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"Sanjurjo, viejo animal", "Llueve. ¡Qué delicia!"

Los cuadernos recuperados de Azaña, entre el análisis político y el apunte lírico

"Es un documento excepcional y apasionante, como si algún día apareciera un diario del rey Juan Carlos sobre el 23-F escrito de su puño y letra esa misma noche", afirma el historiador Javier Tussell tras una primera lectura de los tres cuadernos de las memorias de Manuel Azaña (1880-1940) encontrados por la familia Franco en su biblioteca y entregados a la ministra de Educación y Cultura, Esperanza Aguirre, el pasado día de Navidad."Es como si volviéramos cien años atrás... ¡Qué lástima que me ha dado de todo!", escribe el presidente del Gobierno en 1932, mientras se produce el levantamiento de Sanjurjo. Otras notas son más literarias: "Llueve. Es el primer día otoñal. ¡Qué delicia!", dice al final del primer tomo. No cabe duda, para los historiadores que los han examinado, de la autenticidad de estos manuscritos de Azaña que Franco conservó entre sus papeles después de una peripecia legendaria.

Ante el recrudecimiento de la guerra civil, en septiembre de 1936, el presidente de la República, Manuel Azaña, entregó a su cuñado y compañero de fatigas literarias y políticas, Cipriano Rivas Cherif, que había sido nombrado cónsul de España en Ginebra, los nueve cuadernos que contenían sus memorias para que los sacase del país. Establecidos los bandos del conflicto, las legaciones españolas en el extranjero eran remansos de paz en los que se sobrevivía con los escasos recursos disponibles a la espera de noticias. Rivas Cherif entretenía las veladas del exiguo personal de la embajada leyendo apasionado pasajes de las memorias de Azaña. Hombre dado a las letras y a las empresas literarias mucho más que a la política, a la que accedió por fidelidad a su cuñado, no podía dar crédito a la advertencia que le hizo llegar el embajador en Londres, Pablo de Azcárate. Estaban llegando al cuartel general de Franco documentos que indudablemente procedían de Ginebra. Demasiado tarde. Cuando Rivas Cherif abrió el cajón sin llave de la mesa de su despacho, confirmó que faltaban tres de los nueve cuadernos. El vicecónsul, Antonio de Espinosa San Martín, hermano de Juan José de Espinosa (el ministro de Hacienda involucrado muchos años después en el caso Matesa, uno de los grandes escándalos de los estertores del franquismo) viajaba al bando nacional con su botín, que interesó al general sublevado. El diplomático intentaba lavar su inicial inclinación republicana y, según José Fernández-Cormenzana, que asegura haber consultado en el Archivo Histórico Nacional el expediente, reclamó en diciembre de 1939 10.492 pesetas oro en concepto de servicios prestados.

Juicios críticos

Las memorias de Azaña contenían juicios críticos y comentarios sarcásticos, y en ocasiones crueles, sobre la clase política de la época republicana, lo que inmediatamente fue considerado como arma arrojadiza. Abc de Sevilla, el principal diario de la zona nacional, publicó una selección de los párrafos más sangrantes y, según Ricardo de la Cierva, ejemplares del mismo fueron lanzados desde un avión sobre Valencia, el último bastión republicano, poco antes de terminar la guerra. "Franco me dijo en varias ocasiones que Azaña era el más inteligente de todos los políticos republicanos y el único que respetaba", declara De la Cierva.Terminado el conflicto, Franco encargó al periodista y escritor Joaquín Arrarás que preparara un libro con los tres cuadernos. Publicado por Ediciones Españolas en 1939, Memorias íntimas de Azaña recoge, en efecto, los textos de Azaña, pero seleccionados, reordenados y apostillados de tal forma que deparan una imagen de un hombre sanguinario y caprichoso del que se insinúan inclinaciones homosexuales. Está ilustrado por Kin, con mordientes caricaturas de Azaña y otros políticos e intelectuales de la República. "Franco tenía en gran estima a Arrarás", declara De la Cierva, "cuya Historia de la República consideraba como un libro básico para entender la evolución de los acontecimientos de aquellos años. Tanto, que decretó una medida excepcional y, por este libro, Arrarás recibió un 25% de los derechos de autor".

La pista de los cuadernos se pierde hasta los años sesenta, cuando De la Cierva tiene constancia de que están en el Servicio Histórico Militar. "Me costó mucho convencer al general aquel de que me los dejara ver, y cuando al fin lo conseguí, me dijeron que ya no estaban allí porque los había reclamado Franco". Ya en la democracia, Javier Tussell se dirigió, como director general de Bellas Artes y Archivos, a la familia Franco, pero la respuesta fue que no estaban en los archivos. En efecto, estaban en la biblioteca que la viuda del general se llevó a su domicilio particular. Un caso sintomático de obsesión por el enemigo mantenida de por vida o "un botín de guerra" como afirma Tussell. La peripecia termina las pasadas navidades. Según Ricardo de la Cierva, Arancha, una de las nietas de Franco, pidió a su madre que le diera algunos libros del abuelo con motivo de su matrimonio. Carmen Franco encontró entonces los cuadernos, que pasaban desapercibidos en la biblioteca por estar encuadernados como otros volúmenes, y se puso en contacto con la ministra de Educación y Cultura, Esperanza Aguirre. Este periódico no pudo obtener la versión de Carmen Franco, ausente de Madrid e ilocalizable. Por otra parte, Alfredo Pérez Rubalcaba (PSOE) ha hecho una pregunta parlamentaria sobre si el presidente Aznar ha conocido los textos antes que la comisión de expertos.

Tras una primera revisión, los historiadores que han tenido acceso a los cuadernos aseguran que no cabe duda sobre su autenticidad, y califican el hallazgo de "extraordinario" y "apasionante". "Conocíamos buena parte del texto por la versión de Arrarás, pero su lectura completa y cronológica permite seguir acontecimientos vitales de varios episodios de la República. Son las memorias de un presidente del Gobierno escritas en el momento en el que se producían los hechos. Es como si algún día apareciera un diario del rey Juan Carlos sobre el 23-F escrito de su puño y letra esa misma noche", afirma Javier Tussell.

El primero de los cuadernos recoge el diario del presidente del Gobierno y ministro de la Guerra de julio a septiembre de 1932. Tiene 185 páginas y no está escrito por completo. Destaca aquí el relato del levantamiento antirrepublicano del general Sanjurjo, que se sigue día a día. "Mi primer sentimiento", escribe Azaña, "ha sido de profunda tristeza. Se repetía la locura. El caso era muy grave. Lo que me dominaba era una especie de sonrojo por el escándalo. Volvíamos cien años atrás. Me volví a Rivas Cherif y le dije que estábamos como en 1835. ¡Qué lástima que me ha dado todo esto!". Azaña sabía que se iba a producir el levantamiento y emite juicios sobre los conspirados que, lógicamente, no figuran en la versión de Arrarás. "Me figuro cómo estará él, tan torpón de ordinario", escribe sobre el militar rebelde.

Severo con Alcalá Zamora

El segundo cuaderno va de noviembre de 1932 a febrero de 1933, y consta de 400 páginas. Aquí se refiere a Sanjurjo como "un viejo animal", y dice de Ramón Franco que "no sirve para nada fuera del avión". Refiere también sus relaciones con la prensa de Madrid y se muestra preocupado por la poca influencia de los periódicos republicanos. Los propietarios de Abc le visitan para intentar reabrir el diario, que había sido clausurado después del golpe de Sanjurjo. El tercer cuaderno comprende de junio a septiembre de 1933, y tiene 324 páginas. Azaña está obsesionado durante este periodo, en el que estalla la crisis del Gobierno de centro-izquierda, por Niceto Alcalá Zamora, del que emite juicios muy severos casi diariamente.Los cuadernos apenas tienen correcciones y están escritos con una enorme facilidad de estilo. Durante los meses de verano, y siempre que tiene un momento libre, Azaña se escapa de Madrid y viaja a El Pardo, El Escorial, Segovia, Medinaceli o Soria. Surge entonces un escritor de gran calidad literaria en descripciones que no tuvieron interés para Arrarás. El primer tomo termina el 10 de septiembre de 1932 con las siguientes palabras: "Llueve. Es el primer día otoñal. ¡Qué delicia!".

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