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Los dos escolares asesinos de Denver grabaron en vídeo su plan para matar a 250 personas

Las cintas muestran a unos jóvenes obsesionados con que su historia fuera llevada al cine

"Los directores se van a dar bofetadas para hacer una película con esta historia", auguró Dylan Klebold en uno de los cinco vídeos domésticos que grabó con Eric Harris antes de perpetrar, el pasado 20 de abril, el día del aniversario de Hitler, la matanza en el instituto Columbine, en Denver (Colorado). Klebold y Harris se ponen a continuación a discutir sobre qué director estará más capacitado para hacerlo: Quentin Tarantino o Steven Spielberg. "Espero que matemos a 250", dice Klebold en otra de las cintas, cuyo contenido fue revelado ayer por la revista Time.

Los extractos de los vídeos difundidos por la revista estadounidense presentan a una pareja de adolescentes de clase media norteamericana "sedientos de venganza, martirio e inmortalidad", como señala el agente del FBI Mark Holstlaw. Klebold, de 17 años, y Harris, de 18, no tenían particulares problemas sociales o económicos, pero su desequilibrio era inmenso y cargado de instintos asesinos. "Si alguien pudiera saber cuánto enfado he almacenado en estos años", dice Klebold.Klebold y Harris grabaron esos vídeos con la explícita intención de que se conocieran los motivos de la acción que el 20 de abril les llevó a penetrar armados como para una guerra en su instituto, en Littleton, un suburbio de Denver, y matar a 13 personas antes de suicidarse.

En la mañana de lo que llamaron Día del Juicio dejaron todas las cintas bien a la vista en el dormitorio de Harris, para que las encontraran sin problemas sus padres y la policía. En el primero de los vídeos, grabado cuando los padres estaban dormidos, Harris dice la hora y la fecha: 13.28 horas del 15 de marzo.

Klebold señala que la gente, cuando vea el vídeo, anotará esos datos, y añade que sus padres pensarán: "Con tal de que hubiésemos encontrado esta cinta...". Le apoya Harris: "Con tal de que hubiésemos registrado su cuarto... Sólo con les hubiéramos hecho las preguntas correctas...".

En las filmaciones, los dos muchachos se reúnen en uno de los sótanos clásicos de las casas estadounidenses de los suburbios. Dylan Klebold masca un palillo de dientes, Eric Harris acaricia una escopeta a la que llama Arlene, un personaje de un videojuego muy violento llamado Doom.

Mientras le dan tientos a una botella de whisky Jack Daniels, los chicos predicen que ese vídeo será "visto por todo el mundo", una vez que hayan realizado su "obra maestra". "Todos querrán saber por qué lo hicimos".

Su principal preocupación es ser originales. "Que nadie piense que estamos intentando copiar a nadie", dice Harris, aludiendo a los tiroteos protagonizados con anterioridad por alumnos de institutos de Oregon y Kentucky. "Nosotros fuimos los primeros en tener la idea", precisa.

Klebold y Harris hacen la lista de sus enemigos: "Los negratas, los hispanuchos, los judíos, los gays y los jodidos blancos". "Espero que matemos a 250", dice Klebold. "Va a ser como en el jodido Doom, tatatatata, buuum", apostilla Harris. "Vamos a volverlos locos, vamos a ser la chispa que despierte una revolución de los desposeídos". Klebold pronostica que serán "los más enervantes 15 minutos de mi vida, después de tirar las bombas y a punto de cargar contra toda la escuela. Los segundos serán como horas. No puedo esperar. Temblaré como una hoja".

Los dos compañeros conspiraron durante un año para preparar su matanza. Nadie les prestó demasiada atención, informan los periodistas de Time que han visto los vídeos. Ni los padres, ni los compañeros, ni los profesores, ni la policía sospecharon en ningún momento la tormenta de maldad que iba a abatirse sobre el instituto del apacible suburbio de clase media. Klebold y Harris habían sido detenidos con anterioridad por robar una furgoneta, pero, tras un año de servicios comunitarios, la justicia local les consideró "rehabilitados".

Un tremendo resentimiento se desprende de las conversaciones grabadas en vídeo por los dos asesinos juveniles. "La gente hace constantemente bromas sobre mi cara, mi pelo, mis camisas", dice Harris, que recuerda cómo la profesión militar de su padre le ha llevado de una ciudad a otra, sin anclarse en ninguna, sin tener amigos hasta encontrar a Klebold. Los dos expresan su profundo odio por sus compañeros deportistas, que se ganan el corazón de las adolescentes del instituto. "Voy a mataros a todos", dice Klebold.

Como millones de niños y adolescentes de Estados Unidos, Klebold y Harris vivían inmersos en una cultura de la violencia. Pertenecían a un grupo de alumnos automarginados llamado La Mafia de la Gabardina; adoraban los videojuegos góticos y violentos; escuchaban discos con títulos como Bombthreat Before She Blows (Amenaza de bomba antes de que explote), y su película favorita, vista decenas de veces, era Reservoir Dogs, de Tarantino.

"No me gusta nada esta vida, voy a un sitio mejor"

A Eric Harris le gustaba llamarse a sí mismo Reb, una manera de acortar la palabra Rebel (Rebelde). El apodo favorito de Dylan Klebold era VoDKa, tanto por su bebida preferida como por contener las iniciales de su nombre. En las bombas que usó en la matanza, Klebold escribió: "La venganza de VoDKa".El 20 de abril, Día del Juicio, las cosas no salieron como habían planeado, dice en Time Rich Price, del FBI. La pareja había previsto hacer explotar unas bombas y luego disparar contra los supervivientes. Los artefactos debían explotar en este orden: uno lejos del instituto, para distraer a la policía; otro en la cafetería del centro, para provocar una matanza y una huida hacia el aparcamiento, donde ellos abatirían con armas de fuego a los fugitivos; un tercer paquete estaba en sus coches, con la idea de que se activara cuando se acercaran las ambulancias y los coches de policía.

Pero las dos primeras remesas de bombas no llegaron a explotar. Así que, vestidos con sus gabardinas negras, Klebold y Harris entraron en el instituto disparando a mansalva. Eran las 11.17 de la mañana.

Riéndose, perdonándoles la vida a algunos condiscípulos y cebándose en otros, destrozaron la cafetería y la biblioteca. Luego regresaron a la cafetería, donde sólo quedaban cadáveres y las mochilas de unos 450 estudiantes que habían huido.

800 agentes

Klebold y Harris se asomaron a las ventanas de la cafetería y vieron la llegada de los primeros equipos y fuerzas antidisturbios SWAT, la vanguardia de un despliegue que llegaría a contar con 800 agentes.

Aunque habían fantaseado alguna vez con secuestrar un avión tras la matanza, con la doble posibilidad de estrellarlo en Nueva York o huir a México o alguna isla caribeña, Harris y Klebold comprendieron que no tenían escapatoria. Fríamente, Harris se suicidó de un disparo; Klebold lo hizo segundos después. Eran las 12.05.

El único remordimiento demostrado por los chavales en sus grabaciones es el relativo a sus padres. "Los vamos a meter en un buen lío. Lo siento", dice Harris, que cita La Tempestad, de Shakespeare: "Buenos vientres han parido malos hijos". Y Klebold cuenta que ha tenido "grandes padres", que le han enseñado la autoestima y a valerse por sí mismo. En su último vídeo, hecho en la mañana de la matanza, Klebold dice: "Falta media hora para el Día del Juicio". Y se despide de sus padres: "No me gusta nada esta vida, tenéis que saber que voy a un sitio mejor".

Harris toma el relevo: "Sé que mis padres no se lo van a creer, pero no puedo evitarlo". Klebold sigue: "Vamos a hacer lo que tenemos que hacer". Y chasquea sus dedos para indicar que hay prisa. "Eso es todo. Lo siento. Adiós", concluye Harris.

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