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PASARELA CIBELES

Torretta y Larraínzar ofrecen ropa basada en el lujo y las pieles

En todos los desfiles hubo presencia política

El primer día de esta 35ª edición de la Pasarela Cibeles en Madrid comenzó con la buena impresión de los diseñadores que proponen sobre todo el color negro, las pieles y la sensualidad a toda costa. Transparencias, faldas cortas, accesorios de gran importancia y líneas envolventes fueron la nota dominante. La calidad y el interés de los desfiles se vieron contrarrestados por la enorme e inusual presencia de políticos en una pasarela de moda; entre los asistentes se encontraba también Ana Botella.

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La atención se desvió ayer muchas veces de la pasarela, que es el objetivo principal de estos actos, hacia la fila de autoridades, donde se iban acumulando políticos desfile tras desfile. Entraron primero Alberto Ruiz-Gallardón, presidente de la Comunidad de Madrid; Pilar del Castillo, ministra de Educación y Cultura; Juan Costa, secretario de Estado para el Comercio, y Luis Blázquez, consejero de Economía de la Comunidad de Madrid. Más tarde aparecieron Esperanza Aguirre, presidenta del Senado, y Ana Botella, esposa de José María Aznar. Un despliegue en claro apoyo gubernamental a Cibeles en cuanto al Plan Global de la Moda y la polémica por la ubicación futura de la llamada Pasarela Internacional.

Abrió los desfiles Javier Larraínzar con la sorpresa del uso abundante de la piel asociada a tejidos suaves. Hay en el modista madrileño más riesgo, con ponchos cortos, pantalones acampanados, terciopelos tratados y un uso controlado del brillo. Su gabardina en denim, los accesorios de ámbar y coral y la tela vaquera tratada con el mimo de la costura hablan positivamente de su evolución. Se nota en Larraínzar la influencia rusa en las chaquetas cortas con visón y los puños en resalto; también hizo un guiño, más que homenaje, a Yves Saint Laurent con un esmoquin exquisitamente cortado.

Modesto & Lomba presentó después una colección con más aciertos que puntos oscuros. Su primera salida fue muy miyake en tejido y concepto, pero bien resuelta al fin y al cabo. Después sacó ropa de hombre muy discreta, con el toque exuberante de pantalones de raso y un evolucionado abrigo corto. Lomba también mostró dobles botonaduras, combinó el marrón y el azul y apostó por las modelos simulando estar embarazadas, al estilo tremendista del polaco Arkadius, un recurso de dudosa efectividad y gusto. Su colección fue en general oscura, con el azul noche como recurso aglutinador.

Elio Berhanyer demostró seguir en posesión lúcida de su estilo cercano a la costura, de producir con exquisita calidad y de soñar con una elegancia poco vista ya, casi literaria. Usó mucho negro, miró también a Rusia y llevó la bata de boatiné de toda la vida al rango palaciego en versiones de raso espejo verde esmeralda, rojo o azul cobalto. Berhanyer debe seguir existiendo, pues es una referencia de algo que los demás ni hacen ni harán. Además, todo salón tiene el derecho y el deber de tener sus firmas memoriales, con su capacidad de fabricar una nueva mujer goyesca.

Roberto Torretta aportó el primer lleno total, y a golpe de tango mostró menos piel que otras veces, con estampados florales y trajes masculinos. Notable su falda pantalón y el uso del ante violeta, tanto en abrigos como en blusas caladas. Cerró la jornada Ágatha Ruiz de la Prada.

Arzuaga, en Londres

Por otra parte, en Londres, Amaya Arzuaga abrió el domingo la London Fashion Week (Semana Internacional de la Moda de Londres) con un desfile que dejó impresionada a toda la crítica internacional allí reunida, además del público que abarrotó la carpa del Museo de Ciencias Naturales. Arzuaga no duda en su progresión estilística, sin hacer concesiones banales, con un uso virtuoso y moderno del encaje, la piel y los tejidos cortados con láser; su ropa de hombre mostró chorreras descontextualizadas y se basó en la asimetría como norma de conducta estética. Al llegar al punto, su trabajo se deconstruye y logra piezas de gran originalidad y belleza.

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