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Dos muertos y 80 heridos en la reaparición del terrorismo en el metro de París

Enric González

Otra vez una bombona de gas rellena de explosivo. Otra vez en el RER, el tren de cercanías parisiense. Otra vez en una estación céntrica. Otra vez en hora punta. París sufrió ayer tarde un atentado muy similar a los que azotaron la ciudad en 1995, cuando los Grupos Islámicos Autónomos (GIA) decidieron trasladar a Francia el terror argelino. Un artefacto estalló a las 18.05 en un convoy detenido en el andén de Port Royal, junto al Observatorio. Dos muertos y 80 heridos, siete de ellos en estado crítico, constituían el balance médico de anoche. El atentado no había sido reivindicado.

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(Los investigadores han hallado pruebas de que la bomba contenía clavos, una técnica utilizada por el terrorismo fundamentalista en los atentados de 1995, dijo anoche radio Europe-1, informa Reuter.) Todos los planes de emergencia fueron activados: el rojo, que moviliza al 100% a policías y bomberos; el blanco, que alerta a los hospitales; y, sobre todo, el Vigipirate, creado tras las explosiones del año pasado. Este plan fue atenuado hace dos meses. Su reactivación implica un fuerte despliegue policial y registros frecuentes a los transeúntes.Aunque no hubo declaraciones formales, el Ministerio del Interior dio a entender que habría Vigipirate por mucho tiempo porque, por razones obvias, eran de temer nuevos asesinatos en masa. Los bomberos llegaron a la estación de Port Royal muy pocos minutos después de la explosión. "Había decenas de personas ensangrentadas, gimiendo, en el interior de un vagón que estaba completamente reventado o esparcidas por el andén", relató un oficial de bomberos. Todos los testigos hablaron de un estallido fortísimo y de una intensa humareda. La evacuación de heridos fue facilitada por el hecho de que la explosión no se produjo en un túnel, sino cuando el tren estaba detenido en el andén, y sobre todo porque Port Royal es una estación abierta y las vías distan pocos metros del aire libre.

La Closerie des Lilas, uno de los cafés más famosos de París, se convirtió en improvisado cuartel general de los servicios de salvamento. Port Royal, en la confluencia de los bulevares de Saint Michel y Montparnasse, abunda en cines y restaurantes: una multitud se agolpó inmediatamente en los alrededores de la estación, mientras la policía acordonaba la zona y bloqueaba el tráfico para permitir la salida de ambulancias. Muchos viajeros del tren siniestrado no habían sufrido heridas directas, pero apenas podían oír a causa de la fuerte explosión o se encontraban conmocionados.

El primer ministro, Alain Juppé, y el ministro del Interior, Jean-Louis Debré, acudieron a Port Royal apenas media hora después. Juppé confirmó que se trataba de una "acción criminal", y Debré adelantó que el artefacto consistía en una bombona de gas de 14 kilos, rellena de explosivo y colocada en el segundo vagón del convoy. Nadie especuló sobre los posibles autores del crimen, aunque las semejanzas con los atentados de 1995 estaban en la mente de todos: la misma línea del RER, la B, a sólo dos estaciones de la de Saint Michel, donde estalló la primera bomba; la misma bombona, y, sobre todo, la misma voluntad de causar el máximo daño al mayor número posible de personas, actuando a una hora en que los trenes circulan repletos.El presidente Jacques Chirac consideró la situación lo bastante grave como para interrumpir la reunión que mantenía con el canciller alemán, Helmut Kohl, y comparecer en directo por televisión. Chirac anunció, crispado, su "determinación de luchar por todos los medios contra el terrorismo en todas sus formas".

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