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49º FESTIVAL DE BERLÍN

Terrence Malick gana el Oso de Oro por su portentoso filme "La delgada línea roja"

La española "Solas" obtiene, fuera de concurso, los premios del Público y de Arte y Ensayo

ENVIADO ESPECIALLa filtración de que había en el jurado tres linces que se negaban a ver en el filme francés Ça commence aujourd'hui la obra maestra que es, resultó ser cierta, y Bertrand Tavernier tuvo que conformarse ayer con el paño caliente de una mención especial que parece humorística. Por suerte, había un recambio a su altura, y el Oso de Oro del Festival de Berlín fue para La delgada línea roja, dirigida por Terrence Malick, otra obra maestra, capital en la historia del cine de guerra. El filme español Solas fue adornado con el Premio del Público, de la sección Panorama, y todo indica que, de haber concursado, podría haber entrado en la lista de los premios oficiales.

Los tres linces -necesitados de una urgente revisión oftalmológica- del jurado internacional que decidió el reparto de glorias y de silencios están entre estos sus nueve componentes: la actriz española Ángela Molina (que fue su presidenta), el productor portugués Paolo Branco, la actriz china Michelle Yeoh, el director de producción británico Ken Adam, el productor israelí Assi Dayan, el miembro del equipo organizador del Festival de Cannes Pierre-Henri Deleau, la directora alemana Katia von Garnier, el periodista alemán Hellmuth Karasek y el actor holandés Jeroel Krabbe.La conveniencia de que tales eminencias pasen urgentemente el examen de un oculista quedó demostrada en tres de sus decisiones. La primera -que provocó en los centenares de periodistas asistentes un estruendoso abucheo- fue un premio no obligatorio, sino inventado especialmente para distinguir, "por su acabamiento artístico", al sublime engendro escatológico de David Cronenberg titulado (así, tal como se lee) eXistenZ. Y, teniendo en cuenta que en estos territorios pasarse de vista es también una forma de ceguera, ahí siguen los otros dos galardones patológicos: juzgar el mejor guión el escrito por Marc Norman y Tom Stoppard en Shakespeare enamorado, lo que supone considerar como una buena escritura lo que sólo es una escritura habilidosa, y premiar como mejor dirección la de Stephen Frears en The Hi-Lo Country, cuando el sin duda excelente director británico solventa con simple oficio un relato en el que evidentemente no cree, cosa que él mismo reconoció con ironía cuando pasó por aquí. Del resto hay poca cosa que objetar. Dar al francés Thomas Vincent el Premio Alfred Bauer a la mejor dirección novel por su interesante y exagerado trabajo en Karnaval es discutible, pero no pateable. Por otro lado, distinguir el filme Viaje al sol, dirigido por la joven turca Yesim Ostaoglu, con el Premio Ángel Azul, de la Academia Europea del Cine, es obvio de puro evidente, ya que se trata de un galardón destinado a estimular los filmes que aborden problemas reales candentes. La película revela con coraje aspectos del exterminio del pueblo kurdo, y baste decir que, fuera de la sala donde se otorgó, las calles estaban tomadas por incontables coches celulares y tanquetas de la policía berlinesa, que se disponían a cortar en seco una manifestación kurda. Más actualidad, imposible.

Los premios de interpretación fueron copados por alemanes. Julianne Köhler y Maria Schrader compartieron el Oso de Plata a la mejor interpretación femenina por su estupendo cara a cara en Aimée y Jaguar, y Michael Gwisdek se llevó por Encuentros nocturnos el correspondiente al mejor actor por su vivísima composición de un ejecutivo bonachón y parlanchín que acaba jugándose el pellejo por meterse a redentor de un niño negro perdido en los laberintos del Berlín arrabalero e indigente.

Finalmente, conceder el Premio Especial del Jurado al filme danés, recién sacado de la maravillosa fábrica de heterodoxias llamada Dogma, Mifune, es tan clamorosamente justo como dar el Oso de Oro a La delgada línea roja, una vez echada al basurero de las menciones sin premio la extraordinaria Ça commence aujourd'hui, una joya del cine moderno, no tan ambiciosa como el titánico y en algunos aspectos genial filme de guerra de Terrence Malick, pero en un terreno humilde más redondo y mejor acabado que él. El Premio de la Crítica y el del Jurado Ecuménico, concedidos por unanimidad al filme de Bertrand Tavernier, remediaron en parte la incompetencia que supone su casi expulsión de la lista de galardones oficiales de esta Berlinale, una de las más esperanzadoras de los últimos años.

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