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La exposición 'Piel de seda' presenta un centenar de joyas bibliográficas

La muestra reúne en Madrid históricas encuadernaciones textiles La encuadernación ha sido, desde los primeros momentos de la existencia del libro, una forma de realzar tanto el valor del propio documento como una muestra de ostentación de su propietario. Se conservan aún verdaderas joyas bibliográficas en algunas colecciones y poder acceder a ellas produ ce siempre la sensación de un descubrimiento. La exposición Piel de seda, que presenta el Museo de Artes Decorativas, de Madrid, reúne algunas piezas excepcionales, y no sólo por antigüedad, ya que también se incluyen obras de encuadernadores y artistas contemporáneos.

Desde ayer, y con -el sugerente título de Piel de seda. Encuadernación textil en España, se podrá contemplar, en el Museo Nacional de Artes Decorativas de Madrid (Montalbán, 12), una excelente selección de un centenar de joyas bibliográficas, que abarca cronológicamente desde el siglo XV hasta la actualidad.Se trata de una iniciativa de la Asociación para el Fomento de la Encuadernación en Arte (AFEDA), patrocinada por la Dirección General del Libro, Archivos y Bibliotecas e Iberpapel. Creo que, con sólo el enunciado de esta exposición, no será difícil percatarse del valor de la misma y, sobre todo, del valor añadido que tiene para nuestro país, donde aún no hay el aprecio debido para las artes decorativas en general y, por tanto, para esta rama de nuestro patrimonio bibliográfico, como es el de la encuadernación textil, que nos remite por igual al pasado de este arte como al presente.

Precisamente éste es uno de los aspectos, a mi juicio, más interesantes en el planteamiento de la muestra, el de coronar la mirada histórica retrospectiva con una ojeada sobre lo que se hace al respecto en la actualidad, condición esencial para que la práctica siga viva y con futuro.

Con suntuosa seda o con cualquier otro material textil más modesto, sin encuadernación no hay libro y aunque no se haya cobrado consciencia hasta hace relativamente poco de la importancia artística, en ocasiones excepcional, de esta envoltura que da cuerpo, forma y conservación al libro, la tiene, y mucha.

Hoy, por ejemplo, hay verdaderos artistas que encuadernan libros, además de los técnicos en restauración o los meros artesanos, estos últimos, además, muy dignos, pues no lo abandonan todo al imperio de lo maquinal y la mera rentabilidad.

La exposición Piel de seda contiene varias joyas bibliográficas dignas de atención, como las encuadernaciones de las Siete partidas de Alfonso X (terciopelo y plata incrustada) o el Tratado de Aranjuez (terciopelo bordado con lentejuelas y ornato central en oro).

Se comprende que resulte imposible compendiar aquí la riqueza de lo ahora exhibido en esta selección, pero estoy seguro de que llamará la atención de muchos interesados y les producirá también un placer quizá insospechado. Por lo demás, hay que procurar que este tipo de iniciativas se multipliquen.

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