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Reportaje:

España mantiene su crédito en Argentina

La campaña desatada por algunos sindicatos y medios de comunicación contra la imagen de España no ha calado entre la opinión pública

Un grupo de manifestantes quema una bandera española, otro revienta dos cócteles mólotov contra el escaparate del Banco Francés, del grupo Bilbao Vizcaya Argentaria, alguien pinta con aerosol en la sede de Iberia: '¡Fuera gallegos!'. ¿Hay una hispanofobia declarada en Buenos Aires a causa del fracaso de la gestión de la SEPI en la administración de Aerolíneas Argentinas? Todo indica que no.

En los telediarios, las imágenes retrotraen a tiempos pasados pero cercanos y el recuerdo del terror estremece a la mayoría de la sociedad. El ala dura del sindicalismo insiste en difundir un boicot contra todas las empresas de capital español al que los ciudadanos no parecen responder ni seguir. El supuesto brote antiespañol está instalado en los medios de comunicación, con fotos y declaraciones, pero no en la calle. Los sondeos no lo registran.

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'Usted me dirá por dónde vamos', dice en tono resignado Carlos Alberto Seoane, de 69 años, conductor del taxi. Grupos de cincuenta o sesenta manifestantes reclutados entre los miles de obreros desocupados llegados desde la periferia del gran Buenos Aires cortan el tránsito en los cruces estratégicos de las avenidas más importantes. Los atascos son frecuentes cada día. Carlos Alberto desciende de gallegos por línea paterna y de italianos del lado materno, 'soy Seoane Dambroggio, qué le parece'. Habla solo, sin necesidad de preguntas: 'mire, aquí haría falta un pacto como el de La Moncloa, no sé si usted sabe qué importante fue eso para España, pero en este país es imposible. Cuando están en el llano, los peronistas no dejan gobernar a nadie, y los radicales son unos inútiles en el poder, pero ellos se lo reparten así. En octubre ya no voy a votar a nadie. Para que no lo consideren en blanco les voy a escribir todo lo que pienso en un papel, así impugnan el voto. Ahora le quieren echar la culpa a los españoles; por favor, si el capitalismo no tiene patria ni bandera. Recién ahora se acuerdan de Aerolíneas, ¿por qué estos sindicalistas no dijeron nada cuando Menem la regaló?'.

Un militante sindical reparte panfletos en el cruce de la peatonal calle Florida con la Diagonal Norte, a dos calles de la plaza de Mayo. Sobre un fondo celeste y blanco de bandera argentina, el titular dice: 'Los argentinos nos sumamos al boicot para salvar Aerolíneas Argentinas'. En un párrafo se lee: 'Hay que demostrarle al Estado español que si no devuelve lo robado en Aerolíneas, perderá mucho más dinero en sus inversiones en la Argentina'. Al pie, la firma: 'CGT que lucha, Hugo Moyano conducción'.

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El boicot no mueve la aguja de los estados contables de las empresas españolas. Enrique Crotto, presidente de la Sociedad Rural Argentina, también propuso hace tres meses un aislamiento a los productos de origen europeo cuando se cerraron los mercados a la carne argentina a causa de la aftosa, y admite que 'esa medida no prende en el sentimiento de la gente'. Ahora recuerda que 'entonces logramos que no se descargaran tres barcos, pero enseguida nos llamaron de Cancillería y nos pidieron que aflojáramos un poco con la convocatoria. Todo sigue igual. Europa no va a abrir el mercado para nosotros hasta que no se lo abran a Inglaterra'. Según Crotto, 'Aerolíneas ha sido manejada pésimamente por Iberia y la SEPI, eso es una realidad, pero yo no comparto nada con Moyano, esto es distinto. No tienen que pagar las empresas españolas por el problema de Aerolíneas'.

El escribano Antonio Cartañá, ex ombudsman de la ciudad de Buenos Aires, presentó una demanda ante la Corte Suprema de Justicia, el máximo tribunal del país, para que se haga cumplir el artículo del Código Penal que prohíbe a las Fuerzas Armadas extranjeras reclutar soldados en Argentina, aunque tengan la doble nacionalidad como ha sido en el caso de los hijos de españoles que la pasada semana se enrolaron voluntariamente. Cartañá exige que se haga regresar a los que ya se marcharon, 'porque son argentinos y no podemos permitir que se lleven también a nuestros muchachos'. La Corte aún no se ha manifestado sobre la petición, pero en la retransmisión de la noticia todo se confunde bajo una misma causa y una sola bandera.

El cantante de tangos Néstor Gabetta, un veterano militante político que padeció el exilio bajo la dictadura, lee al pasar las pintadas insultantes en las paredes de las oficinas de Iberia y se indigna. Mueve con esfuerzo su cabeza de un lado a otro como si negara. La bronca le sale en un tono grave y profundo: 'Este brote es un invento absurdo, quieren desviar la atención del problema principal. Los responsables argentinos de la privatización y los administradores españoles deben rendir cuentas ante sus respectivas sociedades y en los foros del derecho internacional; los Gobiernos no son el pueblo. Y los trabajadores españoles de bien esto lo saben, porque sufren como los argentinos las consecuencias de los desatinos de sus respectivos Gobiernos'.

Gabetta, que ha vivido dos años en Barcelona y ocho en París, cree que algunos discursos xenófobos que comienzan a oírse 'son de terror'.

En las paredes de la Embajada española en Buenos Aires quedan todavía algunas marcas de los huevazos y tomatazos que los manifestantes arrojaron hace casi un mes. Desde entonces no se han registrado otros incidentes. 'Alguna que otra llamada, un insulto, nada serio', agrega un portavoz.

En la sede del Consulado cada mañana se forma la densa y extensa cola de candidatos a marcharse del país. La llamada al boicot no ha reducido la demanda de visados de trabajo y de pasaportes, que según dicen allí 'la mayoría de los hijos de españoles tramita para tenerlo, por si acaso, como salvoconducto'.

En el corazón de las empresas españolas no hay histeria ni preocupación. Tal vez algo de 'inquietud', admite una fuente de Telefónica, 'pero por la situación social en general, que puede afectar a todas las empresas'.

José María Rovira, ejecutivo español proveniente del grupo Endesa, accionista mayoritario de Edesur, compañía proveedora de electricidad, con más de 2,1 millones de clientes en Buenos Aires y de la que es accionista también el grupo argentino Perez Companc, considera que 'la llamada a un boicot contra las empresas españolas es una iniciativa que no alcanzará el menor resultado porque va a contramano del sentir generalizado del pueblo argentino, que es de un profundo respeto y valoración por todo lo español. En este sentido, las imágenes que puedan difundir los medios de comunicación y reproducirse en España no deben llamar a la confusión. Son expresiones marginales y en nada representan el sentir de los argentinos, que ven en España a la madre patria'.

La jornada 'antiespañola' convocada deliberadamente para el pasado 20 de junio, el Día de la Bandera en Argentina, resultó un fracaso.

Aerolíneas Argentinas, la compañía de bandera, es efectivamente una causa nacional, a la que se adhieren la mayoría de los argentinos, pero las críticas a la administración de la SEPI en esa empresa no se extienden a todas las de capital español.

La bandera argentina resurge como símbolo patriótico en cada manifestación o marcha de protesta después de comprobarse el fracaso de la política económica iniciada en la llamada 'década menemista', cuando el Gobierno del peronista Carlos Menem liquidó las empresas del Estado y el país vivió en una burbuja de supuesto crecimiento durante cuatro años.

En el acto central de homenaje, más de 5.000 personas desplegaron una bandera argentina de 3.500 metros de extensión, probablemente la más larga del mundo, y rodearon el monumento nacional situado en la ciudad de Rosario, a orillas del río Paraná, 380 kilómetros al norte de Buenos Aires. Entre ellas había representantes de todas las comunidades residentes en el país, incluidos los de pueblos de España con sus vestidos regionales.

Los manifestantes queman una bandera española en Buenos Aires.
Los manifestantes queman una bandera española en Buenos Aires.EFE

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