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70 cervantistas debaten en Roma sobre la ironía y la emoción de 'El Quijote'

Las relaciones del escritor con Italia se analizan en un coloquio internacional

La Asociación de Cervantistas agrupa a 600 entusiastas de Miguel de Cervantes y de su obra. Setenta de ellos se han reunido en la Academia de España en Roma para hablar y escuchar sobre su autor preferido, con un programa de enorme intensidad: ayer se presentaron 18 ponencias y comunicaciones, desde las once de la mañana hasta casi las ocho de la tarde, y para hoy están previstas otras 24. Han viajado a la capital italiana hispanistas como el británico Anthony Close, los estadounidenses Daniel Eisenberg y Steve Hutchinson, y el francés Jean Canavaggio.

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Un Quijote fiel al original de Cervantes

El tema del encuentro es Cervantes en Italia, aunque ayer quedó desbordado con ímpetu para analizar temas tan importantes como si Cervantes conocía bien el italiano, si poseyó una biblioteca o cómo trató la ironía y la emoción en su obra cumbre.

El italiano Aldo Rugginatto trató del diálogo intertextual que se estableció entre Cervantes y Boccaccio. 'Las resonancias boccaccianas son impresionantes, e incluso la tercera jornada del Decamerón tiene un comienzo muy similar al del principio de El Quijote', dijo. Destacó 'la estrecha relación' entre Cervantes y Ariosto, entre El Quijote y Orlando furioso. 'En El Quijote predomina la parodia y Cervantes desarrolla la ironía de Ariosto'.

La profesora Pilar Manero, de la Universidad de Barcelona, se refirió a la literatura italiana en la obra de Cervantes, desde el punto de vista bibliográfico. 'Vivió seis años en Italia, entre los 22 y los 28, y conoció bien Roma, Nápoles, Palermo y Milán. La cultura y la literatura italianas le fascinaron. Leyó a Petrarca en su idioma original'.

Un idioma científico

Eisenberg añadió que el italiano era 'la única lengua extranjera que conocía Cervantes. Fue como una puerta que se le abrió, una vía de contacto con otros libros, con otras culturas. Para él, fue un idioma científico, que utilizó para investigar y aprender'. La primera duda 'que se nos plantea es si Cervantes poseyó una biblioteca o leía los libros que le dejaban. Siempre se ha hablado de la supuesta pobreza de Cervantes, pero todos los documentos relativos a sus empleos que he estudiado indican que tuvo recursos de clase media. Era un gran bibliófilo y consta que adquirió una historia de santo Domingo'.

José María Micó, de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, volvió al tema de las relaciones italianas de Cervantes en una brillante intervención en la que afirmó que fue un lector muy atento de las sátiras de Ariosto, 'siete piezas que no se entienden sin el Orlando, un prodigio de ironía'. El segoviano Santiago López Navia abordó la figura de Cervantes a través de dos libros de ficción: Cervantes, la novela de un genio, de Bruno Frank, y Vida y muerte de Cervantes, de Stephen Marlowe. 'La recreación literaria ata algunos cabos que la historia dejó sueltos', concluyó López Navia.

Close conquistó a los asistentes escenificando casi el modo en que Cervantes utilizaba 'la atenuación y la intensificación' en el humor. 'El suyo fue un extremismo moderado, su humor brota directamente de la ironía, una ironía elegante que evita lo macabro y lo escatológico. El rasgo que lo distingue de sus coetáneos es su arte de decir sin decir'. Y después del humor vino la emoción. Hutchinson reprochó a la crítica literaria que no se haya tomado demasiado en serio la emotividad. Eligió el capítulo 20 de la primera parte de El Quijote para mostrar cómo maneja Cervantes la emoción. 'Una noche de miedo o de valentía y un amanecer de risas dan cuenta de las relaciones entre el caballero y el escudero. Diría incluso que este capítulo está centrado en la emotividad. Don Quijote saca fuerzas de flaqueza y el miedo inicial se convierte en deseo de aventura. Para él, las emociones son transformaciones mágicas del mundo'.

Ilustración de Gustavo Doré para <I>El Quijote</I>.
Ilustración de Gustavo Doré para El Quijote.EL PAÍS

'La proyección de un genio nunca se acaba'

La Asociación de Cervantistas fue fundada en 1988 por un grupo de estudiosos liderados por José María Casasayas, su actual presidente. Mallorquín, jurista jubilado, no perteneciente al mundo académico, su pasión por Cervantes le ha llevado a luchar con todas sus fuerzas por esta organización, que tiene su sede en Alcalá de Henares. Es un hombre especial que impone una férrea pero cariñosa disciplina a los participantes en el coloquio. No les da tiempo al sosiego ni permite que se escapen a hacer turismo. Todos le quieren muchísimo. Ayer se emocionó hasta las lágrimas cuando en la inauguración del encuentro rindió homenaje a tres cervantistas fallecidos este año: Ted Riley, Manuel Ferrer-Chivite y Stefano Arata. Contagió su dolor a los asistentes. 'La única finalidad de la asociación es dedicarse a la obra y a la vida de Cervantes desde el punto de vista científico. Para ser cervantista sólo hace falta querer serlo'. Según Casasayas, el estudio de la obra y de la figura de Cervantes no tiene fin. 'La proyección de un genio nunca se acaba, y el único mérito de esta locura que vivimos es de Cervantes'. En la asociación hay muchísimos profesores de literatura, pero también hay juristas, médicos, psicólogos o abogados. Como, por ejemplo, Luis Larroque, director de relaciones públicas de la asociación. Fue director general del Banco Atlántico en Madrid, vicepresidente durante la creación de la Comunidad Autónoma de Madrid y, entre 1993 y 1996, trabajó en el Instituto Español de Comercio Exterior. 'Desde ese año me dedico estrictamente al cervantismo. Le entrego casi todo mi tiempo, esfuerzo y dinero'. Pronto publicará un libro en la editorial Biblioteca Nueva sobre Cervantes que, dice, dará mucho que hablar. Los cervantistas no académicos muestran quizá mayor pasión que los universitarios, aunque todos comparten entusiasmo por el más grande novelista de la lengua española. Los ponentes aprovechan los breves descansos del coloquio para seguir hablando del tema en los pasillos de la Academia de España. Todos apuran al límite el tiempo de sus intervenciones; también la extensión de los textos que publicará posteriormente la propia asociación.

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