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La Alianza frena su ofensiva a las puertas de Kabul

La oposición antitalibán dice haber tomado Herat, la ciudad más grande del oeste de Afganistán

Guillermo Altares

Hace una semana, la Alianza del Norte controlaba sólo un 10% del territorio de Afganistán. Ayer afirmaron que el 50% del país ya estaba en sus manos. Tal y como están avanzando sus tropas en los diferentes frentes, es muy posible que la cifra no sea una exageración. Con la misma facilidad con la que los talibanes empezaron a conquistar Afganistán hace cinco años, la Alianza está reconquistando el territorio perdido. La oposición se encuentra a pocos kilómetros de Kabul, la capital, y habían conquistado, según diversos testimonios, la ciudad de Herat, la más importante del oeste del país. Un portavoz de la Alianza aseguró que, por el momento, no tienen intención de lanzar una ofensiva contra Kabul.

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Esta vez parece que la Alianza del Norte -integrada por distintas facciones y mayoritariamente por grupos étnicos tayikos, uzbekos y hazaras frente al predominio pastún entre los talibanes- ha aprendido de los errores pasados y, en las ciudades en las que entran, hacen lo posible por mantener la ley y el orden y para que los muyahidin se comporten sin revanchismo.

Las noticias estuvieron ayer anunciando victorias todo el día, a golpe de teletipos urgentes, y no sólo en la zona del norte, donde las fuerzas de la Alianza son especialmente fuertes y cuentan con apoyos étnicos. Aunque no pudo ser confirmado de forma independiente, la Alianza aseguró que había capturado la ciudad de Herat, la más importante del oeste de Afganistán, y cercana a la frontera con Irán. La oposición anunció asimismo que sus tropas avanzaban hacia Kandahar, el feudo de los talibanes. En el norte, Kunduz, la última bolsa de resistencia del régimen de Kabul en esta parte del país, también cayó y quedó despejado el camino hacia la capital, por el sur, y hacia la ya conquistada Mazar-i-Sharif, por el este.

Según diferentes informaciones, la Alianza se encuentra a sólo escasos kilómetros de la capital del país. No obstante, un portavoz de la oposición, Wasudin Salik, tranquilizó ayer a Estados Unidos al afirmar que continuarán 'avanzando hacia Kabul', si bien no tienen la intención de tomar por ahora la ciudad. El presidente George W. Bush pidió el sábado a la oposición que se acerque todo lo que quiera a la ciudad, pero que no cruce sus puertas.

'No relaciones con Bush'

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Sin embargo, en la recién reconquistada ciudad de Taloqán, el general Daud, uno de los comandantes de la Alianza que más enteros está ganando gracias a sus recientes triunfos, señaló ayer a esta periódico: 'No tenemos relaciones con Bush. Seguimos nuestra propia política y somos el Gobierno de Afganistán'. Eso sí, tampoco quiso asegurar si, una vez llegados a las puertas de Kabul, entrarían en la capital o mantendrían sus posiciones hasta la primavera. El hecho de que los bombardeos estadounidenses sobre los talibanes en los alrededores de Kabul continuasen ayer puede ser una buena prueba de que el acuerdo de principios entre la Alianza y la Casa Blanca se mantiene.

Los temores de Estados Unidos y de otros países de la coalición internacional se deben a que, en caso de que no se produzca un acuerdo político y se logre la formación de un Gobierno amplio antes de la entrada en Kabul, se pueda repetir el caos de los años noventa, cuando las fuerzas que ahora componen la Alianza del Norte o el Frente Unido, integrado por muy distintas facciones y etnias, se dedicaron a combatir entre ellas con el mismo empeño con el que habían luchado contra los soviéticos. Aquel caos facilitó la llegada de los talibanes al poder.

Las fuerzas que combaten en Herat, en Bamiyán, en Kunduz o en Kabul son unidades autónomas que, en muchos casos, esconden como pueden rencillas y enfrentamientos apenas soterrados. En teoría, todos los comandantes dependen del Gobierno legítimo de Afganistán, reconocido por toda la comunidad internacional, con asiento en Naciones Unidas y presidido por Burhanedin Rabbani. En la práctica, cada comandante arma y paga a sus soldados y eso le da un poder enorme, sobre todo cuando su Ejército enlaza victoria tras victoria, como ahora. Rabbani advirtió ayer del peligro de una división étnica de Afganistán cuando termine la guerra.

La pregunta que todos se hacen en el norte de Afganistán es qué está pasando con los talibanes. En muchos casos están entregando ciudades clave sin luchar, incluso cuando cuentan con refuerzos de tropas paquistaníes o chechenas. Los soldados consultados en esta ciudad, que fue tomada sin combates callejeros, aunque los hubo en los alrededores, tienen dos teorías: o son unos cobardes o eran buenos afganos obligados a luchar. Esta última tesis puede explicar por qué se están produciendo deserciones masivas. En cualquier caso, si los talibanes se repliegan para hacerse fuertes en las zonas de mayoría pastún del sur del país, los avances no serán tan rápidos.

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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