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Sábato recibe en Santander el XI Premio Menéndez Pelayo

Javier Sampedro

A Borges le fascinaba que Juan Rulfo se sumiera en el mutismo literario tras componer en Pedro Páramo algunas de las páginas más memorables del siglo. Ernesto Sábato hubiera querido emular a Rulfo y publicar un solo libro y, de hecho, asegura que quemó casi todo lo que ha escrito. Pero se le escaparon de las llamas tres novelas y acabó sentado en la historia de la literatura, donde no parece encontrarse muy cómodo. "Quizá debí quemar más libros", comentaba ayer, "pero algo hay que dejar".Sábato, que acaba de cumplir 86 años, recibió ayer en Santander el XI premio internacional Menéndez Pelayo de manos de la ministra de Educación y Cultura, Esperanza Aguirre. Tal vez movido por compartir la tribuna de oradores con la ministra, el escritor bonaerense recordó en su discurso "aquellas épocas en que la educación pública gratuita y obligatoria creó la grandeza de Argentina; hoy, lamentablemente en peligro".

Cuando, al comenzar la segunda guerra, el escritor abandonó los laboratorios Curie de París y volvió a Argentina, la ciencia no sólo perdió un practicante, sino que ganó un elocuente denostador. "La ciencia nos ha traído un mundo atroz de tecnolatría", afirma. "La inteligencia está muy bien para construir aparatos, pero a mí sólo me interesa el ser humano de cerebro para abajo".

Alergias

Dice el autor de Sobre héroes y tumbas que se acercó a la matemática para poner orden en el caos de su cabeza, pero ahora abomina de toda concepción "incorruptible" de la existencia, Esa incorruptibilidad, dice, inhabilita al lenguaje de la ciencia para aliviar la angustia, "lo único, que no varia en el hombre es su ser para la muerte". La misma alergia le producen las pretensiones inmovilistas que quieren acogotar al lenguaje. Las transformaciones idiomáticas, sostiene, son el triunfo de la vida sobre la muerte. "Las categorías que tanto preocupan a los gramáticos, lejos de ser categorías lógicas, son petrificaciones de hechos psicológicos".Por sus manos pasaron los 30.000 informes del horror de los desaparecidos durante la dictadura argentina, cuando presidió la comisión que investigó aquella página negra. Asegura que aprendió de aquello, y que las mejores lecciones siempre tienen mucho que ver con la desdicha.

En referencia al premio, Sábato contrapone la erudición de Menéndez Pelayo a la cultura que él se forjó a base de tropiezos. "Las teorías que frecuenté se debieron a obsesiones ajenas a los programas universitarios; he andado a tientas en un confuso y paradójico universo".

Sábato parafrasea a María Zambrano al decir que no se comprende la historia de un pueblo sin antes descifrar el misterio de sus dioses; y se pregunta, con Machado: "¿Quién ha visto la faz al Dios hispano?" Frente a la pureza platónica del pensamiento occidental, dice, "la española es una metafísica de la carne".

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