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120 testimonios forman la biografía deTruman Capote

George Plimpton sostiene en su libro que el éxito de la obra maestra 'A sangre fría' acabó con el escritor

, Su obra maestra, A sangre fría, mató a Truman Capote literariamente y, en cierto sentido, también física y espiritualmente. Capote jamás volvió a terminar una novela larga y se sumergió para siempre en sus viejos amigos: el alcohol, la droga, el cotilleo y la promiscuidad. El relato de esa decadencia, pero también el del ascenso y el cenit del escritor, está minuciosamente detallado por George Plimpton en Truman Capote, una biografía oral que ha ido acogida con un nutrido aplauso por la crítica de Estados Unidos. La novedad del libro reside en que ha sido compuesto casi exclusivamente con los testimonios de cerca de 120 personas que conocieron al escritor. Un puzzle que traza el complejo perfil de este escritor que fue, él mismo, un personaje de novela.

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El ajuste de cuentas

El recién publicado Truman Capote, que lleva como subtítulo 'Donde varios amigos, enemigos, conocidos y detractores recuerdan su turbulenta carrera', supone en sí una novedad formal: lo que Plimpton denomina "biografía oral. La vida, obra y milagros de Capote están contados a través de unos 120 testimonios en primera persona recogidos por Plimpton. Jamás se escucha la voz del biógrafo, que se limita a engarzar con hilo invisible las de sus testigos. "Con su coro fantasmal, este libro", escribe James Wolcott en Vanity Fair, "es tanto una tertulia como un funeral''."Tras las ejecuciones [las de Dick Hickock y Perry Smith, los dos criminales que protagonizan A sangre fría], me senté al lado de Truman en el avión que le devolvía a Nueva York", cuenta en el libro Joe Fox, el editor de Capote en Random House. "Truman", prosigue, "cogió mi mano y lloró durante todo el viaje, y fue un viaje muy largo".

Y es que Capote se había metido en una trampa terrible. "No podré publicar el libro hasta que sean ejecutados", le confesó en 1963 al compositor Ned Rorem. Su carrera como escritor necesitaba que se cumpliera la condena, que Hickock y Smith fueran ahorcados. Pero al mismo tiempo le horrorizaba que la justicia exterminara a sangre fría a aquellos dos hombres, en especial a Smith, del que se había enamorado durante sus muchas entrevistas en el corredor de la muerte. Esa contradicción terminó por destruir su frágil equilibrio psíquico.

Nacido para ser estrella

"Capote nació para ser una estrella; su triunfo particular fue que él mismo terminó siendo su más controvertida y memorable creación", escribe Llyod Rose en su crítica de la biografía de Plimpton para The Washington Post. Nacido en 1924, en Nueva Orleans, criado en un pueblo de Alabama, neoyorquino de adopción y gran viajero, Capote fue, como subrayan las críticas periodísticas y los programas de televisión que está suscitando la salida de su biografía, no sólo uno de los mejores escritores norteamericanos del siglo, sino todo un personaje.A los siete años, recuerdan sus primos, Capote ya escribía cuentos y organizaba las mejores fiestas de cumpleaños y carnavales de Halloween de todo Alabama. Más tarde, pero aún muy joven, se trasladó a Nueva York y comenzó a publicar relatos cortos en revistas como The New Yorker y Harper Baiaar.

En 1948, su primera novela, Otras voces, otros ámbitos, fue un éxito inmediato. El texto provocó casi tanta polémica como la foto de contraportada, en la que Capote, homosexual militante, posaba afectadamente como una especie de Lolita.

Capote, de talla pequeña, voz, atiplada, calor sureño e ironía neoyorquina, se convirtió en el enfant terrible, el golden boy, de la alta sociedad. A los hombres les encantaba escuchar a aquel tipo divertido e irritante que era tanto un encantador de serpientes como una serpiente venenosa; para las mujeres tenía un oído paciente y atento que les llevaba a contarle sus más íntimos secretos de alcoba.

Marilyn Monroe fue una de las amigas que le hicieron toda suerte de confidencias. Tras su muerte, Capote le consagró esa joya del retrato periodístico llamada Una adorable criatura.

Tras los éxitos de la novela Desayuno en Tiffany's. el ácido retrato de Marlon Brando para The Neis, Yorker y los textos de un libro de fotos de Richard Avedon, Capote, en 1959, a los 35 años de edad, necesitaba un renacimiento literario.

Al leer el suelto de The New York Times sobre el brutal exterminio de una familia de Holcomb (Kansas) a cambio de un botín de 40 dólares, Truman Capote propuso a la revista The New Yorker ir allí y escribir un reportaje. El trabajo comenzó en 1959 y terminó en 1965, los seis años que fueron necesarios para que Dick Hickock y Perry Smith, los autores del crimen, fueran detenidos, juzgados, condenados a muerte y ahorcados. Invitado por Hickock y Smith, Capote fue testigo ocular de las ejecuciones en una prisión de Kansas.

En 1965, tras seis años de trabajo y haber asistido personalmente a las ejecuciones de Smith e Hickcok, Capote alumbró A sangre fría. "Aquello", recuerda Vanity Fair, ''fue para la literatura lo que la beatlemanía para la música". A sangre fría apareció primero en cuatro ediciones consecutivas de la revista The New Yorker -agotadas antes de ponerse a la venta- y luego como libro, en Random House. Los lectores estaban no sólo ante uno de las mejores inmersiones de todos los tiempos en las sórdidas profundidades del sueño americano, sino ante una revolución literaria.

Capote se proclamaba inventor de la "novela de no ficción", un largo texto escrito con las técnicas de la ficción literaria, pero a partir de hechos reales y de una investigación periodística. No era rigurosamente exacto: el mejor periodismo venía usando desde sus comienzos los recursos técnicos del relato corto y la novela para sus reportajes. Pero A sangre fría dio la bendición a esa tendencia, se convirtió en la biblia de un estilo de contar la realidad que Tom Wolfe llamó "nuevo periodismo".

A sangre fría convirtió a Capote en una superestrella y terminó con él. Muchos de los testigos que hablan en la biografía de Plimpton dicen que la experiencia de las ejecuciones de Kansas reventó su alma; algunos, que la gloria y la fama obtenidas por el libro le provocaron una embriaguez definitiva; otros aseguran que se quedó literariamente seco.

Baile en blanco y negro

En 1966, Capote organizó en Nueva York su famoso "baile en blanco y negro", en homenaje a Katharine Graham, la editora del Washington Post. Fue el Woodstock de la alta sociedad: ricos y famosos se dieron de bofetadas por conseguir una invitación. Capote estaba en la cima, pero a partir de ahí sólo podía bajar.¿Cómo podía superar el bombazo de A sangre fría? ¿Creando otro nuevo género literario, descubriendo un remedio para el cáncer, presentándose a la presidencia de Estados Unidos? Incapaz de encontrar una salida, Capote se dio de lleno a la vida nocturna.

A todo aquel que le encontraba, borracho y drogado, en la discoteca neoyorquina Studio 54 le decía que estaba preparando una nueva obra maestra. A mediados de los setenta publicó sus tres primeros capítulos, en Esquire. Era Plegarias atendidas -un título, según Capote, sacado de una cita de santa Teresa de Ávila-, y pretendía ser el nuevo En busca del tiempo perdido.

Pero lo que sus amigos retuvieron era que lo que el protagonista de la historia -el masajista y prostituto P. B. Jones- contaba eran los cotilleos de la alta sociedad neoyorquina, en particular los asuntos de cama. Y ello sin apenas ocultar las identidades de los protagonistas. Capote se convirtió en un paria. Su estrella terminó explotando en un agujero negro. Sus últimos años fueron patéticos. Falleció en la casa de una amiga de Los Ángeles, en 1984.

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