_
_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Coronacion del "kitsch"

Por circunstancias de la vida, ésta es la tercera vez que asisto al concierto de Los TresTenores. Estuve en julio de 1990 en las termas de Caracalla, en julio de 1994 en el Dodger Stadium de Los Ángeles y, por si fuera poco, anoche en el Teatro Real de Madrid. No ha sido efectivamente poco: en menos de una década, pero desparramando entretanto por el mundo más de cincuenta millones de discos, Los Tres Tenores han elevado el kitsch a categoría mayestática, peldaño tras peldaño.Pocos fenómenos contemporáneos en el mundo del entertainment han sido tan expresivos del vuelco que la cultura de masas ha imprimido en poco tiempo a la cultura; o más exactamente: del desconcierto que los valores de la cultura han sufrido en pleno concierto polifónico. Basta ver cómo el público del Real, crecientemente arrobado por la melodía, explota en un ¡bravo! absoluto y agónico al término de Amapola, para darse una idea de hasta dónde han llegado las cosas.

Más información
Aplausos sin misterio en la gala de Reyes

Para mí que, en Caracalla, hace siete años, Los Tres Tenores tenían el simple propósito de contribuir a la divulgación de algunas piezas cultas sin fatigar, ni extenderse, ni aburrir. Mientras, de paso, se divulgaban a sí mismos.

Esta tarea, sin embargo, se cumplió inesperadamente tan pronto, y con tan copiosos beneficios, que, sin proyectarlo, cambiaron el inicial trabajo de divulgación por el de la simulación. En el Dodger Stadium, con motivo del mundial de fútbol en Estados Unidos, el trío había dejado por completo de ser inocente. Sabían ya tanto sobre el negocio del kitsch como todos los americanos y desde allí saltaron en gira hacia ciudades indiscriminadas; Miami, por ejemplo. De un confín a otro del mundo, los espectadores de estadios y circos habían creido rozar lo sublime en los últimos compases de Torna a Sorrento y gracias a Los Tres Tenores lo selecto se hacía accesible al pueblo. Hasta ese momento todo había sucedido al aire libre, con esterofonía, sillas de tijera y gente autorizada a vestir de niki.

Lo que acaso no habían sospechado los tenores es que el fin de todo eso acabara en el Teatro Real, ante la Familia Real en pleno y ante una élite de ministros, banqueros, visones y esmóquines, más el presidente del Gobierno con una camisa de rayas muy gordas.

Fin pues de la etapa de simulación. En adelante su concierto deja clara la abolición de las barreras entre lo pop y lo exquisito, entre el kitsch y el buen gusto. Nada más contemporáneo y postmoderno que la demostración de anoche.

El Rey estaba encantado, Ana Botella estaba encantada, Mar Flores y Tita Cervera derrochaban encantos, Cielito Lindo les salió perfecto en el Real. Tras el cénit de la simulación, Los Tres Tenores, y gracias al patrocinio del alcalde, han logrado el refrendo de la coronación.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_