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"La Odisea" es un reportaje periodístico sobre la navegación"

Miguel Ángel Villena

La clave de todo está en la mitología mediterránea y, por tanto, clásica. Esta convicción vertebra toda la obra literaria y periodística de Manuel Vicent, un escritor nacido en el pueblecito castellonense de Villavieja, una localidad situada a 15 kilómetros escasos del mar. A punto de cumplir 63 años, "de eso ni hablemos", Vicent comenta así el enfoque de Son de mar. "La novela premiada", señala el escritor en el chalé del barrio madrileño de Chamartín donde vive, "no pretende actualizar el mito de Ulises. En realidad, el Ulises de mi narración sería un atún que recorre en su peripecia un camino que va desde una almadraba del Mediterráneo hasta la isla de Sumatra. Parto de la base de que siempre se vuelve del mar, todos los náufragos regresan antes o después. Los enamorados también regresan a la vida. Lo cierto es que la idea para escribir la novela surgió a partir del nombre de un plato que figuraba en la carta de un restaurante. El plato se llamaba De cómo los atunes vuelven a la vida".Manuel Vicent comparte esa opinión de que un escritor cuenta siempre las mismas historias. "Sólo cambia la forma, la imaginación, la percusión de la mente", explica, para matizar a renglón seguido: "Ahora bien, en Son de mar pasan cosas; es decir, que si en algunas novelas anteriores mías el acento estaba situado sobre los adjetivos, sobre la atmósfera y el ambiente, mi última obra puede calificarse de novela de acción. Por ello, en Son de mar priman los verbos sobre los adjetivos". Confiesa que es rápido al escribir y que esta historia de una pasión que recupera los ideales y las leyendas clásicas la tenía muy pensada. "A diferencia de otras veces", afirma el autor, "cuando comencé a escribirla, ya sabía cómo iba a terminar". La aparición de los cadáveres de un profesor de literatura clásica y de su mujer en una playa de un pueblo costero del Mediterráneo sirve al novelista para reconstruir la vida de los dos protagonistas en un relato que combina el misterio con el amor y las referencias a los clásicos.

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Manuel Vicent insiste, una y otra vez, en el valor de la mitología clásica como "narración de la historia a través de las hazañas de los dioses y de los héroes". Pero, haciendo gala de su habitual socarronería, recuerda el escritor que el circo del espectáculo ha sustituido y superado en la actualidad a los mitos clásicos. "Si Venus paseara hoy por la calle, nadie giraría la cabeza. En cambio, todo el mundo queda admirado con Naomi Campbell. O no digamos lo que pagaría hoy Hércules por ser tan famoso como Richard Gere. Las gentes del cine o de la moda son los auténticos dioses de hoy en día. No hay más que contemplar la ceremonia de entrega de los oscars de Hollywood".

Su visión del mundo pasa por la constatación de que en la mitología, "en esa mezcla de locura y poesía", está todo escrito. "En muchos lugares del planeta", agrega el escritor valenciano, "las guerras sangran desde hace miles de años. Ahí tenemos los ejemplos de Líbano o de los Balcanes para ilustrar lo que digo. La historia no deja de ser recurrente, porque las grandes pasiones humanas, en el fondo, son muy simples y además eternas".

Vitalista al tiempo que escéptico, mediterráneo hasta la médula en esa faceta de hedonismo de lo cotidiano que marca la cultura clásica, Manuel Vicent se reconoce un "optimista a corto plazo". Cuando se le pregunta sobre los límites del corto plazo, el autor no duda en responder que "de un día para otro".

"Cuando vas cumpliendo años y tu tiempo se constriñe, la utilidad indica que la eternidad puede resumirse en el próximo fin de semana".

Ha cultivado varios géneros este licenciado en derecho y filosofía que se dedica al periodismo y a la literatura desde su juventud, que ganó el Nadal en 1986 con Balada de Caín y que ha sido un emblema de revistas como Triunfo y Hermano Lobo y de diarios como EL PAÍS. De cualquier modo, Vicent no se adentra en disquisiciones sobre los géneros literarios a los que tan aficionados son otros autores. "Mi actitud mental", observa, "es la misma ante un artículo para el periódico que ante una novela o una crónica de viajes. En definitiva, un escritor lo que pretende es expresar y ordenar el mundo que le rodea a través de las palabras".

A partir de esta argumentación, Manuel Vicent no distingue entre el periodismo y la literatura. "El periodismo es la expresión literaria del siglo XX como la novela lo fue del XIX o el teatro impregnó todo el XVI. En nuestro mundo no se puede entender nada sin el periodismo, que ha llegado a desempeñar incluso el papel de los partidos políticos. Pero no nos engañemos, porque la literatura siempre ha sido periodismo, y a la inversa. En ese sentido, La Odisea es un reportaje periodístico sobre la navegación y La Iliada recoge las crónicas de un enviado especial a cualquier guerra".

Vive en Madrid, pero pasa largas temporadas en el puerto alicantino de Denia, cerca de los cabos de La Nao y de San Antonio, y con unos montes de Ibiza al fondo que pueden distinguirse en los días claros. Pasó su infancia entre campos de naranjos y estudió en una Valencia todavía apacible, con tranvías que llegaban hasta la playa de la Malvarrosa. "Los primeros 20 años de vida", indica el autor de Pascua y naranja y de Jardín de Villa Valeria, "te ofrecen la visión del mundo que ya mantendrás a lo largo de tu vida. Siempre y cuando aspires como escritor a crear o recrear un mundo propio, es indudable que la infancia es la patria de un escritor". Aquello que más le atrae a Manuel Vicent del Premio Alfaguara de Novela, que será publicado el próximo mes de abril, se refiere a su difusión en América Latina, a la posibilidad de llegar a un público integrado por 400 millones de hispanohablantes. Es consciente el autor premiado de que la creciente mercantilización de la literatura ha llevado a establecer la vida de un escritor en la duración de sus libros en las mesas de novedades de las tiendas. "Los libros se exhiben ahora con la carátula, y no con el lomo", apunta con ironía, "y la fugacidad de las obras, que aparecen y desaparecen en cuestión de pocas semanas, conduce a un darwinismo que entraña una gran frivolidad. A pesar de todo, la proyección de la literatura todavía incluye por fortuna factores impredecibles. Esa circunstancia explica que algunas novelas o ensayos lleguen a ser éxitos de ventas sin haber contado con promoción o con estrategias de mercado. Por todo ello, resulta un alivio que el boca a boca logre todavía que algunos libros triunfen por razones sólo literarias".

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