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Tribuna
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Astucia y buen olfato

Otra jornada de actores, la de ayer en el Palazzo del Lido. Antonio Banderas, por primera vez detrás de las cámaras después de una ya larga carrera -comenzó a actuar cuando tenía 14 años y va a cumplir los 40- delante de ellas, saca un magnífico partido del talento de su mujer, Melanie Griffith, que hace en Locos en Alabama una de sus interpretaciones de chica bobalicona y candorosa, con trastienda de inesperada inteligencia más solventes y divertidas. Su juego, en las casi dos horas de la película, tiene un vivísimo encanto. Se percibe en ella un gran dominio y conocimiento de los puntos fuertes de sus registros cómicos, que funcionan muy bien y al final, cuando su presencia coincide con la del viejo zorro Rod Steiger, que se las sabe todas, mejor que bien. Locos en Alabama es una comedia atípica, de las llamadas negras, que discurre sobre un itinerario, al mismo tiempo distendido y trepidante, lleno de humor truculento, lo que no impide al relato, extraído por el guionista Mark Childress de su propia novela, meterse en territorios tan dispares como el melo, el drama costumbrista, el juego de ternura y la pura y simple política.

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Apoyado en la ágil escritura y en un reparto donde cada intérprete clava su personaje, Banderas sale del paso de delante a detrás de la cámara con un crédito bien ganado que presumiblemente le permitirá seguir adelante en este ensanchamiento de su territorio profesional. La película es simpática, cae bien, es epidérmica y divertida y tiene algunos originales y bonitos hallazgos de ritmo, de situación y de dibujo de personajes, lo que no es poca cosa para un director principiante.

Coser y cantar

Ciertamente, este director recién hecho no se las pone muy difíciles a sí mismo, y hace un despliegue de ese tipo de inteligencia que llamamos astucia, pues se adivina que, sobre el papel transparente de la escritura, de la buenísima fotografía de Julio Macar y del convincente trabajo del equipo ambientador -la ficción ocurre en los primeros sesenta- el trabajo de dirección de Banderas se parece a esos que llaman de coser y cantar. Por supuesto, hace bien Banderas en no complicarse la vida en este primer paso de la materialización de su vocación como director. Se dejan ver en Locos en Alabama algunas caídas, que son leves y no abundantes, en las facilidades del telefilme y otros recursos enfáticos y marrulleros. Pero no chirrían apenas y son absorbidos por la parte noble del filme, rodada con soltura, y que conforma una comedia bondadosa que balbucea a veces a causa de su exceso de contenidos -trata de demasiadas cosas, que van desde el chiste macabro a la lucha de los negros por su emancipa-ción- y de descuidos en el continuo.

Son asuntos menores, tartamudeos que no hacen callar a la parte contagiosa y elocuente del trabajo de Banderas que es el buen aprovechamiento de unos intérpretes que se sienten a sus anchas, que actúan libremente y el director se las arregla para relacionarlos entre sí con agilidad y buen olfato.

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