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Una exposición revela que Picasso usaba el grabado como un diario de emociones

El museo de Barcelona exhibe las pruebas inéditas realizadas por el pintor

Como grabador, Picasso no tenía el arte de Durero. Para lo que quería, no le hacía falta. El grabado era para él, entre otras cosas, una manera de pasarse los nervios, de experimentar, de luchar contra la facilidad del dibujo. Y también, un inconsciente diario de emociones. Es, al menos, lo que explica Brigitte Baer, autora del catálogo razonado de la obra gráfica del artista y co-comisaria de la exposición Picasso. Grabados 1900-1942, que se inauguró ayer en el Museo Picasso de Barcelona tras exhibirse en París, Nueva York y Japón.

Brigitte Baer ha estado 20 años catalogando la obra completa grabada de Picasso. Le conoce como la palma de la mano, pero, "afortunadamente", dice, no le conoció en vida. Lo que dicen los artistas, afirma, suele ser un manojo de tópicos. "Lo que cuenta es lo que hacen". Las 246 piezas que integran esta exposición proceden en su inmensa mayoría del Museo Picasso de París, en donde se exhibió por primera vez a finales de 1996, y lo que las hace extraordinarias es que por primera vez el gran público tiene acceso a las pruebas de estado (las distintas pruebas de impresión que se realizan para ir comprobando sobre la marcha cómo está quedando el grabado) que realizaba el artista.Es decir, en realidad hay 59 imágenes en esta exposición, pero de algunas de ellas hay más de una treintena de pruebas que permiten conocer las rectificaciones, los experimentos, las reflexiones, vacilaciones y búsquedas de Picasso hasta alcanzar la versión definitiva. En grabados como Flautista y durmiente (1933), Escultura. cabeza de Marie-Thérèse (1933), La mujer de la pandereta (1939) y Mujer con sombrero en un sillón (1939), estas diferentes versiones aportan nuevos elementos a la interpretación y apreciación de las obras.

Pero, en contra de lo que pudiera parecer, no se trata de una exposición para iniciados o especialistas. Brigitte Baer lo deja claro en el extraordinario catálogo, por lo sencillo y accesible, editado para la ocasión: "El objetivo de esta exposición no es enseñar, sino entretener. Si enseña, mucho mejor. Teniendo en cuenta la gran cantidad de grabados que posee el Museo Picasso de París [el artista realizó unos 2.000 grabados a lo largo de su vida sin contar las múltiples pruebas de estado], fue preciso realizar una drástica selección. La hice de una manera muy personal, escogiendo sólo los que me gustaban más y algunas curiosidades para divertir a los espectadores".

La exposición, abierta hasta el 4 de abril de 1999, está organizada de forma cronológica y permite advertir no sólo la diversidad de técnicas que utilizaba el artista -dice Baer: "En punta seca es muy bueno; el buril lo utilizó poco porque es complicado, hay que ser muy meticuloso y Picasso era demasiado impaciente, y la litografía no le gustaba mucho; lo mejor es cuando mezcla las técnicas"-, sino también las distintas obsesiones personales y artísticas que le preocupaban en cada momento. "Creo que el grabado es el diario de lo que sentía Picasso sin darse cuenta, su diario de emociones", afirma Baer. "Le salen cosas allí que seguramente no podía decir o siquiera pensar".

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