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Reportaje:

'Sacamantecas' y el doctor Esquerdo

Un congreso revisa en Valladolid las relaciones históricas entre el crimen, la locura y la profesión psiquiátrica

Tener en condiciones las cuatro muelas del juicio es hoy día un síntoma de buena salud dental. Pero hace menos de un siglo era una prueba casi inequívoca de primitivismo y tendencia criminal. La razón era que, si la mayor parte de los seres humanos ya no tenían muelas del juicio, seguir con ellas era señal de algún tipo de retroceso evolutivo. Es uno de los datos que han desempolvado este fin de semana las jornadas sobre Crimen y locura, organizadas en Valladolid por la Sección de Historia de la Asociación Española de Neuropsiquiatría.

Los expertos han analizado el papel que han representado durante los últimos 130 años los psiquiatras españoles más prestigiosos, enfrentados a casos de relumbrón que en su día apasionaron a la opinión pública, como el de José Díaz de Garayo, el Sacamantecas.

Este individuo, acusado de estrangular y violar a seis mujeres en las provincias de Álava y Burgos entre 1870 y 1879, remataba sus crímenes destripando literalmente a las víctimas; de ahí su apodo, que todavía espanta a no pocos niños. La importancia de este asesino en serie no radica tanto ni en la naturaleza o el número de sus crímenes, como en el momento político en que se producen y en la repercusión social que tuvo el caso por la intervención de los psiquiatras, que empezaban entonces a considerar seriamente las deformidades físicas como prueba de conductas criminales.

La segunda mitad del siglo XIX y el primer tercio del XX se caracterizaron por la moda de buscar en las deformidades físicas la prueba evidente de la enfermedad mental. El psiquiatra Rafael Huertas, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), explicó que no sólo las muelas del juicio, sino una mandíbula prominente, simiesca, la forma de las orejas o el tamaño del cráneo eran considerados síntomas de enfermedad mental. 'Una cabeza grande indicaba anomalías cerebrales; una cabeza pequeña, falta de desarrollo mental'. Su colega del CSIC Ricardo Campos resume aquella moda con una frase contundente: 'Occipucio saliente, criminalidad innata'.

Ambos expertos coinciden en que todo ello constituyó 'un abuso de autoridad científica' que condenaba a la calificación de salvaje y criminal a quien se salía un poco de la norma física. Así, Rafael Huertas recuerda que, cuando los psiquiatras analizaban a un sujeto midiéndole las orejas, el cráneo o hurgándole en busca de las muelas, siempre lo hacían para encontrar rasgos criminales en personas que ya estaban en la cárcel acusadas precisamente de ese delito. 'Hay un error metodológico, puesto que los datos obtenidos dentro de las prisiones nunca se comparaban con los de la gente de la calle'.

El Sacamantecas fue ampliamente estudiado en su día por el doctor Esquerdo, que le visitó varias veces en la cárcel a pesar de que no actuaba como perito en la causa. Es este médico madrileño el que defiende en el Ateneo de la capital su teoría de los antecedentes familiares de los criminales, dictando dos conferencias tituladas Locos que no lo parecen. José María Esquerdo sostenía que el Sacamantecas le podía parecer normal a cualquiera sin experiencia en psiquiatría.

Pero ¿el Sacamantecas tenía cara de malo o no? 'Es difícil de saber', señala Ricardo Campos, 'puesto que no hay fotos. Si leemos la descripción del doctor Esquerdo, el individuo era una especie de monstruo, tanto por la forma del cráneo como por el resto del cuerpo'. Siguiendo las modas de la época, el doctor Esquerdo comenzaba sus exposiciones sobre el tema con una frase de escasa corrección política: 'Basta con ver y oír al acusado para darse cuenta de que es un anormal'.

Y aunque tanto peritaje no sirvió para librar a este monstruo de la pena capital, las teorías de Esquerdo y otros sí fueron tenidas en cuenta por los magistrados cuando juzgaron a otro criminal famoso: Cayetano Galeote, que el 19 de abril de 1886 mató de tres tiros al mismísimo obispo de Madrid, siendo Domingo de Ramos, en las escaleras de la iglesia y delante de los fieles.

Galeote, a quien los psiquiatras describían como una especie de simio, le describieron los periodistas como una persona simpática, muy normal y con una cara no especialmente desagradable. Condenado en un principio a la pena de muerte, un examen posterior lo convirtió en un enfermo de delirio de persecución, un paranoico, gracias a lo cual vivió hasta 1922 en un manicomio.

Y qué diagnóstico psiquiátrico le correspondió al Sacamantecas? Uno muy poco caritativo: 'Imbécil moral'.

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