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Separados por el río Jordán

Ángeles Espinosa

Los palestinos de Jordania sufren una discriminación que les convierte en ciudadanos de segunda clase

Fomentar el desarraigo

ENVIADA ESPECIALDos docenas de personas esperan desde las ocho de la mañana a las puertas de la morgue del hospital militar Rey Hussein, de Ammán. Son algunos de los familiares más cercanos de Aziz Yusef al Teneh, un periodista palestino de 32 años que ha fallecido por las quemaduras que le causó una explosión de gas durante los enfrentamientos de hace dos semanas en Belén. Pero entre quienes esperan el cadáver no está la mujer con la que se casó hace un mes, ni su hermano mayor, ni su padre. Como muchas familias palestinas, la de Aziz está dividida por el río Jordán. "Le trajeron aquí porque en Palestina no hay buenos hospitales y para que sus hermanas, que viven en Ammán, pudieran verle", explica un sobrino.

Poco a poco llegan vecinos, conocidos y personal de la Embajada palestina. Cumplidos los trámites legales, una furgoneta sin refrigeración traslada su cuerpo, en una caja abierta, hasta el puente Allenby. Le sigue una caravana de coches con los deudos. La despedida, en el paso fronterizo, es tan emotiva como absurda: sólo un diplomático palestino puede acompañar al cadáver al otro lado del puente, donde espera el resto de la familia.

De los entre cuatro y cinco millones de palestinos que viven fuera de su tierra, la mayor colonia, unos 2,3 millones, se encuentra en Jordania, donde constituyen el 60% de la población. La mayoría llegaron como refugiados en los dos grandes éxodos provocados por las guerras de 1948 y 1967.

UNRWA (la agencia de Naciones Unidos para los refugiados palestinos) tiene registrados 1,6 millones de refugiados, una cifra ligeramente inferior a la que manejan las autoridades palestinas, 1.741.796. El resto, o bien vivían ya en el país o llegaron por su cuenta en fechas posteriores. La mayoría de quienes llegaron en 1948 han accedido a la nacionalidad jordana y quienes escaparon de Cisjordania y Jerusalén oriental en 1967 fueron en realidad "desplazados" dentro de su propio país, ya que ambos territorios se encontraban bajo soberanía del reino hachemí.

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Sólo los 25.000 que, según los registros de UNRWA, vinieron de Gaza y un puñado de casos procedentes de territorio ya israelí permanecen, aún hoy, en situación de apátridas. Al no ser ni ciudadanos jordanos (Ammán se limita a facilitarles pasaportes con dos años de validez) ni extranjeros no pueden acceder al mercado laboral, pero el resto tampoco lo tienen garantizado.

Aunque la situación de los palestinos en Jordania es mejor que la de sus compatriotas refugiados en Líbano, la nacionalidad no lo es todo. Numerosas conversaciones mantenidas a lo largo de tres días en los campamentos de Uadi Hadade, Baqaa y Gaza revelan la discriminación que sufren respecto al resto de los jordanos. "En primer lugar, en la educación", asegura Omar, un licenciado en informática que vive en Baqaa, el mayor campamento del país, con más de cien mil residentes y uno de los más activos políticamente. "Las notas que se exigen a los hijos de militares o de los beduinos son menores que para los demás, y los demás somos los palestinos", explica. "Además", continúa, "a la hora de acceder a un empleo también se mira dónde has nacido, y aunque no hay ninguna ley que nos impida acceder a la función pública, los hechos demuestran que encontramos más dificultades que los jordanos".

"Son ciudadanos de segunda", confirma un observador occidental. "¿Dónde están los generales palestinos? Sí, es cierto que ha habido y hay algún ministro e incluso primer ministro de origen palestino, pero pertenecen a las grandes familias asentadas aquí desde siempre y algunos son más jordanos que los transjordanos", añade en referencia a los ciudadanos de Transjordania, la orilla occidental del Jordán, a la que se ha quedado reducida Jordania desde 1967. Otras fuentes apuntan a la creciente brecha que la perspectiva de una eventual solución del problema palestino está abriendo en la sociedad jordana.

La incógnita es qué pasará el día en que tengan que elegir entre el pasaporte jordano y el palestino. "La población transjordana teme que muchos de ellos decidan quedarse y les asusta la pérdida de privilegios que supondría su asimilación en igualdad de condiciones", coinciden en señalar varios analistas. Estarían entonces en minoría, no sólo en los negocios (hoy mayoritariamente en manos palestinas), sino también en el Ejército y la Administración. "Se quedarían sin país", añade uno de los entrevistados.

"Ésa no es la cuestión", subraya Suleiman Sweiss, presidente de la Sociedad Jordana por los Derechos Humanos. "El principal problema es Israel, que se niega oficialmente al regreso de los refugiados. Lo primero de todo es conseguir ese derecho, reconocido por las resoluciones de Naciones Unidas, y luego que cada uno decida si quiere o no volver", añade temeroso de que las especulaciones sobre los deseos de los palestinos puedan erosionar la fuerza de su reclamación.

De momento, fuentes humanitarias aseguran que tanto el Gobierno jordano como los dirigentes palestinos desean evitar, por razones distintas, el arraigo de los refugiados en los campamentos: en tanto que el primero quisiera verles dispersarse por el país, los segundos -que ven en ellos un símbolo- quieren mantener viva la llama del regreso. En medio, los afectados se ven atrapados entre ese sueño y la realidad de la vida que han forjado en el exilio.El hacinamiento es, sin duda, uno de los problemas más inmediatos para los refugiados. Con una tasa de natalidad que supera el 4%, los espacios que se habilitaron en su día para recibirles se han quedado claramente insuficientes, y aunque las ciudades de tiendas hace ya tiempo que se transformaron en poblachos muy similares a los del resto de Jordania, la falta de espacio ha empujado a muchos fuera de los campamentos. Hoy, apenas 350.000 refugiados viven dentro de ellos (280.000 en los 10 reconocidos por UNRWA, y el resto, en los tres "no oficiales").

"Las cifras engañan", advierte Matar Saker, portavoz de UNRWA en Ammán. "Eso no significa que el 80% restante haya superado la situación de pobreza", explica, "muchos se han establecido en los alrededores de los campamentos". En su opinión, si se suman quienes habitan los oficiales, los no oficiales, los que viven alrededor y las familias palestinas de bajos ingresos asentadas en la región de Aqaba, dos tercios del total de refugiados viven en condiciones similares de pobreza.

Pobreza. Ésa es la palabra clave, según confirma Muisar al Sadi, directora de la Asociación para el Desarrollo de las Familias en Uadi Hadade. Al Sadi, que lleva 30 años trabajando con los refugiados, reconoce que el problema que afrontan es similar al de muchos jordanos: paro, falta de cualificación profesional, escasez de servicios sanitarios y sociales.

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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