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La polémica del Museo del Prado se eleva al "cubo"

Seis arquitectos y profesores universitarios repasan la propuesta de Rafael Moneo para ampliar la pinacoteca

El impacto arquitectónico que tendrá sobre la iglesia de San Jerónimo el Real la ampliación del Museo del Prado diseñada por Rafael Moneo, el ya denominado Cubo, ha desencadenado un intenso debate urbanístico y estético. En él se han visto involucrados el Ministerio de Cultura, el Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid, así como el arzobispado y el propio Museo del Prado. Seis reconocidos profesores universitarios y arquitectos (Antonio Fernández Alba, Ricardo Aroca, Pedro Navascués, Antonio Miranda, Enrique Cavestany y Matías Díaz Padrón) han dado su opinión sobre esta propuesta, que pretende ampliar en 17.000 metros cuadrados el Museo del Prado con un nuevo edificio sobre el claustro de los Jerónimos (monumento levantado en el siglo XVII) y una cuña acristalada que conecte ambos. - Pedro Navascués. Este madrileño de 57 años, catedrático de Historia de la Arquitectura y del Arte durante 35 años en la Escuela de Arquitectura de Madrid, rechaza el proyecto. "La ampliación del Prado en dirección al recinto de los Jerónimos no la veo mal; pero no me gustó, desde su comienzo, el procedimiento empleado; tampoco me gusta que los Jerónimos queden fagocitados, engullidos por la ampliación, como he visto en el proyecto de Moneo, porque transforma adversamente el volumen que los Jerónimos piden para sí". "De ninguna manera", subraya, "me parece aceptable que desaparezca dentro del edificio de Moneo el de mayor nobleza, el que alberga el claustro; lo considero una desdicha. No era preciso sacrificar el claustro, como se propone en el proyecto".

Navascués concluye con un varapalo: "El volumen que se da al proyecto sobre esa zona es ajeno al carácter de todo su entorno: es un meteorito fuera de escala; pero, además, el tratamiento dado a su superficie no logra establecer la mínima relación deseable entre el edificio de Moneo y la iglesia; el sobrediseño que se incluye debería ser, por ello, sacrificado. En resumen, considero el proyecto como un fiasco y me muestro crítico con el endiosamiento de ese tipo de arquitectura, a la que no importa otra cosa que la falsa grandiosidad".

- Antonio Fernández Alba. Este salmantino de 72 años, arquitecto, miembro del Patronato del Prado, secretario del concurso internacional para la ampliación del museo y ex profesor de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid, señala: "Llevamos cerca de dos años y medio con este asunto. Estamos ante la cuestión, consolidada por la historia, de un claustro en ruinas que es percibido como una imagen poderosa a conservar. Sobre ese conjunto", añade, "se plantea una actuación, prevista en el proyecto de Rafael Moneo, que instala un edificio de servicios sobre esas ruinas históricas y propone un equilibrio entre ambos elementos. La pregunta a hacerse es qué tipo de respuesta arquitectónica se da y si cabe, de esa forma, integrar ambos elementos".

A juicio de Fernández Alba, "cuando esta respuesta ha sido percibida por la opinión pública se ha producido una hostilidad manifiesta". "Las raíces de la controversia se encuentran en que Madrid, a lo largo de la historia, muestra un relato fragmentado: pasó de ser una villa prácticamente amurallada a la condición de metrópoli, sin pasar por la fase de ciudad. Por consiguiente, toda actuación que trata de integrar elementos históricos con elementos modernos refleja esa discontinuidad y genera fricciones como las que estamos presenciando".

- Ricardo Aroca. El director de la Escuela Técnica Superior de de Arquitectura de Madrid, murciano, de 59 años, considera que "el asunto de la ampliación fue mal planteado desde su origen, siguió un mal desarrollo y todo indica que lleva las trazas de acabar, igualmente, mal". "No es necesario ensanchar el Prado sobre los Jerónimos. El museo necesitaba dos cosas", señala Aroca, "sacar a los funcionarios de su recinto, cosa que ya se ha hecho, y, en segundo lugar, reducir las colecciones pictóricas que se exponen a lo que deben ser estrictamente, las colecciones reales. Resueltos esos asuntos, la ampliación carece de sentido".

"En cualquier caso", destaca Aroca, "podrían aprovecharse palacios cercanos, como el de Velázquez y el de Cristal, en un escenario bello como el Retiro, o, incluso, utilizar también para exposiciones temporales la antigua sede de Sindicatos del paseo del Prado". "De esta manera", añade Aroca, "con una propuesta peatonal, cabría integrar esa extensión del Prado en un escenario grato como el Retiro, lo cual lo haría mucho más agradable para sus visitantes".

- Antonio Miranda. Salmantino de 60 años, arquitecto y profesor de Proyectos de la Escuela de Arquitectura de Madrid. "Rafael Moneo es, quizá, el más preocupado por la historia y la tradición entre los arquitectos españoles. Tal preocupación, sin embargo, no le ha impedido en otras ocasiones hacer intepretaciones miméticas y deficientes de esa historia; sin embargo", añade Miranda, "la gente que critica a Moneo en los Jerónimos demuestra exhibir concepciones mucho más reaccionarias, en el sentido seudohistoricista y retrógrado del término, de las que puedan llegar a expresar las actuaciones del arquitecto. Por ello, es preciso defender su obra".

"Tras ver el concurso de proyectos", explica Miranda", considero la solución de Moneo como la menos mala de las soluciones propuestas". Por ultimo, Miranda señala: "Su proyecto expresa la lucha entre la modernidad, que es racionalidad, y la posmodernidad, que es desecho, por lo que se convierte en un símbolo del anhelo de la arquitectura por sobrevivir, frente a la brutalidad y la arbitrariedad con la cual es tratada en Madrid por la rapiña mercantilista de los constructores".

- Matías Díaz-Padrón. Canario de 62 años, conservador del Museo del Prado y profesor de Historia del Arte en la Universidad Complutense. "Es una agresión contra un entorno homogéneo y bello como el del barrio de los Jerónimos, sobre el cual se proyecta una actuación que altera profundamente su personalidad estética y urbana", señala Díaz Padrón. "La mole proyectada por Moneo comienza por ensombrecer el interior del templo, al que ciega de su luz natural; prosigue ocultando el bellísimo claustro, que sacrifica para instalar una biblioteca que casi nadie usa, otra sala de conferencias, que olvida la ya existente, magnífica por cierto, con la que ya cuenta hoy el edificio Villanueva y unos almacenes de carga y descarga que convertirán las silenciosas calles del barrio en un ruidoso muelle".

Díaz-Padrón destaca asimismo: "Lo más grave es que los Jerónimos, junto con San Juan de los Reyes, en Toledo, y Santo Tomás de Ávila, es ejemplo vivo del renacentismo isabelino y el único testimonio vivo, en Madrid, de este estilo, que acabó con la centralidad de los coros, los desplazó a la zona trasera del templo y desvió, hacia los laterales, la presión de las bóvedas, ensanchando así la magnificencia de su interior, como un símbolo acorde con el naciente poder de Castilla".

- Enrique Cavestany. De 55 años, arquitecto y presidente de la Asociación de Artistas Plásticos. "El proyecto de Moneo no deja respirar a la iglesia de los Jerónimos; en cuanto al claustro, creo que ahora cumple su función y está en armonía con su entorno urbano; en consecuencia", agrega, "no veo razón para cubrirlo, como si de un simple hueco se tratara. Me parece mal crear una mole de esa envergadura a su lado. Por lo tanto, debiera dejarse el claustro tal como está: las ruinas del Coliseo conviven bien con la Roma de hoy y, en Madrid, no hay ruinas con su valor histórico".

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