Para que le quisieran
Da rabia y pudor tener que escribir sobre un amigo que se va. Habíamos tenido hacía poco una larga conversación, tras una comida, en la que no sólo la arquitectura, sino tantos otros temas, estuvieron presentes, porque Tanis Pérez Pita era enormemente culto. Entendido en pintura contemporánea como pocos, y no sólo porque estuviera casado con una pintora tan magnífica como Gloria García. Y buen amigo de sus amigos. Teníamos previsto repetir aquel encuentro precisamente en este desangelado octubre.Pérez Pita era un pedazo de arquitecto. De los buenos. De los pocos españoles que aparecen en la Historia crítica de la arquitectura moderna, de Kenneth Frampton. En mi recuerdo de sus primeras obras, una blanca casa en Nerja (1975) y un proyecto exquisito para el concurso de la Facultad de Ciencias de Córdoba (1974), que ganara Oiza. La solidez de obras como las viviendas de Palomeras (1979) o las de Carabanchel (1981). O la acertada reforma de la Biblioteca Nacional (desde 1984). El edificio para Red Eléctrica en La Moraleja (1992), que fue ganador en el concurso correspondiente. Los Nuevos Feriales de Madrid (1988). O dos obras tan cargadas de significado para él como son la Fundación Ortega y la reforma de la Residencia de Estudiantes. Y su más reciente edificio para Caja Madrid en Las Rozas (1995). Casi todos ellos hechos en colaboración con Jerónimo Junquera.
Hasta el final ha estado participando con toda su ilusión en concursos. Esta última primavera estuvo a punto de ganar para hacer una nueva ciudad junto a Pamplona, y ahora tenía entre manos unos preciosos pabellones de remo para Galicia. Los dibujos están aún sobre su mesa.
Fue profesor en la Escuela de Arquitectura de Madrid desde 1986. Quise que viniera conmigo, pero, después de pensárselo un poco, me respondió con claridad que no, que yo le iba a hacer trabajar demasiado... ordenado. Él era más disperso y menos sistemático, a su estilo, que muchas veces es una buena cualidad para la docencia de la arquitectura. Los alumnos le tenían gran cariño.
Dirigió la revista Arquitectura de Madrid de 1977 a 1980, donde, siempre, me abrió sus puertas. A sus portadas llevó a los mejores pintores de aquellos años. Tanis era una persona estupenda. Sus acendrados principios políticos, militantes, los conjugaba con un respeto extremado a los que opinaban de otra manera. Jamás aprovechó su privilegiada posición en un periodo de la vida española concreto para conseguir trabajo. Su honradez era proverbial.
Notarán su falta las arenas de la playa de Corrubedo. Y los amigos también. A él, mejor que a nadie, le cuadran aquellas palabras con las que Federico resumía su vida: "Escribo para que me quieran". Tanis Pérez Pita ha hecho arquitectura para que le quisieran. Y lo ha conseguido.
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