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La dimisión de Barak deja vía libre a Peres para dirigir el laborismo israelí

Cuando apenas se cumplen 24 horas de la inesperada decisión de Barak de apartarse por un tiempo de la vida política renunciando a todos sus cargos, se ha desencadenado una frenética carrera por apropiarse de sus despojos políticos. Pero en cabeza de la competición se ha colocado ya Peres, quien a los 77 años espera aún su gran oportunidad para desquitarse de la marginación sufrida durante los últimos 19 meses. En ese tiempo, el veterano dirigente laborista ha permanecido eclipsado políticamente con la única misión de representar de vez en cuando ante la opinión pública internacional el espíritu del proceso de paz con los palestinos.

Peres es el candidato de determinados sectores del Partido Laborista para liderar la organización en sustitución de Barak, aunque sea con carácter temporal, para darle luego un puesto honorífico, y para el resto de su vida, en la cúspide del laborismo. Su experiencia dentro del aparato del partido en la década de los años setenta y ochenta le convierten en una pieza de recambio fácil y cómoda en estos momentos de crisis, en la que, al menos, cuatro barones del laborismo protagonizan una guerra fratricida por liderar la organización.

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Peres es también desde ayer el candidato oficial para reemplazar a Barak en el Gobierno de unidad nacional que trata de formar el ultranacionalista Sharon, ocupando la cartera de Defensa que el actual jefe de Gobierno se ha visto obligado a rechazar. El veterano laborista está también curtido en estas lides. Durante 16 años (de 1949 a 1965) ya ejerció cargos importantes en ese departamento, lo que le permitió en 1974 ser nombrado al frente del mismo durante el primer Gobierno de Isaac Rabin, desde donde impulsó la renovación del Ejército y apadrinó la entrada de Israel en el campo de la energía nuclear. Pero, además, Peres cuenta con otro crédito en su currículum: haber participado ya con anterioridad en un Gobierno de unidad nacional, en 1984, con Isaac Shamir.

Reunión en Tel Aviv

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Peres guarda un prudente silencio. Su futuro está en manos de la dirección del Partido Laborista (más de 1.500 delegados), que el próximo lunes tiene previsto reunirse en Tel Aviv para tratar de solucionar todos los problemas que Barak ha dejado abiertos, incluido el máximo liderazgo del partido y la posible cooperación con el Gobierno de unidad nacional propuesto por Sharon, y redactar en último caso la lista de los ministrables.

'Barak ha dado un regalo de partida a Peres', aseguraba ayer la prensa local, mientras se despedía con improperios de Barak. 'Ni siquiera ha sabido decir adiós de una manera elegante', subrayaban los comentaristas recordando que su predecesor, Benjamín Netanyahu, salió de manera mucho más airosa. Las criticas responsabilizan al jefe del Gobierno saliente de todo, incluida la división del laborismo, creando el espectro de una crisis sin precedentes, cuando en realidad las raíces de estos problemas hay que buscarlas 24 años atrás, cuando el laborismo fue descabalgado del poder por el Gobierno conservador de Menahem Beguin y no supo renovarse ni convertirse en una fuerza de oposición.

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