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47º FESTIVAL DE SAN SEBASTIÁN

'La cinta roja', una intrincada y extraña metáfora política iraní

No falta desde hace años una película iraní en ningún festival de cine que se precie de estar al día. El cine iraní nos tiene mal acostumbrados porque uno espera ver lo último que ha hecho y se encuentra con un poema visual insólito y de deslumbradora belleza, como los dos últimos de Abbas Kiarostami, El sabor de las cerezas, que ganó en 1998 la Palma de Oro en Cannes, y El tiempo nos llevará, que a su vez se ha llevado de Venecia el Gran Premio del Jurado, equiparable al León de Oro.O encontrarse con una ficción de estirpe documental, como las de Muhjfaz Jalili y otros discípulos de Kiarostami, que están volviendo del revés los modelos de la pequeña producción del cine occidental, tanto europeo como estadounidense, con un estilo realista de enorme precisión y veracidad, hecho con presupuestos de bolsillo privado y, no obstante, capaces de abrirse camino en casi todos los pequeños circuitos de exhibición del mundo.

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A esta edición del festival donostiarra ha llegado una curiosa excepción con La cinta roja, dirigida por Ebrahim Hatamikia, que se sale por completo del modelo realista y, aunque propone un juego metafórico a lo Kiarostami de El sabor de las cerezas, se escapa hacia un tipo de cine más ortodoxo y más cercano a los patrones genéricos. Aunque no llega a los 40 años, Hatamikia es ya un veterano que tiene detrás más de una decena de largometrajes, cosa que se nota en su forma muy experta de rodar (con más medios de los habituales en el cine iraní) un relato críptico, oscuro e intrincado, cuyo lado metafórico está tan lleno de subentendidos políticos y de índole religiosa y localista, que no se entienden del todo.

Da la impresión de que hay en el filme abundantes claves cifradas que, obviamente, nos resbalan y levantan el mortífero gazapo del aburrimiento. Este cronista, ante el peligro de dormirse durante la proyección de una película en concurso, se levantó y tuvo que aguantar la media hora final de pie, lo que es una vieja maturranga de los festivaleros veteranos ante las películas demasiado raras, incomprensibles o simplemente tediosas. Extraño triángulo

La cinta roja no tiene, visualmente, mala pinta. Alcanza una triangulación dura entre dos hombres y una mujer embarrancados en medio de un campo de minas, que los atrapa en su itinerario en pleno desierto, por lo que las pasiones afloran y los símbolos también. Y ahí es donde uno se pierde, pese a la peligrosisdad del terreno que pisa con la mirada, porque, aunque en un patio de butacas no se corra el peligro de aplastar una mina y saltar hecho trizas por los aires, lo que sí asalta es la tentación de la indiferencia ante el destino de la aventura que nos están contando, ya que la posibilidad de que uno de estos tres excelentes intérpretes reviente a causa de un mal paso comienza poco a poco a traer sin cuidado a nadie.

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