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Ópera en la Filmoteca

El conflictivo y apasionante maridaje, o relación de hecho, entre música y cine, o más en concreto entre ópera y cine, ha servido de estímulo a la Filmoteca Nacional y a la Asociación de Amigos de la Ópera de Madrid para fomentar desde hace cinco años, entre mediados de mayo y principios de octubre, un ciclo que se ha convertido en un clásico de la vida cultural madrileña. Desde Los cuentos de Hoffmann, de Powell-Pressburger, hasta Moisés y Aaron, de Jean Marie Straub, por la pantalla del cine Doré han pasado las cumbres borrascosas de los encuentros y desencuentros entre dos géneros artísticos que en muchas ocasiones se han buscado, aunque no siempre han confraternizado. Son muchos los que piensan que el cine es el cine y la ópera es la ópera, y el tema de las interacciones es una apuesta de alto riesgo, normalmente improductiva. No les faltan razones, desde luego, pero vivimos en una época de intercambios artísticos, en la que se revisan los conceptos más variados. La cuestión es si esas revisiones producen una emoción al espectador de nuestros días, o le ayudan a comprender mejor su entorno y el de los creadores. Pero, en fin, la actualidad se impone y hay que decir ya que esta tarde, y el próximo sábado, se proyecta en la Filmoteca una representación filmada de El joven lord, estupenda ópera cómica en dos actos de Hans Werner Henze, en la misma producción escénica que Gustav Rudolf Sellner diseñó para el estreno en la Deutsche Oper de Berlín en 1965, con la dirección musical de Christoph von Dohnányi.

El planteamiento inicial de estos ciclos se centró fundamentalmente en las películas realizadas sobre óperas, primando los valores cinematográficos sobre los específicamente musicales. Con el paso del tiempo se han incorporado otro tipo de enfoques y correspondencias que enriquecen, sin duda, la visión global. Así, sin salirnos de la programación de esta temporada, la popular película Cita con Venus se complementa con una versión de Tannhäuser de los festivales de Bayreuth, y el filme sobre Las alegres comadres de Windsor, inspirado en la música de Nicolai, se pone en correspondencia con Falstaff, de Verdi, en la lectura de Solti, con Bacquier de protagonista vocal. No hay una sola 'receta en la reflexión estética', como escriben Adorno y Eisler en el libro El cine y la música, lo que contribuye a potenciar los climas de libertad y lo que propicia, asimismo, la alternancia de películas sobre temas líricos tan simbólicas como Una noche en la ópera, de los hermanos Marx, con documentos operísticos filmados no menos simbólicos, como una representación de Madama Buterfly de 1974, con Karajan dirigiendo a Mirella Freni y Plácido Domingo.

El viaje cinematográfico-operístico vale la pena. Algunas perlas más del ciclo actual: La coronación de Popea, en la histórica recuperación de la Ópera de Zúrich, con Harnoncourt y Ponnelle; Ariadna en Naxos, dirigida por Böhm, con Janowitz, Kollo, Berry y Gruberova en el reparto vocal; La bella Elena, con Anna Moffo; un filme sobre el nacimiento de La dama de las camelias, con Titto Gobbi... El desfile de óperas comenzó la semana pasada con la gran fiesta rossiniana de El viaje a Reims, de la mano de Abbado y Ronconi, en la Ópera de Viena, y contempla el subtitulado en todos los títulos.

Al margen del acierto que lleva consigo la programación durante estos cinco años de 70 películas alrededor de la ópera, la iniciativa de los Amigos de la Ópera de Madrid supone un acercamiento a la sociedad especialmente meritorio, estando como están este tipo de asociaciones normalmente volcadas o bien en la organización de temporadas de ópera o bien en conseguir abonos para las mismas con todas las circunstancias añadidas que sean precisas. Este proceso de apertura o cambio de actitud, que no abandona los intereses particulares de los asociados y, sin embargo, hace extensibles los beneficios a otros sectores, no puede ser mirado más que con simpatía y reconocimiento. Sobre todo, cuando esa apertura social no se va a quedar limitada a la Filmoteca, y también se va a extender a la plataforma del Círculo de Bellas Artes, donde la Asociación de Amigos de la Ópera de Madrid está organizando, entre otros proyectos, un gran maratón verdiano de 48 horas para el próximo otoño, con proyecciones, debates, mesas redondas y otros actos de homenaje al autor de Rigoletto con motivo del centenario de su muerte.

No pongo en duda, ni mucho menos, que lo fundamental es la ópera en vivo, con su formato teatral imprescindible, pero este tipo de actos, llamémosles complementarios, ayudan a comprender con más alcance la complejidad y amplitud del género lírico, e incluso favorecen un espíritu más crítico, o al menos más culto, ante las representaciones de verdad.

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