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Crítica:FESTIVAL DE SALZBURGO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

"Katia Kabanova" provoca ira y aplausos

Con Christoph Marthaler (Zurich, 1951) llegó el escándalo. Las pasiones, los gritos a pleno pulmón de entusiamo, los abucheos de indignación llenos de saña se prolongaron durante 10 minutos, creciendo y creciendo en intensidad, algo que no ocurría en Salzburgo desde aquella Flauta mágica de la pasada edición que Achim Freyer convirtió en un circo. Lo de Marthaler en Katia Kabanova es menos amable, más inquitante. Ha decidido llevar la estética proletaria al paraíso de la ópera ambientando la producción en una comunidad de vecinos de Brno a finales de los sesenta.

No es una concesión localista. Podría servir cualquier pueblo industrial o periférico de las grandes ciudades. Es Brno porque en el trabajo de campo que hace un año realizó el equipo escénico de esta producción, buscando los lugares por donde se había movido Leos Janacek para componer su música, les fascinó la fuente de Brno y la han reproducido (con un cisne muerto, que así lo encontraron), les fascinaron unos horribles ceniceros-papeleras que había en las calles y han incorporado media docena al montaje, les sorprendió que en las paredes desconchadas de un patio de vecinos todas las ventanas fuesen de aluminio y exactamente iguales, y así también lo presentan en escena. A ello hay que añadir un despliegue de convencionales papeles pintados (uno de ellos se reproduce en la portada del programa de mano), lámparas de dudoso gusto, cuadros de ciervos encima de la cama, un televisor que no funciona, calendario con paisajes, algún que otro santo o Papa, y un sinfín de nimiedades, objetos y figuritas de lo más común y también de lo más hortera.

Contexto hostil

Por ese bosque de cosas familiares, y con la música de Janacek como una redención permanente, se mueven unos personajes que se esfuerzan en ir conquistando su propia libertad, cantando, por supuesto, y también marcándose algún paso de rock o evocando la película Cantando bajo la lluvia, sueños todos ellos que venían de fuera. En este contexto silenciosamente hostil, el romanticismo aún tiene una esperanza.La doble moral, la represión que se ejerce sobre Katia Kabanova, esa Madamme Bovary a lo ruso, se perpetúa en un patio de vecindad donde todos ven y callan, mientras los sentimientos luchan por salir a flote en un ambiente cutre, desolador en su fealdad y en su asfixiante monotonía. El planteamiento de Marthaler y su escenógrafa Anna Viebrock para Katia Kabanova tiene dos precedentes: del Pelleas y Melisande que hicieron en Francfort se mantiene el misterio de una configuración espacial en cierto modo hiperrealista; de la reciente Vida parisina de Offenbach en la Volksbühne de Berlín y en la Festwokhen de Viena el lado irónicamente corrosivo de una cotidianeidad inevitablemente asumida.

La dirección de actores es colosal. La respuesta de los cantantes al desafío es magnífica. Perfilan los personajes con el canto y con la presencia teatral. El reparto es de una homogeneidad admirable, pero es de justicia destacar la Katia de Ángela Denoke, la Kabanicha de Jane Henschel, la Warja de Dagmar Peckova y el Kudrjasch de Rainer Trost.

Encendido lirismo

Todo esto, claro, no se mantendría en pie sin contar con una orquesta y un director musical capaces de producir un escalofrío permanente con el encendido lirismo y la tensión dramática que esta música de Janacek encierra. La Filarmónica checa y Sylvain Cambreling realizaron una prestación de antología. Janacek produce con estos sonidos y estas imágenes un efecto perturbador. A los músicos y a los cantantes se les aclamó. La ópera se representó sin interrupción, introduciéndose en los dos intermedios a modo de enlace unos coros tradicionales arreglados por Janacek.El Liceo de Barcelona ya ha contratado esta producción para la temporada 2001-2002. Es un consuelo pensar que hay gente en nuestro país que sabe por dónde van los tiros en la ópera actual. Al estreno asistiron desde Jack Lang hasta Bianca Jagger. El Festival de Salzburgo ya tiene en su edición del 98 al menos un espectáculo operístico que abre nuevas líneas de reflexión estética.

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