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El consul proscrito

El 'Schindler portugués' salvó de los nazis a más de 30.000 personas

Fue expulsado de la carrera diplomática, perseguido hasta la miseria por haber salvado de las garras nazis a más de 30.000 personas. Los herederos del cónsul portugués Arístides de Sousa Mendes reclaman ahora el digno restablecimiento de la memoria del hombre que se atrevió a desobedecer las órdenes personales del dictador Oliveira Salazar. Los últimos 23 años de democracia en Portugal no han conseguido saldar una cuenta histórica que comenzó en junio de 1940, en los albores de la II Guerra Mundial.Católico y monárquico convencido, el cónsul Arístides de Sousa Mendes do Amaral e Abranches (1885-1954) organizó desde su puesto en Burdeos la "mayor operación de salvamento llevada a cabo por una sola persona durante todo el holocausto", según afirma su nieto y representante de la familia, el capitán del Ejército Álvaro Sousa. Sin acatar las órdenes-directas de Salazar, el cónsul Sousa Mendes concedió visados para Portugal a más de 30.000 refugiados que huían de la persecución nazi, entre ellos más de 10.000 judíos, como han reconocido las propias autoridades de Israel.

La afrenta le costó muy cara. Fue condenado a un año de inactividad seguido de una jubilación forzosa. Nunca fue readmitido en la carrera y además el dictador le prohibió ejercer su profesión de abogado con una familia con 14 hijos que alimentar. Todos ellos abandonaron el país en busca de una nueva vida en Estados Unidos, Canadá y África, mientras su padre, confiando en la rehabilitación, moría en la más absoluta miseria.

Su nieto considera "inaudito" que, años después de recuperadas las libertades en Portugal, "este país no haya hecho justicia a la figura de un portugués cuyos valores han sido ya debidamente reconocidos en Francia o en Israel". Las autoridades lusas promulgaron en 1988 una ley para reincorporarle a la carrera diplomática a título póstumo, y ofrecieron a la familia una indemnización de 800.000 escudos (algo más de 650.000 pesetas). Una cantidad rídicula, "simplemente indigna", pero que, al parecer, se ajustaba a la legalidad.

"Desde esa fecha", dice Álvaro Mendes, "no volví a recibir una sola notificiación del Ministerio de Asuntos Exteriores, hasta que, a principios de este año mantuve una conversación con el actual ministro de Exteriores". "Jaime Gama", añade, "me comunicó la decisión de pagar a la familia 12 millones de pesetas y yo le propuse crear una casa-museo o, preferiblemente, una fundación que se ocupase de proteger a los refugiados, iniciativa que no rechazó".

Sin embargo, el departamento les envió recientemente una notificación para retirar el dinero sin mención alguna sobre la fundación.

La familia Sousa Mendes ha heredado el coraje del cónsul proscrito. "Él sabía de antemano que lo iban a desterrar", dice su nieto, "pero siguió adelante con lo que le dictaba su conciencia; por eso mismo nosotros no vamos a desistir, no queremos ultrajar al Gobierno o a las instituciones, al contrario, nos merecen el máximo respeto, pero por encima de todo reclamamos justicia". "Nuestro abuelo", añade el capitán, "perdió todo lo que tenía, se endeudó hasta acabar en la ruina y, una vez muerto, los acreedores le persiguieron hasta el punto de que su casa de Cabanas; de Viriato, en el distrito de Carregal do Sal, (al norte del país) fue vendida en subasta pública y ahora corte el riesgo inminente de convertirse en un hotel".

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En esa casa vivieron algunos de los refugiados que Sousa Mendes salvó de una muerte casi segura. Muchos de ellos esperaron en Portugal los barcos que les llevaron hasta América o África. Durante la conmemoración del 50º aniversario de su muerte, Israel plantó 10.000 árboles en el desierto de Neguev, en memoria de cada uno de los judíos salvados por el cónsul. Su figura está debidamente reconocida en el Museo del Holocausto. Un busto suyo preside una de las plazas de Burdeos.

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