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Una tala de pinos mutila el 'bosque pintado' de Agustín Ibarrola

La treintena de árboles cortados estaba en un terreno particular en el valle de Oma

El bosque pintado de Agustín Ibarrola, una serie de figuras pintadas sobre el tronco de casi quinientos pinos en el valle de Oma, en Kortezubi (Vizcaya), ha quedado cercenado. Una treintena de árboles situados en una de las lindes del territorio sobre el que Ibarrola había intervenido a principios de los años ochenta han sido talados por el propietario de la parcela. Ibarrola, de 68 años, no quiso opinar ayer sobre el destrozo sufrido por la más popular de sus obras, visitada cada año por miles de personas, pero sí aclarar que ni está deprimido ni dolido, "sino muy cabreado".

Ibarrola supo la semana pasada que los trabajos forestales en las parcelas que rodean su bosque pintado, cercano al caserío de Kortezubi, donde vive y tiene su estudio, habían cercenado parte de los conjuntos de figuras. Subió al bosque y vio el destrozo, pero prefirió guardar silencio para no enturbiar con noticias tristes la inauguración de la exposición Arte y naturaleza, que desde el pasado martes muestra en el Círculo de Bellas Artes de Madrid una colección de obras creadas en los últimos 10 años.El monte boscoso sobre el que Ibarrola comenzó a pintar a principios de los años ochenta estaba entonces en manos de varios propietarios. Años después, la relevancia que alcanzó la obra del artista hizo que la Diputación de Vizcaya adquiriera parte del terreno para protegerlo. Ibarrola "no tenía ni idea" de que los pinos más cercanos a un arroyo estaban fuera de los límites de la parcela. El dueño del terreno no informó al artista sobre su intención de llevar a cabo los trabajos forestales.

Entre los árboles talados han caído, cortados en trozos, una treintena de pinos pintados. Su desaparición ha desfigurado o acabado con siete de las composiciones del bosque pintado, las situadas en la zona de más difícil acceso.

La mujer de Ibarrola, Mari Luz, reflejaba ayer la indignación del artista. "Talar esos árboles del bosque es como quitar la esquina a un cuadro", lamentaba. "Éste es un país de animales".

Su enfado iba dirigido hacia instancias más altas que el responsable directo de la tala. "Si las autoridades no te hacen ni caso, te desprecian olímpicamente y nunca te consideran como un artista, qué va a hacer el dueño de unos pinos que no tiene que entender de arte y respetar el trabajo de Agustín".

Ibarrola siente la mutilación del bosque pintado como la continuación de otros destrozos sufridos por sus creaciones. En 1992, varias piezas que formaban unas esculturas instaladas en la plaza de la Virgen Blanca, en el centro de Vitoria, fueron derribadas. El autor de la agresión, el pintor Santos Iñurrieta, fue detenido y condenado por su acción a un mes de prisión y a pagar una multa de 100.000 pesetas.

Posteriormente, una serie de estelas de hormigón, encargadas por el Gobierno vasco para varios puertos vizcaínos, fueron arrancadas y arrojadas a un vertedero de Bermeo (Vizcaya). Después de ser restauradas, las estelas volvieron a sus lugares de origen en 1997.

El bosque pintado de Oma volvió a mostrar sus mejores colores el otoño del año pasado, después del tratamiento de restauración que realizaron cinco estudiantes de Bellas Artes, becadas por la Universidad del País Vasco, bajo la directa supervisión de Ibarrola.

El reestreno de las figuras pintadas sobre los troncos llenó de alegría a su autor, justo cuando se disponía a conmemorar el 50º aniversario de su primera exposición. "Es el mejor homenaje que me pueden hacer", reconoció. En Oma sobrevivían entonces sólo la mitad de los pinos que Ibarrola comenzó a pintar hace unos 17 años y que durante años han sido utilizados como imagen de las campañas publicitarias para atraer turistas al País Vasco.

Los trabajos realizados devolvieron a las pinturas el color y la fuerza originales. Trazos y manchas de pintura sobre los troncos volvieron a ser bien visibles. El arco iris, círculos, labios, pájaros, siluetas humanas y ojos sorprenden al visitante, que puede descubrir nuevas figuras al jugar con la perspectiva. Ibarrola ha defendido que el bosque es más que una obra que nace de los pinceles. "Es un mundo lúdico donde la persona confiesa lo que lleva dentro", ha dicho.

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