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Al menos 70 de los pasajeros del avión afgano secuestrado piden asilo en el Reino Unido

Isabel Ferrer

El secuestro del avión de las líneas aéreas afganas Ariana, desviado hace cuatro días a Londres, se ha convertido en el más largo, confuso, y a la postre pacífico, de cuantos se recuerdan en territorio británico. La rendición incondicional de los secuestradores, que se entregaron a la policía durante la madrugada de ayer en el aeropuerto de Stansted, y el hecho de que 70 pasajeros hayan solicitado ya asilo político, hace suponer que el aparato fue desviado con la intención de escapar del régimen talibán. El posible asilo ha levantado la polémica en el Reino Unido.

Obligado por la ONU a estudiar las peticiones de asilo, el Gobierno laborista advirtió ayer que no tolerará actos semejantes en el futuro, "y espera devolver cuanto antes a los pasajeros a su país".En el aeropuerto de Stansted, elegido para este tipo de incidentes por su cercanía a la capital británica y su menor tráfico comercial, los ánimos empezaron a relajarse poco antes de las tres de la madrugada de ayer (hora local). Una pareja de secuestradores descendió hasta la pista para negociar con la policía. David Stevens, comisario jefe de Essex, explicaría luego que temían por su vida si regresaban a Kabul, la capital de Afganistán. Una hora después, los pasajeros empezaron a abandonar el aparato. Primero salieron las mujeres y los niños. Pasadas las seis de la mañana, aparecieron los varones. Los captores se entregaron y rindieron sus armas (cuatro pistolas, granadas y detonadores). Acto seguido, 21 personas eran retenidas y otras 70 pedían asilo político en el Reino Unido.

Relajado y satisfecho por el feliz desenlace, el propio comisario Stevens aclaró al mediodía por qué había decidido separar en dos grupos a los 151 ocupantes del avión. "Queríamos saber quiénes eran los secuestradores y quiénes sus supuestos cómplices o familiares". Cerca de 40 miembros del mismo clan abordaron el aparato en Afganistán diciendo que iban a una boda. Como al final nadie ha pedido la liberación de líderes de la oposición afgana -uno de los más notorios, Ismail Jan, está en la cárcel- ni tampoco ha habido exigencias políticas de otro tipo, las autoridades británicas sospechan que el secuestro ha sido más bien una huida colectiva del régimen talibán. Lo que desean averiguar ahora es cuántos pasajeros conocían los verdaderos planes de los secuestradores.

"El hecho de que hayan solicitado asilo les convierte ya en enemigos para Kabul", aseguró por su parte Joe Edwards, asistente del comisario jefe de Essex. A los que temen por su vida, se les brindó la oportunidad de tomar un vuelo a un tercer país. La suerte de los 21 retenidos, así como del grupo que intenta permanecer en el Reino Unido tardará algo más en aclararse.

Si los ocupantes del avión afgano pidieran asilo, el erario público desembolsaría un millón de libras anuales (269 millones de pesetas) para mantenerles hasta que sus papeles estuvieran en regla. A la vista de las cifras, y de sus posibles implicaciones futuras, Jack Straw, ministro del Interior, acudió por la tarde a la Cámara de los Comunes para calmar los ánimos. En especial los de la oposición conservadora, que le ha exigido firmeza para todos aquellos que pidan refugio político por la fuerza.

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