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Mauro Armiño traduce una nueva versión de 'A la busca del tiempo perdido'

Valdemar publica la obra cumbre de Proust

Mauro Armiño ha realizado la titánica tarea de traducir y hacer la revisión española más completa de las 3.500 páginas de A la busca del tiempo perdido (Valdemar), una obra que marca un hito en la historia de la literatura moderna, y en la que su autor, Marcel Proust, traza el mosaico más complejo de la Francia de principios del siglo XX. "Había que plantearse una nueva edición castellana, porque en las anteriores existen incoherencias y están desfasadas", comentó ayer Armiño en la presentación de la obra, cuyo primer tomo, de un total de tres, ha salido al mercado. Para Armiño, la primera traducción española, iniciada por Pedro Salinas en 1917, continuada por José María Quiroga Pla y concluida en distintas ediciones por Fernando Gutiérrez y Consuelo Berges, además de carecer de una unidad de estilo, "no recogía ninguno de los problemas aclarados por la filología francesa de los últimos años".

El traductor, de 56 años, que destacó los méritos de Salinas - "hay que agradecer el olfato que tuvo para dedicarse a eso por voluntad propia"-, argumentó que el escritor del 27, que no tuvo acceso al texto completo, y en el momento de traducirla todavía no había publicado, reprodujo las erratas, falta de pequeñas frases o términos malentendidos que las ediciones francesas han corregido en los últimos quince años.

La novedad de esta traducción, además de ser la única realizada por un solo traductor en España, radica en que ofrece un extenso repertorio de notas, un cuadro biográfico de Proust y tres diccionarios. Estos diccionarios hacen referencia a las personas, amistades y conocimientos del autor sobre la época, así como a los lugares y a los personajes de la obra. "Me he divertido con algo que no se ha hecho en España. Son los diccionarios de los personajes del mundo de Proust que van a tener reflejo en la peripecia de la novela, o en la vida sentimental del autor".

Armiño, ganador de dos premios nacionales de traducción, señaló que se ha enfrentado a la traducción más endemoniada de la literatura francesa. "Las oraciones son muy largas y perversas y el español no está acostumbrado a ese tipo de sintaxis". Basándose en las ediciones francesas realizadas entre 1984 y 1993, pero siguiendo la línea de la de Jean Milly ("Es filológicamente más dura con el lector, pero más respetuosa con el autor"), Armiño no ha dulcificado las complicaciones del texto. "Facilito al lector el acercamiento al universo de Proust, pero no al estilo".

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