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"¡Abran, carajo, es la policial!"

Familias españolas con desaparecidos en la dictadura argentina narran sus angustias y sufrimientos de años

FRANCISCO MERCADONo se investiga el hispanICI-dio, sino el genocidio. Pero al menos 600 de los 30.000 desaparecidos bajo la dictadura argentina tenían origen español. El Parlamento argentino aprobó una leyde punto final que garantizaba la impunidad de, los uniformados asesinos. Pero el juez Baltasar Garzón, con sus pesquisas, lo ha convertido en punto y seguido. Los fámiliares de las víctimas españolas del tango fascista se muestran esperanzadas y exigentes con la justicia y el Gobierno del país que les vio nacer. Estas son algunas de sus historias. En 1952, la farnilia de Dionisla López Amado se hallaba dividida. Su padre y su esposo temían que una tercera guerra mundial sacudiera Galicia, donde vivían. Dionisla y su madre no vislumbraban tal desastre. Su hijo An tonió, con cinco meses, fue neutral. Prevaleció el temor varonilLos cinco emigrantes a Argentina por evitar el horror. "Nosotras no queríamos irnos, pero entonces las mujeres estábamos más sometidas". Al principio, trabajaron en el delta del Paraná en la recogida de fruta. Luego se trasladaron al Tigre, hartos de la vida rural. En 1962, nack) su hija Rosaura. Antonio se casa en 1975. Dionisia era feliz. "Todo era una maravilla . Yo deseaba ser abuela". El l6) de mayo de 1976 tocó a la puerta de su hijo no la temida terceraguerra mundial, perosí una enésima guerra inmunda. "A las 23.30 llegaron a casa de mi hijo camiones del Ejército repletos de soldados vestidos de diferente forma, como disfrazados. Golpearon la puerta. '¡Abran, carajo, es la policía!'. No les dieron tiempo a abrir. Ametrallaron la puerta. Cogieron a mi hijo, a mi nuera, en carnisán y descalza, a dos arnigos que estaban de visita. Les taparon la boca con esparadrapo, les maniataron con alambre. Echaron un colchón en un camión, y les tumbaron allí. Se los llevaron a los cuarteles de Campo de Mayo. Se llevaron también una camioneta de los amigos. La reclamó el dueño y le dijeron: 'Chitón, mejor, no preguntar'. Mi hijo tenía una ideología, pero no tenía que ver con la guerrilla. Aunque hubiera preferido que muriera por luchar en lo que creía". "Mi hijo trabajaba con un sacerdote brasileiro. Pancho, era un cura tercermundista, del pueblo, que trabajaba con los más desposeídos. A Pancho, Francisco Suárez, le asesinó la Triple A en febrero de l975"."Empiezo a sentir que el Estado español está en deuda conmigo. ¿Qué ha hecho el Estado español por mí? Sigo siendo española. Y nos han hecho sentir ciudadanos de tercera, de cuarta, de quinta. Y el Estado español tiene que apoyar al juez, se llame Garzón o Pérez, para que se realice un hecho histórico: juzgar a los asesinos, a los genocidas. ¡Ay, se me sube la gallegada [la españolidad]!".Ana Quesada es española, como sus padres, como sus dos hermanas. Una de ellas, Graciela, ya no conoce de nacionalidades. Es una desaparecida. La secuestraron los milicos en marzo de 1977. Tenía 24 años, y estaba embarazada. Su bebé acaso hayacrecido en manos de unos falsos padres que eligieron los torturadores. Antes de desaparecerla, los militares la dejaron viuda. Su marido, Luis Bearci, fue asesinado a tiros en la calle en noviembre de 1976. Delito de ambos: militar en la izquierda peronista. Carlota Ayub de Quesada, la madre, de 72, ya ha denunciado estos hechos ante Garzón. Esta corajuda mujer ve en esta investigación una "ventana hacia la luz".

Susana García vio desaparecer a sus padres, Ramón García Ulloa y Dolores del Pilar Iglesias, españoles de 55 años, en octubre de 1976 en Argentina. No tenían ninguna actividad política. Los secuestradores dosificaron la miseria, la extorsión. El primer día secuestraron a los padres, el segundo desvalijaron la vivienda, y durante meses estuvieron cobrando cheques que extendían sus rehenes. De un desaparecido se aprovecha todo: cuentas, hijos... Susana suena, a sus 48 anos, con una orden de busca y captura que impida que los genocidas viajen al extranjero y disfruten de su dinero, de su poder, y, si cometen el error de salir de Ar gentina, que sean de tenidos.

Manuela Labrador pertenece a una familia salmantina. Su drama fue por fascículos. En septiembre de 1976, su hermano Miguel Angel desaparece en Santa Fe, adonde habíaacudido para realizar gestiones de la empresa familiar. La familia indaga su paradero. En noviembre se despejan las dudas sobre la autoría. Un grupo paramilitar allana las viviendas de toda la familia Labrador en Rosario. Cuando acaba la operación, Manuela se dirige a casa de su hermano Palmiro. Los militares no le dejan pasar. Le informan de tres muertes: su padre, su hermano y su cuñada. Los milicos se habían cobrado ya cuatro víctimas en su familia. Los asesinos eran amigos de la familia, pero ésa es otra historia.

Matilde Artés, Sacha, autora del libro Crónica de una desaparición(Espasa), perdió a su hija Graciela en 1976. Las autoridades bolivianas entregaron a los militares argentinos a su hija y su nieta, apenas un bebé. Sólo recuperó a su nieta, Carla, tras nueve años de secuestro bajo forma de una falsa adopción por un miembro de la la Triple A y de los servicios secretos argentinos. Con una foto recuperó a su hija, con una foto espera hacer justicia con sus captores.

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