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El valor del 'miró' apuñalado

El miró apuñalado que perteneció a Camilo José Cela y que luego pasó a pertenecer a su hijo no es de incalculable valor, como han repetido hasta la saciedad los medios de comunicación y hasta el mismo escritor en vida. Del pintor catalán, una obra de incalculable valor sería el Diálogo de insectos (1924), El carnaval del arlequín (1924) o una Constelación (1940); inmediatamente después vendrían las obras de los años veinte, treinta y cuarenta y las obras de primera época (si son bonitas) por su escasez. Del último periodo de Miró existen innumerables piezas en el mercado; el valor de esta obra, en particular, oscila entre los 240.000 y los 360.000 euros (entre 40 y 60 millones de pesetas).

El mercado del arte fluctúa según la historia del propio gusto, pero sobre todo atiende a la belleza y rareza de las obras. Una pieza muy bella del último periodo, por ejemplo, puede costar más de 240.000 euros y hasta incluso las del montón no harán más que subir con los años, dada la gran demanda de buenos mirós, lo cual hace subir su cotización general.

En este cuadro se da la circunstancia de su historia: un cuadro estropeado y restaurado pierde automáticamente una parte de su valor, pero su historial puede hacerlo aumentar. La procedencia es asimismo un factor que influye en el precio (no es lo mismo la colección de un nuevo rico americano que la colección Breton o Gaffé, pongamos por caso). Lo curioso del miró de los Cela es que, si no se equivoca la prensa, fue hecho por Manuel Viola, un notable artista español de la generación de posguerra que recreó, como también hiciera el pintor surrealista Óscar Domínguez, obras de otros, supongo yo que para mejorar una maltrecha economía. Así que éste es un miró del montón, realizado por Viola, repintado por Miró, rasgado por Cela, vendido por el hijo (que, de haber cobrado sólo dos millones de pesetas, como se ha escrito, habría sido simplemente timado) y ahora puesto a la espera, como suelen hacer muchos marchantes. Este historial un poco rocambolesco quizás pueda influir en su cotización pero, en todo caso, el destinatario lógico de esta obra es un coleccionista privado, ya que no posee un gran interés museográfico: no es que el lienzo 'no pudiera adquirirse por problemas presupuestarios', como se ha afirmado, sino sencillamente porque no posee suficiente envergadura artística para la colección de un gran museo. Esto no quita que no acabe en manos de un particular, amante de Miró y un punto fetichista, por ejemplo.

Victoria Combalía es crítica de arte, especialista en Miró.

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