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George W. Bush en estado puro

El lenguaje improvisado del presidente desata la alarma de portavoces, analistas y países árabes

Enric González

George W. Bush quiere a Osama Bin Laden 'vivo o muerto' y está dispuesto a perseguir 'a los tipos que hicieron eso' porque EE UU ha iniciado una 'cruzada' contra 'los malhechores'. Ese vocabulario parece más propio del parroquiano de un café que de un presidente en plena crisis nacional e internacional y ha causado cierta alarma en la clase política local y extranjera. Los asesores de la Casa Blanca lo saben, pero carecen de tiempo para preparar a su jefe antes de cada intervención y asumen el riesgo de que el mundo escuche a Bush 'en estado puro'.

Es absolutamente infrecuente que un presidente de los EE UU se vea obligado a rectificar sus palabras. Y eso le ha ocurrido a Bush ya más de una vez. Primero fue el término 'cruzada', que irritó a los países musulmanes, especialmente los árabes, por su connotación de guerra religiosa. El portavoz de la Casa Blanca, Ari Fleischer, tuvo que explicar el martes que Bush 'lamentaba' haber usado ese término.

Ese mismo día se repitió el problema. En presencia del presidente francés, Jacques Chirac, Bush repitió cuatro veces la palabra 'guerra'. 'No sé si deberíamos emplear el término guerra', comentó diplomáticamente Chirac, que ya había expresado antes de emprender viaje hacia Washington sus reservas sobre la terminología bélica que emanaba de la Casa Blanca. 'Lo que está claro es que es un nuevo tipo de conflicto', añadió. Desde ese momento, Bush procuró referirse al 'conflicto', la 'lucha' o la 'situación'. 'Lo que ocurre es que se está viendo al presidente mucho más que de costumbre. Normalmente se elige una sola de sus frases para emitirla en televisión; ahora se le escucha en versión integral', explicó Karen Hugues, la influyente asesora de prensa de la Casa Blanca. Para demostrar que, para bien o para mal, el presidente estaba hablando con su propia voz, expresiones y emociones, Hugues entregó ayer a la prensa un texto manuscrito de Bush con notas para una declaración ante las cámaras.

Karen Hugues se reúne cada mañana con Bush, el vicepresidente Dick Cheney y la asesora de seguridad nacional, Condoleezza Rice, para discutir las palabras y los mensajes que debe transmitir el presidente durante la jornada. Algunas cosas pueden quedar claras en esa reunión. La palabra 'guerra', por ejemplo, se excluyó del mensaje a la nación del 11 de septiembre por la noche. 'En ese momento la prioridad era transmitir calma', dice Hugues. Luego se decidió que abundaran las referencias bélicas y el término 'guerra', con la idea de que la población se preparara para afrontar sacrificios y supiera que debía esperar nuevos ataques. Esa terminología había de servir a la vez para 'inflamar el sentimiento patriótico'.

Descontroles sintácticos

Bush es, como Ronald Reagan, un presidente no especialmente informado, y necesita un guión para salir bien de las comparecencias públicas. Se le añade el problema de que, a diferencia de Reagan, es mal orador y tiende a caer en descontroles sintácticos. Estos días, los asesores de prensa no tienen tiempo para prepararle. 'Lo que se ve es lo que es: el presidente habla así, con un lenguaje corriente, de americano medio. Vemos a Bush en estado puro', explicó uno de esos asesores a The New York Times, que ayer editorializaba sobre la inconveniencia de las 'inflamaciones retóricas' presidenciales en un momento en que hace falta forjar una amplia coalición internacional. Parlamentarios republicanos se han dirigido esta semana a la Casa Blanca para rogar que el lenguaje del 'comandante supremo' sea 'todo lo digno que requieren las circunstancias'.

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Pero no todos piensan que el lenguaje de Bush sea perjudicial. Hugues cree que uno de los mejores momentos del presidente en la crisis se vio en Nueva York, cuando improvisó con un megáfono sobre un montón de escombros. 'Ahí se vio al presidente que yo conozco y se comprobó su facilidad para conectar con la gente', asegura. El demócrata John Podesta está de acuerdo: 'La mayoría de los asesores deben estar diciéndole a Bush que evite los coloquialismos. Pero creo que su lenguaje le favorece, porque proyecta una honestidad que el público agradece'.

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