Estados Unidos recuerda a William Faulkner como su escritor más complejo e innovador
El autor es celebrado como la voz lúcida y contradictoria de Norteamérica
William Faulkner cuenta desde ayer con una estatua en su Misisipí natal: la erigida frente al Ayuntamiento de la ciudad de Oxford. Y es que ayer se cumplió un siglo exacto del nacimiento del escritor en New Albany, a unos cincuenta kilómetros de Oxford. Estados Unidos no fue ajeno al aniversario, celebrado abundantemente en Europa. El autor de El ruido y la furia, Absalón, Absalón y Santuario, y premio Nobel de Literatura, fue recordado en EE UU como "la voz del Sur", como uno de sus autores más complejo e innovador y como uno de los grandes novelistas norteamericanos, si no el más grande.
En un Estados Unidos adormecido por la paz y la prosperidad donde las únicas noticias son los crímenes y los escándalos sexuales, donde nada importa hasta que no se ve en la pequeña o la gran pantalla y donde los libros más celebrados y vendidos son los escritos por cotillas, deportistas y ricos y famosos, todavía queda vergüenza para recordar a Faulkner. Decenas de actos le homenajearon ayer como el más complejo de los autores noneamericanos del siglo. "Ningún escritor en inglés, excepto Shakespeare, ha sido tan analizado y discutido", escribió Peder Zane en The Raleigh News and Observer.Faulkner fue presentado unánimemente como la voz espesa y sensual, trágica y humorística, lúcida y contradictoria del Sur norteamericano. "Es imposible pensar en el Sur del periodo comprendido entre la Guerra Civil y la II Guerra Mundial si no es a través de la lente de su mítico Condado de Yoknapatawpha, con sus casas enraizadas, inolvidables viejas damas, nostálgicos hombres obsesionados con sus madres y hermanas, blancos pillos y divertidos y negros con largos sufrimientos", sentenció Luke Salisbury en The Boston Globe.
El escritor nació el 25 de septiembre de 1897 en New Albany (Misisipí), donde su padre trabajaba para la compañía ferroviaria que había fundado el patriarca de la familia, el coronel William C. Falkner. William Faulkner (añadió por razones desconocidas una u a su apellido) se crió escuchando las historias románticas y heróicas de un Sur que había perdido la Guerra Civil y donde los blancos y los negros vivían separados por infranqueables barreras. Cuando tenía cinco años, la familia se mudó a Oxford.
Identidades
Pequeño y de voz afeminada, en una zona que cultivaba el machismo, Faulkner vió rechazada su candidatura para ingresar voluntario en el Ejército estadounidense durante la I Guerra Mundial, así que se marchó a Canadá y se alistó en el británico. Aunque nunca llegó a combatir, contó durante el resto de su vida que había sido herido y llevaba una placa de plata en el cráneo. También adoptaría muchas identidades, siendo las dos básicas la de caballero del Sur y artista de vanguardia internacional. "Creo", dijo una vez, "que un escritor es un caso perfecto de personalidad múltiple".
Faulkner viajó por Europa al fin de la I Guerra Mundial y en los años 20 pasó algunos periodos en Nueva Orleans, Nueva York y París. Pero mientras muchos escritores de su generación decidieron que tenían que residir fuera de los Estados Unidos para que su escritura madurara, él optó por instalarse en Oxford.
Desde allí contó un Sur norteamericano de conflictos de sexos y razas, represión y heroísmo, elegancia y podredumbre. Y denunció que el marco cultural puede impedir a los seres humanos descubrir su verdadera naturaleza y su verdadera felicidad. La ética de Faulkner estaba basada en un individualismo radical. La sociedad, pensaba, no debería decir al individuo cómo debe ser, al igual que el escritor no debe decirle al lector lo que debe pensar.
Absalón, Absalón es un libro sobre las relaciones raciales en el Sur. Thomas Supten desconoce que tiene un hijo parcialmente negro, Charles Bon, que termina siendo el mejor amigo de su hijo legítimo Henry y el novio de su hija Judith. Charles Bon, culto, guapo y valiente, un perfecto caballero sureño, está dispuesto a renunciar a casarse con Judith siempre y cuando Thomas Supten le reconozca como hijo. Pero Supten no lo hace y termina matándole. "Faulkner", según Luke Salisbury, sabía cuál es el pecado original norteamericano y escribió sobre él antes que cualquier otro escritor. Sabía que algún día tendría que ser reconocido, pero ese reconocimiento no ha llegado todavía". En su tiempo, Faulkner tuvo muchos problemas por sus temas: incesto, violación, aborto, impotencia, prostitución... Hoy ya no, pero su literatura sigue siendo difícil, con múltiples perspectivas y narradores, alteraciones en el orden cronológico, desprecio por las convenciones gramaticales y lingüísticas e invención de neologismos. "Faulkner escribió 20 novelas y usó 20 estrategias narrativas diferentes para cada una", dice Thomas Inge, profesor en Virginia y autor de numerosos trabajos sobre el escritor. "Nunca estaba satisfecho con lo que había hecho".
En su discurso de aceptación del Premio Nobel, en 1959, Faulkner dijo que la única cosa que produce buena escritura es "el corazón humano en conflicto consigo mismo". Él tuvo ese tipo de corazón, pero también algo más, algo que Hemingway decía que era imprescindible para escribir: dureza, fortaleza.
Faulkner estuvo sobrado de la dureza que le faltó a Hemingway. Nada le detuvo. Escribió antes y después de obtener el Premio Nobel. Escribió cuando no lograba vender sus textos y cuando se los arrancaban de las manos. Escribió sobrio y borracho. Incluso siguió escribiendo cuando se fue a Hollywood de guionista. Ni el fracaso de su matrimonio, ni sus aventuras extraconyugales, ni el consumo brutal de alcohol, ni la fama y el dinero le detuvieron. Era muy norteamericano.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.