán Nazarbáyev.

'Apoyamos el sistema soviético hasta la muerte de Stalin en 1953', dice un dirigente del PNB
El Partido Nacional Bolchevique cree que los 'derechos de la nación' superan a los 'derechos humanos'

Del resultado del proceso depende el futuro del PNB. Este partido, que el escritor fundó en 1994, es uno de los pilares del espectro radical de Rusia. Sus responsables aseguran tener cerca de nueve mil seguidores y filiales en varias ex repúblicas soviéticas.

En las calles de las ciudades rusas se mueven hoy a sus anchas marginales de distinto pelaje. Bandas de jóvenes seudomoralizadores destruyen libros de autores posmodernos como Vladímir Sorokin; misteriosos desconocidos colocan carteles antisemitas con paquetes bomba incorporados y cabezas rapadas golpean a propios y extraños por el solo hecho de tener aspecto no ario.

En este magma, hay un espacio para los seguidores de Limónov, que se declaran nacionalistas rusos, pero que a diferencia de otros partidos de esta tendencia no son antisemitas ni basan sus antipatías o simpatías en factores raciales. Los limontsi se han marcado la misión revolucionaria de 'destruir el sistema hasta sus cimientos' y para ello combinan a su antojo ideas de derechas e izquierdas.

La estética y el esperpento son el plato fuerte del PNB. Sus militantes tienen el sentido del humor del que carecen las juventudes del Partido Comunista de la Federación Rusa y otros grupos que se toman muy en serio a sí mismos. Los natsboli, como se llaman a sí mismos, se balancean en los límites de lo permitido y juegan a sorprender y escandalizar.

'El nacional bolchevismo es un estilo'. Olga Shálina, de 18 años, explica su gusto por los uniformes con una de las consignas favoritas del partido. El lunes pasado, acudió a la asamblea general con boina de Che Guevara. Hoy ha venido enfundada en una rígida blusa blanca y el cabello recogido en una coleta de institutriz germana. 'Me gusta la estética fascista y también aquellas películas donde desfilaban jóvenes rubios, fuertes y deportivos, que nada tienen que ver con nuestros soldados de hoy, tan enclencles y contrahechos', explica. Con vocabulario de inspiración nazi, Olga se presenta como bunkerführer o líder del búnker. 'En una estructura militar sería una joven teniente', aclara. Ella es la encargada de reclamar las cuotas (la inflación ha pulverizado las contribuciones habituales de un euro al mes) y de invitar a sus camaradas a participar en los entrenamientos de lucha cuerpo a cuerpo que imparte el partido.

En la vida oficial Olga es estudiante de electrónica y matemáticas. En la vida real, se pasa la mayor parte de su tiempo en el búnker. 'Sólo voy a mi casa para cambiarme de ropa y coger dinero. Mis padres no se oponen, aunque les gustaría que acabara mis estudios'. 'Mi papá es mayor del ejército y está en el cuerpo de ingenieros. Un día me dio un ejemplar de Limonka (nombre que, además de jugar con el apellido del líder, en la jerga militar significa granada) y así descubrí al PNB', agrega. Limonka, el periódico del partido, se redacta en el búnker y continúa saliendo, pese a que en julio un tribunal de Moscú lo declaró fuera de la ley a instancias del Ministerio de Prensa. 'Hemos presentado un recurso. Nuestra tirada de 11.500 ejemplares es excelente para un grupo radical', dice Alexandr Averin, el estudiante de ingeniería metalúrgica de 21 años, que ejerce como jefe de prensa del PNB.

Alexandr, que como Olga es hijo de militar, me tiende la última Limonka. Por la cocina, decorada con cintas engomadas repletas de moscas adheridas, llegamos al salón de actos del búnker. Los símbolos oficiales del partido, una hoz y un martillo, dibujados en un círculo blanco sobre una bandera roja, presiden el escenario. A la izquierda, hay un póster con la imagen de Limónov y el anuncio de una feria literaria en Estrasburgo en 1989. Aquéllos eran los tiempos en que el autor, exiliado en 1974, triunfaba en Europa con obras como Yo, Édichka (traducido al francés en 1980 como El poeta ruso prefiere los negros grandes, El verdugo (1986) y El joven canalla (1986).

La situación es apurada para el Partido Nacional Bolchevique. El líder y otros cinco dirigentes están en prisión. No hay dinero y el desahucio del búnker por impago de alquiler puede ser inminente. Una decena de natsboli duermen en el sótano y vigilan para impedir la ejecución por sorpresa del desalojamiento.

'Estamos intentando ganar tiempo, pero no hay nada que hacer. El comité de propiedad de Moscú ha rescindido el contrato de alquiler', dice Anatoli Tishin, el presidente en funciones, al que los militantes se dirigen como gauleiter, en clara analogía con el Partido Nacional Socialista Alemán. 'El dinero lo necesitamos para Limónov. Mandamos a dos de nuestros militantes a Sarátov para llevarle comida a la prisión', señala. Mijaíl y Vladímir, los emisarios, no fueron bien recibidos en Sarátov. Tishin asegura que fueron víctimas de una paliza y que los agresores pudieran haber sido cadetes del Ministerio del Interior o, tal vez, cabezas rapadas.

Entre la cincuentena de personas (rapados, semirrapados, con rizos engominados) asistentes a la asamblea se sienta discretamente Nadezhda Vóronova, la obrera textil que en una ocasión abofeteó al ex presidente de la URSS Mijaíl Gorbachov con un ramo de claveles. 'Sólo me pusieron una multa administrativa', explica con dulce sonrisa.

En las memorias políticas de Limónov, escritas en la cárcel, Gorbachov es un 'tonto de pueblo' y Yeltsin, un 'canalla'. En cuanto a Putin, Tishin lo califica como 'un funcionario oportunista sin capacidad para dirigir una gran potencia'. El gauleiter acusa al presidente de ser el 'primer germanófilo de Rusia'. 'Putin está dispuesto a vender las islas Kuriles a Japón y a entregar Kaliningrado a los alemanes', dice. El PNB propugna un imperio basado en la 'civilización rusa desde Vladivostok hasta Gibraltar', donde los 'derechos de la nación' estén por encima de los 'derechos humanos' y el separatismo sea 'reprimido despiadadamente'.

Tishin, de 35 años, ha dejado su empleo para consagrarse al partido. Mientras estaba en la cárcel en Ucrania (por ocupar el club náutico de Sebastopol), quedó bien situado en unas elecciones municipales en Rusia. Asegura debérselo al lema de su campaña electoral: 'Anatoli Tishin, empleado del depósito de cadáveres. Piensa en el futuro'. Justamente el futuro es lo que preocupa ahora al gauleiter. El PNB, que está registrado en un ámbito regional, aspira a seguir en la legalidad tras la aprobación de la nueva ley que obliga a los partidos políticos a registrarse de nuevo en el Ministerio de Justicia. Pero en el ministerio todas las ventanillas están cerradas para la palabra 'revolución'.

'La revolución no es sólo política, sino también mística y estética', afirma. Por desgracia para el PNB, no es financiera. 'Pidan a sus amigos que inviertan en la revolución', exhorta el dirigente, pero sus ejemplos sobre los mecenas rusos que subvencionaron a Lenin resultan poco persuasivos. De momento, el partido consume los honorarios de las obras que Limónov escribe en la prisión.

No sólo los natsboli están en apuros en los medios marginales rusos. El abogado Dmitri Agronovski informa que sus defendidas -dos militantes de la Unión Poetizada de la Elaboración de la Teoría de la Felicidad Universal- han sido condenadas a ocho y seis años de cárcel, respectivamente, por tenencia ilícita de armas.

Los natsboli defienden el espíritu y la estética constructivista y revolucionaria de los años veinte, pero van más allá. 'Apoyamos el sistema soviético hasta la muerte de Stalin en 1953. Puede que Stalin cometiera excesos, pero los cambios sufridos por Rusia desde la época de Gorbachov han causado más víctimas que el Gulag', dice Tishin, que es tan tolerante con el dictador como con la creatividad artística. Incluso está dispuesto a batirse 'hasta la primera sangre' con los inquisidores que persiguen al escritor Vladímir Sorokin.

En el mundo marginal ruso hay fragmentos de muchos colores. Con sus bucles morenos y su jersey amplio y desgastado, el portavoz Averin dice sentir más afinidad por la estética de los intelectuales franceses amigos de Limónov que por los iconos fascistas. 'Somos antiglobalistas; estamos en contra del capitalismo mundial', afirma. Señalando hacia la hoz y el martillo de su insignia, que, por su diseño recuerda demasiado la esvástica de Hitler, exclama: 'Es una lástima que otros grupos occidentales con los que podríamos entendernos se asusten al ver nuestros símbolos. Pero no nos corresponde a nosotros cambiarlos'.

En los últimos meses, el PNB ha organizado varias protestas contra la política de la Unión Europea hacia Kaliningrado. En la estación de Bielorrusia de Moscú a fines de agosto, un grupo de natsboli enarbola una pancarta, en la que puede leerse: 'Kaliningrado, ciudad rusa'. 'Pero ¿quién nos la quiere quitar?', inquiere desorientado uno de los viandantes presurosos, que apenas reparan en un veintena de jóvenes de negro con la hoz y el martillo en el antebrazo.

Un joven militante del Partido Nacional Bolchevique posa junto a un cartel en el búnker, sede de la organización en Moscú.
Un joven militante del Partido Nacional Bolchevique posa junto a un cartel en el búnker, sede de la organización en Moscú.ANATOLI MORKOVKIN

De Francia a la prisión

Eduard Limónov, que regresó a Rusia a principios de los noventa tras residir en Nueva York y en París, es un personaje incómodo y extravagante. Muy marcado por una estancia en Serbia, fundó el PNB en 1994 tras convivir intensamente con los círculos de Rusia. Los defensores de la libertad de expresión situados en el espectro político liberal, que no simpatizan con Limónov, se han mostrado más bien tibios ante el procesamiento del escritor por acusaciones que parecen de dudoso fundamento. Dejando constancia de su distanciamiento intelectual, en París más de 50 intelectuales franceses y disidentes soviéticos han intercedido por Limónov en una carta abierta al presidente Putin. 'Soy inocente', dice el acusado en un mensaje a Jacques Chirac. Limónov, que publicó 17 libros en Francia y que en 1987 obtuvo la ciudadanía de aquel país, se considera víctima de una provocación de los servicios de seguridad rusos y ha comenzado a creer en la resurrección de 'los cadáveres sumergidos del pasado'. En opinión del experto en extremismo ruso Vladímir Pribilovski, las autoridades tienen motivos racionales para perseguir a Limónov, porque el escritor puede apartar una parte del electorado nacionalista del presidente. Además, opina que los servicios secretos no tienen nada que perder con la desarticulación del PNB al que no han infiltrado, a diferencia de otras organizaciones del espectro marginal. Según el experto, sería más difícil proceder contra el Partido Popular Nacional de Alexandr Ivánov Sujarevski, que capta cabezas rapadas.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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