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Los Gobiernos de EE UU y Francia estudian una acción conjunta para solucionar la crisis argelina

El conflicto de Argelia no está en la agenda oficial de las Naciones Unidas, pero, en los primeros días de la nueva sesión de la Asamblea General, el país magrebí ha adquirido un gran protagonismo. El miércoles, la secretaria de Estado de EE UU, Madeleine Albright, se reunió con el ministro de Exteriores francés, Hubert Vedrin. Trataron sobre la posibilidad de una actuación conjunta en Argelia. El portavoz de Albright, James Rubin, advirtió que se trataba sólo de un intercambio de impresiones. Se trata, dijo, de buscar vías de diálogo que puedan fomentar una acción en esa zona.

Vedrin declaró tras la entrevista que "Francia está naturalmente a favor de una solución que ponga fin a la violencia, pero como todo el mundo puede apreciar, es un problema que concierne a los propios argelinos".Poco después de esta reunión, el ministro de Exteriores alemán, Klaus Kinkel, tomó la palabra ante la Asamblea General y, por primera vez en el turno de intervenciones de esta semana, sacó a relucir el asunto de Argelia. "¿Cuánto tiempo puede estar la comunidad internacional mirando hacia otro lado?", preguntó a la Asamblea. "Sé que es difícil ayudar desde fuera, pero no podemos aceptar una situación en la que se está matando cruelmente a gente inocente sin que la comunidad mundial se levante y reaccione". Kinkel señaló también que la ONU "no es impotente" en el conflicto argelino.

A pesar de estas palabras y las reuniones franco-norteamericanas, la situación es compleja. Nadie sabe cómo ayudar en un conflicto de muy difícil definición en el que los propios argelinos tienen dificultades para comprender las razones de la violencia extremista.

En este sentido, el presidente argelino, Liamín Zerual, dejó claro los límites al asegurar al secretario general de Naciones Unidas, Kofi Annan, que su Gobierno rechaza toda mediación internacional y que su Gobierno es capaz de resolver la crisis por sí mismo. Annan reconoció a primeros de septiembre que para mediar necesitaba el permiso argelino.

Temores de España

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El tobogán de sangre por el que se desliza la sociedad argelina puede desembocar en una dictadura militar aún más dura que barra todas las precarias estructuras políticas constituidas en el último año y con las que el régimen del presidente Liamín Zerual ha pretendido adquirir legitimidad internacional.

Ése es el mayor temor de altos cargos del Ministerio de Exteriores español que siguen con preocupación la evolución de los acontecimientos en Argelia, un país con el que España mantiene no sólo importantes relaciones económicas -gas y petróleo-, sino que, por su proximidad geográfica, supone un riesgo estratégico y un foco de desestabilización en el Mediterráneo.

La escalada de terror -según algunas hipótesis que se barajan- estaría tolerada o incluso propiciada por los sectores más duros del Ejército, y tendría como objetivo impedir cualquier salida negociada al conflicto surgido del golpe de Estado que invalidó la victoria electoral de las fuerzas islamistas en 1991.

Al desear una guerra de exterminio prolongada, esos sectores militares duros buscarían acaparar el poder y la riqueza.

En Nueva York, donde asiste a la Asamblea General de Naciones Unidas, el ministro español de Exteriores, Abel Matutes, ha abordado la situación de Argelia con sus homólogos de la Unión Europea y con el secretario general de la ONU, Kofi Annan.

De hecho, este tema según fuentes diplomáticas españolas, se ha convertido en el asunto estrella de las conversaciones que, en paralelo a las sesiones de la Asamblea, mantienen los jefes de la diplomacia de los principales países del mundo.

En medios diplomáticos españoles se observa un mayor protagonismo diplomático de Estados Unidos, que no sólo abastece de material militar (aviones) al Gobierno de Argel, sino que sus compañías petroleras siguen penetrando en el mercado.

La incapacidad de la Unión Europea de poner en pie una política exterior común -tal vez por la falta de una política de defensa común- y el naufragio, por indiferencia hacia el Mediterráneo, de una iniciativa diplomática tan ambiciosa como supuso la Conferencia de Barcelona dan pocas esperanzas sobre la capacidad de la UE de mediar en el conflicto. El régimen del general Zerual se ha negado, hasta el momento, a cualquier mediación internacional o regional, que es considerada desde el nacionalismo argelino como una injerencia intolerable.

El Gobierno español podrá abordar de una forma directa este asunto cuando el próximo 8 de octubre llegue a Madrid el ministro argelino de Exteriores, Ahmed Attaf, que será recibido no sólo por su homólogo Matutes, sino también por el presidente del Gobierno, José María Aznar, y por el rey Juan Carlos.

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