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LAS VENTAS

Cogida menos grave de José Luis Angelino

El debutante mexicano José Luis Angelino sufrió una cornada que le atravesó un muslo. El pronóstico es "menos grave". Ocurrió al entrar a matar. Había pinchado, se volcó en el siguiente volapié y salió volteado de mala manera. Apenas había caído al suelo cuando el novillo le tiró rápido y certero otro derrote. Los novillos de casta se las gastan así. Angelino, que se incorporó con evidentes propósitos de volver al toro, perdió el equilibrio a los pocos pasos. La herida le había dejado fuera de combate y las asistencias se apresuraron a llevarlo a la enfermería.Descabelló El Fandi y se acabó la historia del novillo encastado. La suya y la de toda la función pues sus hermanos de camada ni se parecían.

Lozano / Angelino, Fandi, Castaño Novillos de Lozano Hermanos, bien presentados, salvo 3º, impresentable e inválido, devuelto; flojos, varios inválidos; 1º con casta, resto manejables

Sobrero de José Vázquez, con trapío, aplomado. José Luis Angelino, de México, nuevo en esta plaza: pinchazo y estocada saliendo cogido; descabella El Fandi (silencio). El Fandi: pinchazo hondo ladeado, rueda de peones, estocada atravesada que asoma y descabello (silencio); media y dos descabellos (silencio); estocada corta caída (silencio). Javier Castaño, de Albaredos (Salamanca), nuevo en esta plaza: dos pinchazos perdieno la muleta, estocada trasera y descabello (ovación y salida al tercio); pinchazo, estocada, rueda de peones, dos descabellos -aviso-, cuatro descabellos más y se echa el novillo (palmas). Enfermería: Asistido Angelino de puntazo y cornada de 15 centímetros que le atraviesa un muslo; menos grave. Plaza de Las Ventas, 26 de marzo. Más de media entrada.

El novillo causante del percance, bien presentado, sacó todas las dificultades que trae consigo el toro de casta y que se fundamentan en la fiereza. No era un pregonao sino un ejemplar de casta brava que vendía cara su piel. Aquello de tomar un pase y quedarse tan ancho, según se suele ver cada tarde en todas las plazas de la taurina Iberia, no iba con su temperamento.Un diestro veterano lo hubiese embarcado sobre seguro, dominándolo a base de cruzarse, templar, cargar la suerte y todo lo demás. José Luis Angelino lo intentaba, incluso inició la faena de muleta por naturales, con tremendo pundonor y muy torera seriedad, pero le faltaba la técnica fruto de la experiencia. A fin de cuentas es un novillero de corta edad -17 añitos, ya ves- y escasas actuaciones. Le salió mal el debú -cornada y toreo clásico que desbarataba el genio del animal- mas ya curará y madurará. A veces se aprende a golpes. La vida es así de dura.

El novillo y el novillero compusieron quizá lo más interesante de la función, que luego decayó. Acababa de empezar y lucía el sol. Después el sol se fue poniendo, el frío llegando y los novilleros se pusieron pesadísimos. Salimos a las tantas. Es el sino de la moderna tauromaquia. Da igual que cambien la hora, la adelanten o la atrasen: siempre salimos al caer la noche si no es noche cerrada, con las luces encendidas y los borrachos agarrándose a las farolas. Hubo un sorprendente pasaje de emoción a raudales que protagonizó el debutante salmantino Javier Castaño. Aplomado el sobrero de José Vázquez que le correspondió en primer lugar, el joven espada se arrimó y se ciñó con un estoicismo escalofriante. Y si en medio de una tanda se le paraba el manso, no tenía inconveniente en provocar la embestida presentándole la pañosa por la espalda.

Muchos gañafones y achuchones se llevó; tantos, que la afición conspicua empezó a silbar aquellos alardes encimistas con vitola tremendista; y en estas que -ahora inesperadamente-, ligó dos tandas de redondos templando y mandando sin trampa ni cartón. Emborronó finalmente la tarea matando mal, y la verdad es que dejó expectante a la afición conspicua, en cuyas sensibilidades cupo la sensación de que Javier Castaño era torero distinto, valiente y enterado.

La nueva comparecencia de Javier Castaño, sin embargo, causó gran decepción. Se puso a muletear a uno de los novillos más nobles de la tarde (tarde-noche en realidad; ventosa y gélida) y lo hizo en la modalidad de los pegapases. Las tandas de derechazos y alguna incursión al natural como de compromiso, se sucedían poco templadas, monótonas, interminables. El torero distinto se había convertido en uno de tantos. La afición científica debatía en el tendido cuál de las dos personalidades podría ser la auténtica.

Y hubo banderillas, a cargo de El Fandi. Otra decepción. Son su fuerte las banderillas. Y resultó que si se salvan el par de la moviola y el del violín, que aún constituyen novedad para algunos neófitos, los tres tercios banderilleros que ejecutó El Fandi carecieron de relieve. A lo que se unió su nulo estilo con el capote -pese a que entró pundonoroso a quites por chicuelinas y navarras-, su vulgaridad con la muleta, su escaso tino con la espada, el aburrimiento que transmitió en conjunto. Estoqueó al último novillo y la gente salió corriendo. Huyendo de allí.

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