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EMPIEZA EL FESTIVAL DE SALZBURGO
Columna
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Final de partida

Se presentó en Salzburgo con la última ópera de Janácek, Desde la casa de los muertos; comienza su festival de despedida con la primera ópera del mismo compositor, Jenufa. El juego de simetrías sirve para evidenciar una de las cualidades de Gérard Mortier durante su década en la ciudad de Mozart: la atención a los grandes autores de ópera del siglo XX. Y Janácek es, para Mortier, uno de los indiscutibles, aunque también en estos años ha reivindicado la potencia de Messiaen, Ligeti, Bartok, Schönberg, Stravinski, Berg, Busoni, cierto Strauss, Berio o Saariaho, y, en la actual edición, Shostakóvich. Mortier piensa que hay mayor número de obras maestras de la ópera en el siglo XX que en el XIX, y eso se tenía que notar en sus criterios de programación. Verdi está presente, no obstante, este verano con dos de sus títulos estelares, Don Carlo y Falstaff, los dos con la batuta de Lorin Maazel.

Lo que sobresale, en cualquier caso, en la programación de este verano es el repertorio más indiscutiblemente centroeuropeo, materializado en la trilogía formada por Las bodas de Fígaro, de Mozart; El murciélago, de Johann Strauss, y Ariadna en Naxos, de Richard Strauss. Puede estallar la bomba en cualquiera de ellas, o en las tres. No en vano los directores escénicos son Christoph Marthaler, Hans Neuenfels y Anna Viebrock, respectivamente. El alto riesgo escénico se compensa con la seguridad musical. Mortier ha llamado para asumir las riendas de tan delicados compromisos a tres de sus directores más queridos: Sylvain Cambreling, Marc Minkowski y Christoph von Dohnányi. El último día del festival coinciden las óperas de los Strauss. Las dos se programaron por primera vez en el marco del festival hace justamente 75 años, con Bruno Walter y Clemens Krauss de directores musicales.

En el apartado no operístico, destaca la integral de los conciertos para piano de Beethoven con Alfred Brendel, Simon Rattle y la Filarmónica de Viena, y también el proyecto Thomas Hampson, un ciclo de conciertos a su antojo, como hiciera Maurizio Pollini en algunas ediciones anteriores. La presencia española es más limitada que en los últimos años: María Bayo vuelve a Così fan tutte, de Mozart, y Calixto Bieito dirige Macbeth, de Shakespeare. Recordando el privilegio de la apertura de los festivales en 1920, la obra teatral Jedermann, de Hugo von Hofmannsthal, sirve de pórtico hoy y mañana, para que el fuego operístico se abra el lunes: una prometedora Jenufa, con Karita Mattila, Hildegard Behrens, la Filarmónica Checa, John Eliot Gardiner y Bob Swaim de director escénico.

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