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Crítica:TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Ante el espejo

El teatro se mira a sí mismo cada vez con más frecuencia; a veces con espíritu crítico. Como si la obsesión por sí mismo le apartase de otros temas: una neurosis. O un estrés. El Tartufo de Fernán-Gómez tenía ese doble fondo de la obra en trance de ensayo; otros han hecho como un ensayo de La corte de Faraón. Atrás queda algún momento glorioso, como el de Viaje a ninguna parte de Fernán-Gómez, el pequeño monumento de Boadella en Teatro Nacional; allá, a lo lejos las películas de Bardem o de Visconti.Margallo y el comando entran ahora en ese juego del espejo deformante. Y crítico y autoanalizador; en el teatro de estrés. Tres, cuatro cómicos, están dispuestos a asaltar el escenario del local donde la Compañía Nacional de Teatro Clásico va a estrenar una versión de La vida es sueño: su Segismundo aparecerá como un espontáneo en una plaza de toros y soltará su tirada de versos. Para eso ensayan clandestinamente en el foso del teatro.

Clásyclos

Clásyclos (comando incontrolado de teatro), de Juan Margallo. Intérpretes: Vicente Cuesta, Pedro Mari Sánchez, Petra Martínez, Theodora Carla. Dirección: Juan Margallo.Teatro Infanta Isabel.

Tres cómicos venidos de lejos, del siglo XVIII; se les supone inmortales. Y una bonita violinista que se les incorpora, aunque -ya se ve- no es aún actriz. En sus coloquios van desde la mera parodia de los clásicos hasta, en algún solemne momento, la interpretación por derecho de sus fragmentos; hacen la crítica de la producción, del sistema estatal de ayudas; de los malos cómicos; hacen, en fin, sus bromas internas, y las entienden maravillosamente los espectadores del estreno: entre ellos, los heroicos excombatientes de las antiguas batallas de cuando el teatro aún se debatía con fuerza y emoción -los últimos años del franquismo, los primeros de la transición que, ay, fueron mas duros- y entre los que van a ser, o tratan de ser, los nuevos héroes de la profesión, y se ríen y celebran las palabras del oficio, el vocabulario interior, los remedos de profesores, las alusiones. Como si no hubiera solución de continuidad.

Una fuerte corriente

Hacia el segundo acto la corriente era más fuerte, los cómicos se exaltaban más en sus parodias y el público les jaleaba. Me gustaría ver cómo suceden estas representaciones con espectadores de los que llamamos de diario. Seguramente, aunque no tengan las mismas "motivaciones", reconocerán también a los buenos actores: los esfuerzos parodísticos de Vicente Cuesta, algún fragmento bien dicho por Pedro Mari Sánchez y, sobre todo, a Petra Martínez, que tiene la vis cómica pero que también comunica la emoción en las famosas imprecaciones de Laurencia en el Alcalde de Zalamea.Todos ellos, y la excelente violinista Theodora Carla trazan un final optimista, marchoso: con una musiquilla de vals pueblerino, muy Nino Rota, avanzan y avanzan hacia el porvenir, lábaro en mano. Su intento: asaltar el Real. Si es posible, quemarlo...

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